Decisiones impopulares y Pemex

Ya en nuestro artículo anterior señalamos la gravedad de la crisis de Pemex, tanto en su operación como su estructura financiera. Dijimos que salvar la paraestatal demandará acciones en los dos órdenes, no solo eficiencia operativa.

El propio director general de Pemex, el Ing. Octavio Romero Oropeza, enumeró las medidas para corregir los problemas operativos, y a su vez mencionó uno de los problemas estructurales de la petrolera, su carga fiscal.

“Pemex no paga impuestos sobre las utilidades generadas sino sobre la extracción de petróleo”; acusó el directivo. Señaló que Pemex tiene un régimen fiscal confiscatorio ya que paga impuestos de más del 100% su EBITDA generado.

Los números del estado de resultados de Pemex al 31 de diciembre de 2019 validan la queja del director Romero. La paraestatal vendió 740, 478 millones de pesos con un promedio por barril de 61dlls. Y pagó impuestos por 374,200 millones de pesos es decir más del 50% de sus ventas.

Hoy Pemex tiene un pasivo mayor a los 200 mil millones de dólares y un capital negativo de 105 mil millones de dólares. Que además de ponerla en quiebra técnica, es una estupidez ordeñar a la empresa productiva del Estado endeudándola, cuando los créditos de Pemex son más caros que los del Gobierno Federal.

Con todo esto, dos ideas me vienen a la mente; la primera es sobre una discusión que sostuve en una ocasión con un socio empresarial mío cuando le dije: “Quieres crecer, quieres invertir y quieres repartir; dime cuál de los 3 no, porque para los 3 no alcanza”.

La segunda es la idea del niño junior que hereda la rentable empresa del papá y se dedica a ordeñarla y sacarle dinero, endeudarla, no hace inversiones nuevas por lo que la planta queda obsoleta, se cae el mercado y el muchacho sigue ordeñándola para mantener su nivel de vida dispendioso. La empresa está quebrada con una relación de pasivo a activo de 2:1, es decir que por cada peso que tiene, debe 2 pesos. Y quiere seguir ordeñándola porque no sabe trabajar, solo gastar.

La semana pasada Standard and Poor’s bajó la calificación de Pemex y del país manteniendo a ambos con perspectiva negativa. Aun así, considero que la calificadora fue benévola con ambos al tiempo que les da un plazo de 12 meses, para iniciar a corregir so pena de castigarlos nuevamente, hasta el extremo de poder perder el grado de inversión lo que sería catastrófico.

La administración del presidente López Obrador se ha propuesto un estricto manejo de los pasivos públicos para garantizar la sostenibilidad de la deuda en el largo plazo, sin embargo con el agravamiento de las crisis económica derivado de la pandemia, con la quiebra técnica de Pemex que demanda recursos, con la pérdida de confianza de parte del sector empresarial nacional y extranjero que tendrá una caída en la inversión privada, el Gobierno tendrá que romper sus paradigmas y tomar decisiones dramáticas que no serán populares.

El gobierno deberá achicar más su gasto, aun así, se necesitará pedir más créditos para compensar la caída en la recaudación por la crisis económica y por la necesidad de capitalizar Pemex. El gobierno deberá dejar de ordeñarla al menos 2 años, además de absorber pasivos de Pemex por un importe de 100 mil millones de dólares, si no quiere hacer esto deberá entonces buscar mecanismos de capitalización “neoliberales y/o privatizadores” para capitalizar la paraestatal para que no le estalle en las manos y no se pierda el grado de inversión.

Finalmente, el gobierno deberá realizar una reforma fiscal integral a fondo que incremente la recaudación e incentive la inversión, esto es impostergable y será muy impopular. Las crisis nos encueran, y esta encueró el fracaso del sistema fiscal mexicano como lo señalé en septiembre de 2015 en la Cámara de Diputados, pero desgraciadamente Peña Nieto lo desoyó, ¿lo desoirá AMLO?