Estos días me he acordado mucho de algo que decía el licenciado Antonio Rocha Cordero. Afirmaba el ex gobernador que los problemas más difíciles de resolver son aquellos que enfrentan a dos partes que tienen la razón. Hoy lo vemos: Es necesaria una transformación profunda del Poder Judicial, dicen unos. Sí, pero no así, no con estas prisas ni con estos despropósitos, dicen los otros.
Nadie medianamente informado puede negar que en el Poder Judicial de la Federación, al igual que en los estatales, es urgente hacer cambios profundos para combatir la corrupción, desterrar el nepotismo, acortar plazos procedimentales, reducir privilegios y prestaciones laborales, etcétera, etcétera. En lo que ya no hay consenso es en que la pieza central del mecanismo para resolver estos problemas sea la elección de jueces, magistrados y ministros mediante voto popular, universal, libre y directo.
Aquí, en este punto, me parece, llegamos a una falsa premisa. La que pretende que el voto purifica, que el paso por las urnas redime a los pecadores y los convierte en virtuosos. No es así. La realidad, los hechos y las experiencias corroboran que los sufragios no son las aguas del Jordán. Hay ocasiones, y sin duda ésta es una de ellas, en que no hacen falta arduas formulaciones metafísicas para demostrar algo; bastan los ejemplos. Este es uno de esos casos: Si el voto popular fuera garantía de probidad, capacidad y dedicación, ningún diputado, senador, alcalde, gobernador o presidente sería corrupto, incompetente u holgazán.
Permítaseme particularizar con un caso muy local que por vigente y presente en la opinión pública me parece que ni mandado hacer para ejemplificar y explicar mejor lo que quiero decir: José Reyes Martínez Rojas es un venadense falsario, sinvergüenza, gandalla, inescrupuloso y cretino, que para usurpar uno de los espacios destinados a procurar la equidad de género, fue con las autoridades electorales de Venado y les dijo “¿Qué creen? hoy amanecí sintiéndome mujer” y le hicieron el gusto. Ganó la elección de alcalde postulado por el Verde. Me pregunto, ¿Los votos mayoritarios que recibió en las urnas le quitan lo mentiroso, sinvergüenza, gandalla, inescrupuloso y cretino? ¿Los sufragios lo hacen mejor persona o lo transforman en el más calificado? No, no y no. Perdón por la visita a la aldea, pero este caso es insuperable para explicar algo complejo, e ilustra también el grado de estupidización que pueden alcanzar algunas autoridades electorales comodinas y pachorrudas.
El otro asunto que también va a requerir análisis muy detenidos, para su aplicación en lo federal y posterior traslado a lo estatal, es la parte mecánica de la elección de los jueces, magistrados y ministros. Ya los expertos advirtieron que, al llegar a las mesas de votación, los ciudadanos se enfrentarán a numerosas boletas -unas 25 en promedio- con varios centenares de nombres, que seguramente no conocerán porque los aspirantes a ser electos para esos cargos no podrán hacer campañas proselitistas.
Más allá de la confrontación de partes con sus propias razones cada una, del previsible costo de las prisas y los atropellos, del muy mal camino que es el del rencor y la venganza sobre la racionalidad del Estado -por muy sólidas y fundadas que sean las razones del cambio- en una primera aproximación me parece que el daño colateral más grave, muy grave, se llama Claudia Sheinbaum Pardo.
No tengo la menor idea de qué vaya a hacer o cómo se vaya a conducir a partir de que tenga puesta la banda presidencial -ojalá haga mucho y bien- pero por ahora es una figura disminuida, desvalorizada. En tres meses pasó de la figura histórica de la primera mujer presidenta de un país con la décima población y la doceava economía del mundo. Hoy, la científica de mente ordenada, afecta a la planeación, con buenas credenciales en el servicio público y una historia de vida progresista, aparece, ustedes me van a perdonar, como marioneta de Andrés Manuel López Obrador. Es muy triste, doloroso y peligroso.
Quiero insistir en algo, por las ominosas formas que han aparecido en nuestro horizonte nacional: somos, según el Fondo Monetario Internacional, la doceava economía mundial; según las proyecciones de ese mismo organismo, desde el año pasado somos el décimo país más poblado del mundo, con casi 130 millones de habitantes. Somos también el principal socio comercial y compartimos 3 mil kilómetros de frontera con la economía más grande del mundo. Es decir, no somos un pequeño país bananero que sirva de escenario a El Otoño del Patriarca.
¿SOMOS O NO SOMOS?
No soy ningún experto en la materia y por lo tanto no sé si estemos frente a un caso de esquizofrenia, de bipolaridad o de personalidad escindida. Lo cierto es que el mismo Ricardo Gallardo Cardona, que de palabra valora mejor a los potosinos que a los forasteros, en los hechos les da una patada en el culo a los primeros y se rinde ante los segundos.
No es la primera vez que se expresa en términos parecidos, pero es la más reciente y, supongo, la más presente en la memoria colectiva. Enojado porque los técnicos de la delegación del Instituto Nacional de Antropología e Historia simplemente cumplen con su deber y han evidenciado los desacatos de la Seduvop en la conservación de características históricas de las calles de San Miguelito, el gobernador Gallardo Cardona montó en cólera, los acusó de ineficientes porque luego de años no han sido capaces de aprobar el proyecto de remodelación de la Alameda, y para rematar con un golpe demoledor les echó en cara que “ni siquiera son potosinos”.
Este claro gesto xenofóbico es en sí mismo reprobable, pero que lo haga un gobernador que un día sí y otro también actúa exactamente en sentido contrario, pasa de condenable a patético, por no decir ridículo.
Ese gobernante que visiblemente encabronado porque se atreven a obstaculizar sus designios unos servidores públicos que “ni siquiera son potosinos”, es el mismititito que ha decidido entronizar al frente de uno de los tres poderes a un siniestro personaje que “ni siquiera es potosino”. El beneficiario de las debilidades gallardistas ante lo foráneo se llama Héctor Serrano, es chilango de pura cepa y anda cumpliendo tres años de residir aquí.
El dignatario que fustiga a los que “ni siquiera son potosinos”, es exactamente el mismo que hace una semana -fallidamente- nombró directora de los Servicios de Salud a una dama mexiquense que aterrizó aquí hace meses. Para corregir la metida de pata la pasó a la Secretaría de Salud, donde se espera que como mercadóloga haga maravillas. Apenas anteayer, nombró titular de los Servicios de Salud, ahora sí cumpliendo con el perfil obligatorio, a otra señora proveniente del Estado de México. Ambas dos, “ni siquiera son potosinas”. ¿En qué quedamos, caray?
Pero no para ahí la cosa, al frente del Sistema de Financiamiento para el Desarrollo del Estado (SIFIDE), se encuentra desde el inicio de la administración otra dama forastera, igual que lo era la primera contralora general del estado designada por RGC, una guanajuatense que a poco andar se asustó del desmadre que vio y mejor se fue.
La historia se repite en la Dirección General de Adquisiciones y otros cargos “lucrativos” de la Oficialía Mayor, y alcanzan su apogeo en el caso de la adjudicación de obras: dos tercios de la inversión para constructores foráneos y un tercio para los de casa.
Reitero, no sé si es algún tipo de padecimiento mental, o simple falta de autocrítica, ausencia de autocontención e imposibilidad de reflexión. O quizá, también, la persistencia en el error de que por ser gobernador puede decir cualquier barbaridad y automáticamente se convierte en verdad revelada.
Por otra parte, no puede desestimarse el significado de la respuesta que de inmediato remitió el INAH luego de los denuestos gallardistas. Extensa, comedida, respetuosa, pero clara y contundente: imposible aprobar un proyecto que nunca nos han presentado. ¡Sopas!
No me desentiendo de la vez anterior que Gallardo exhibió su xenofobia ramplona, hace cosa de un año, porque esa fue más bien una exhibición de bajeza moral. Me refiero a cuando al referirse a la lamentable muerte de un obrero en las obras de la Arena Potosí, molesto porque según él los medios le estaban dando demasiada importancia al accidente, el mandatario quiso restarle dimensión a la tragedia con un muy deplorable “ni de San Luis era”. Retrato de cuerpo entero.
COMPRIMIDOS
Debido a los paros de labores decretados en el Poder Judicial Federal, todavía queda algo así como dos semanas de plazo para impugnar la remunicipalización de Pozos, y la integración del Concejo municipal. Lo sorprendente es que nadie parece interesado en revertir esos viciados y jurídicamente desastrosos procesos. Se tendría que recurrir a la llamada Controversia Constitucional, que no es un recurso a disposición de particulares. El legalmente facultado para hacerlo es el Ayuntamiento, pero al alcalde Enrique Galindo no parece interesarle. Sus razones tendrá, pero sin duda que si presta atención escuchará a lo lejos el peligroso tsunami de adversidades que se le viene encima.
No sé si Gerardo Sánchez Zumaya tenga alguna posibilidad de algún día ser gobernador del estado, pero de que anda en friega haciendo proselitismo, repartiendo favores y trabando alianzas, ni duda. A reserva de cuál sea el traje que le depare la guardarropía del destino, por lo pronto ya se convirtió en un dolor en salva sea la parte para el gallardismo. Y digo gallardismo, sin personalizar, porque lo mismo le pisa cayos a doña Ruth, a Gallardo Juárez y a Juan Carlos Valladares, además, obvio, de al propio Gallardo Cardona, quien no puede ser reelecto pero le resulta cuestión de vida o muerte, o de cárcel o libertad, para ser menos dramáticos, dejar sucesor o sucesora incondicional.
Según me explican, la gratuidad en la FeNaPo, desde la entrada y el Teatro del Pueblo, hasta el estacionamiento, los juegos mecánicos y comida algunos días, no es impulso de un corazón generoso. Es simplemente un astuto mecanismo para saturar de asistentes las instalaciones, la mayoría de los cuales, con lo que se ahorra de lo que es gratis, se tomará alguna cerveza o una cuba, e irán al baño cuota de por medio. Lo más interesante de todo es establecer la identidad de quién tiene el monopolio de la venta de alcohol y el cobro de los sanitarios. Son millones y millones de pesos, de ingresos y ganancias. Tan cabrones.
Sara Rocha regaña a Marcelo de los Santos, y seguramente éste no puede dormir de la preocupación. El INE anda echando abajo la reelección de Alito, y ahora más seguramente la que no puede dormir del susto es Sara. Qué cosas.
Hasta el próximo jueves.