Derecho a un espacio propio

Día N de la NN. Voy a la tienda. De frente viene una familia de cinco sin cubrebocas, y no dan muestra de ponerse en fila india. ¿Querrán que me baje de la banqueta? Una pareja viene detrás de mí, risa y risa, y aunque caminan más aprisa no me rebasan; volteo y ambos traen la mascarilla «a media asta», debajo de la nariz. En una esquina es el carro de la vendedora de jugos la que tapa todo el espacio y debo bajar al arroyo (¿o es arrolló?); ahí, en las contraesquinas hay carros de tacos (uno de canasta y otro de los tradicionales y más sebosos: se me antojan) que están debajo de la banqueta, pero tienen sus bancas en la acera. ¿Cuál será menos riesgosa? Más allá, las filas del banco, de la caja popular y de las pizzas. Un volado. El del puesto donde venden cubrebocas, gel y tapetes no se pone mascarilla ni en defensa propia. Unos con y otros sin, pero todos los vendedores están hable y hable todo el tiempo. El estrés.

En San Luis Potosí ya es obligatorio el uso del cubrebocas, por fin. ¿Y luego? Lo importante es, como han insistido médicos y científicos, que sea parte de una estrategia integral, desde la autoridad pero apoyada de veras por todos los sectores y la población: sana distancia, muestreo, rastreo, ventilación, limpieza personal y pública, restricción de reuniones y baja movilidad, entre otros. 

Ah, y promoción del ejercicio y la buena alimentación. Lo dice el artículo 12 de la Constitución de San Luis Potosí: «El Estado garantizará el acceso de toda persona a una alimentación suficiente, nutricionalmente adecuada, inocua y culturalmente aceptable para llevar una vida activa y saludable».

Es obligatorio el uso del cinturón de seguridad, está prohibida la vuelta en U, como prohibido es el uso del celular cuando se conduce un automotor, obstruir las banquetas, estacionarse en lugares prohibidos, la apertura de antros, más de una persona por familia por las compras y un largo etcétera. En estos días he visto que taxistas y camioneros, y por supuesto sus usuarios, andan por la vida sin cubrebocas y enojándose con quienes les reclaman. Pareciera que atraversarnos (en auto o a pie) y querer que el otro se quite está en nuestros genes, quizá por herencia de aquellos aguadores o cargadores a quienes se adjudican los gritos de «¡Ahí va el agua!» o «¡Voy derecho y no me quito, si me pegan me desquito!»

Ojalá el gobierno de los tres niveles ponga atención a la comunicación, porque lo que hace es en su mayoría propaganda y publicidad (muy malitas, por cierto). A la par de la próxima temporada de programas educativos en televisión abierta, urge inversión en divulgación científica y énfasis en materias como comprensión lectora y civismo, para que sepamos conocer, usar y respetar nuestros derechos y obligaciones en los espacios públicos. 

Son espacios públicos «las calles, banquetas, plazas, bosques urbanos, parques y jardines públicos…», según la Constitución de la Ciudad de México. En la Ley Orgánica del Municipio Libre del Estado de San Luis Potosí se habla de calles pavimentadas o hasta de estacionamientos, pero no aparecen las palabras banqueta, espacio público o peatón.

Lo que en el pobre es borrachera en el rico es alegría, dice el refrán. Así, la policía puede golpear o hasta matar a alguien por no usar cubrebocas, mientras medio mundo le festejó su boda al Potrillo Fernández. Circula en redes el dicho de que algunos potosinos se fueron a las playas de Jalisco y Sinaloa y de recuerdo no se trajeron una playera sino un brote de la covid-19.

Es hora de cambiar las prioridades, los enfoques. Parece algo difícil dado que ahorita una buena parte del funcionariado ya está pensando en cómo «chapulinear», y no va a haber ni atención ni presupuesto. Se alegaba que las multas por no usar cubrebocas no están en la Ley de Ingresos, pero ojalá los diputados sirvan para algo y apliquen cambios en forma integral. Multas, bueno, pero sobre todo reconocimiento y defensa de los derechos al espacio público de todos los sectores, como peatones, discapacitados, ciclistas y usuarios del transporte público. Si no es mucho pedir, que se apliquen las multas con justicia, porque no se vale que a los amigos los perdonen y a los pobres los amuelen. Léase: urge la soltura de los chavos inculpados malamente y la detención de los autores reales del atentado al Congreso o del asesino de Karla Pontigo y de tantas otras mujeres. 

Mascarillas sí, máscaras no. Nos leemos, espero, la otra semana.  

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