Cómo estarán las cosas que ya los repartidores de UBER hacen el trabajo de la policía; son éstos quienes se ocupan de dejar fuera de operación a los asaltantes. No sería mala la idea de habilitar voluntarios motorizados, para resolver el problema de la inseguridad en el primer cuadro de la ciudad.
Me siguen diciendo, ya no las mismas voces autorizadas –pero finalmente la procedencia es la misma–, que todo son percepciones de la ciudadanía. Que hay inseguridad, es lógico pues somos una ciudad, pero que no es como pensamos o sentimos que es. Que las gráficas con datos duros, presentan otros resultados.
Las gráficas y datos duros no sé a quiénes les sean de mayor utilidad, si a los “de Tequis para allá” hasta llegar casi a Escalerillas, o a los “de Tequis para acá”, hasta llegar casi a Pozos o a Cerro de San Pedro. En ambos extremos de la ciudad, y en su cuadrante central, el centro histórico, la inseguridad está presente mañana, tarde y diario.
Lo que hace años ocurría tradicionalmente en las zonas periféricas del centro histórico, como podían ser los mercados, o áreas contiguas a la barda del ferrocarril y algunas escuelas, ahora sucede en todas partes. Los asaltos se dan en cualquier calle, y los robos a comercios o casas habitación ocurren en cualquier momento; esta semana supimos de tres a Costanzo, e incursiones a la zona residencial La Loma.
Los policías, pobrecitos, hacen lo que pueden, lo que está a su alcance y en los límites de sus posibilidades; creo desde luego que, brindarnos seguridad y garantías es su trabajo, pero tampoco podemos esperar milagros de quienes sin matiz de la expresión, exponen su vida para garantizar nuestra seguridad. Todos lo sabemos, los mandan a la guerra sin fusiles.
Así, mientras éstos se angustian entretenidos con el teléfono celular, atendiendo cualquier cosa, menos sus funciones, sus jefes –en todos los niveles– se muestran en magistrales actuaciones, posando para redes sociales. Hoy es más importante lo que se ve, que lo que ocurre.
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Desde hace tiempo lo he escrito, entre el maestro Xavier Nava Palacios y Andrés Manuel López Obrador, no hay mucha diferencia. Articulan discursos en los que permanentemente evocan a las obscuras fuerzas del pasado, para así justificar sus malas actuaciones en el encargo que les fue conferido. Mucho ha aprendido también, pero le falta refinarse, acerca del arte de la evasión frente a problemas y cuestionamientos concretos
Nava, por su parte, ya vio que las fotografías en que se muestra haciendo obras caritativas y de beneficencia, reditúan buenas opiniones, y buscó la forma de llenar a los álbumes. Lo mismo se muestra reemplazando anafres por estufas, que abrazando a los más necesitados en la periferia de la ciudad. Aprendió, aunque un poco tarde, que el clientelismo disfrazado de políticas de asistencia social, siempre dejarán algo. Otra diputación, por lo menos.
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El brutal asesinato de Ingrid Escamilla, en la Ciudad de México, focalizó de nuevo la atención en el complejo y escabroso asunto de los feminicidios. San Luis Potosí, con 14 feminicidios en lo que va del 2020, ocupa el cuarto lugar en estas estadísticas, apenas por debajo de Monterrey, Culiacán e Iztapalapa, según datos del Secretariado Ejecutivo del Sistema Nacional de Seguridad Pública.
Las autoridades palaciegas, mientras tanto, incluidas las funcionarias de oficinas con membretes que dicen atender a las mujeres, se muestran con una profunda abulia frente al asunto; les resulta más provechoso pretender resolver interpretaciones que asumir la responsabilidad en el asunto.
Son tan ineficientes y patéticos, como el famoso decálogo feminista, propuesto el día de ayer por el presidente López Obrador. Resulta tan absurdo, conservador, machista, y muestra el más profundo desconocimiento del tema, que sería conveniente preguntarnos si no sería más útil repartir los mandamientos mosaicos.
Mientras tanto continúan por ahí pendientes, supongo que amontonados en algunos escritorios –o refundidos en archiveros– de la Fiscalía, varios casos no resueltos de feminicidios. Ayer, sus nombres fueron recordados en una manifestación en la Plaza de los Fundadores.
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Una investigadora de la UASLP señala que los cuestionamientos y críticas que realizados a la institución, luego que se diera conocer que de una forma negligente –y por demás criminal– ocultaron datos sobre la toxicidad de las aguas del río Santiago, en Jalisco, son porque se pretende dañarla y empañarla; porque tiene enemigos. Pareciera que ya todos se han dejado seducir por los nuevos artilugios del discurso oficial. Como siempre, sólo les gusta que se hable bien de ellos y la institución; las cosas como son, encubrieron un problema de salud pública y son cómplices de varias muertes. Así de simple.
Era preferible, que la institución fuera demandada por violar la confidencialidad, a que lo sea por negligencia. Por cierto, ¿qué sucederá si alguna organización no gubernamental o algún activista en materia de derechos humanos demanda a la institución?, ¿ésos también serán enemigos?
Gracias por su lectura, disfruten su sábado.