Desde aquí me ha costado reinterpretar eso que llamamos realidad y que sucede frente a nosotros y que no sabemos, en muchos casos, cómo fluir en ella.
Desde el pasado 2 de junio, el golpe de esa realidad cayó sobre mí, mi sistema de creencias, y la forma de articular mi propio discurso y hacerme sentir por primera vez, que estaba “del otro lado”.
Un lado en el que mi historia tendrá que reinventarse para evitar caer en la desesperanza o la indefensión. Muchos como yo, pero muchos más que no. Toda una cargada que, por lógica histórica terminó por dejarse llevar por las promesas de un mesías que les cumple a plazos, con carnet de compras, abonos chiquitos, bienestar, un programa de fandangos y un circo a la medida de las nuevas multitudes que se mueven y se explican a ritmo de corrido tumbao, reguetón y otros géneros, que en sí son los nuevos lenguajes de una nueva masa social que encuentra en el acceso a la telefonía móvil el mayor de los encantos para adormecer su sentido común y la búsqueda de otros bienestares que no provienen del sistema de gobiernos neo socialistas que prometen una igualdad mediocre pero finalmente igualdad. Esperemos que funcione en su mejor versión
Todo para apaciguar los resentimientos sociales de quienes no han podido acceder a la senda hacia una movilidad social que les permita todo aquello que se ve en las pantallas, en las historias de los nuevos antihéroes que calzan tenis de marca, pants vistosos y joyas en la dentadura. Ya vimos a la señora Coronel como invitada especial de la revista Vogue en una gala en el país vecino, nada más como ejemplo de lo que ahora “rifa”.
No hay duda de que el sistema cultural dio un vuelco y esas mayorías han tomado la delantera. Ya no se privilegia el estudio y la educación y en esta seudo democracia, al parecer, todos podemos concursar para administrar la justicia o para gobernar un estado.
Llegamos hasta aquí en parte por no saber tejer puentes, tender la mano y por ignorar que la demografía y el poco presupuesto en educación terminarían por consolidar una sociedad sutilmente manejable que, con poco en una tarjeta, determinó y consolidó un cambio de régimen.
En este nuevo escenario, y desde este papel electrónico en el que ya es común leernos y escribirnos, necesitamos también nuevas herramientas que nos mantengan vigentes sin sacrificar el nombre y el apellido, porque créanme ¡las vamos a necesitar!
PD: Por azares del destino, viajé a La Habana. A la Cuba de Fidel, de Raúl y DC. La Cuba de los contrastes, la arquitectura, la danza, el arte y la gente buena, los isleños aislados, los cubanos alegres, la Cuba de los autos descapotables y el antiguo imperio de la Mafia, el ron y los habanos. Hay que ir al menos una vez en la vida.