Día de la tierra

Llegamos a mayo y mientras mi marido ya ha leído más de 40 novelas en su Kindle yo no he terminado el segundo. Me ha entrado la pereza lectora y han ido ganando terreno los audiolibros o simplemente el tiempo antes dedicado a la lectura, ha desviado su rumbo. ¿Será que no encuentro nada interesante, porque a decir verdad este año he empezado otros cinco al menos, y se han quedado a oscuras en ese pantallita que ha sustituido al papel desde hace ya un tiempo,

Pero lo mismo pasa con las series y las películas, como que las historias parecen simplonas por muy buena que sea la producción y la fotografía. O seré que he perdido el feeling para escoger libros y películas.

Entre tanto hay días en que los que nos gobiernan, se comportan como si quisieran acabar con el planeta y con gran parte de sus especies. Por más lecturas académicas que hagamos o por más analistas y politólogos que escuchemos, no logramos entender ni las guerras en Israel o en Ucrania. Al menos a mí no me alcanza la lógica de la ambición para invadir territorios de otro país o sitiar poblaciones enteras hasta que mueran de desesperación entre mísiles o desabasto de todo y de cualquier cosa.

No me dan las matemáticas para entender el cobro de derecho de piso, el plan de los narcos  para la propagación y aumento de adictos porque me lleva a preguntas sin respuesta como por ejemplo: si todas estas mafias de bandidos diversificados entre las drogas y la intimidación se adueñan de todo, quién les va a pagar o de verdad, llegaremos al extremo de convertirnos en sus esclavos, trabajar para que no nos maten o secuestren, mientras la autoridad es parte de su consejo de administración o socio mayoritario.

Vaya que son listos, pero a una mente pequeña o ingenua como la mía, no le cabe estar llegando a extremos tan alarmantes como los que se viven hoy. No sé si mis padres o abuelos se preguntaban lo mismo. Aunque sí sé que mi papá veía que el sistema no iba por buen camino.

Hoy, no solo es nuestro país el que camina hacia un tipo de régimen que creíamos, se había extinguido. Esto parece un mal global. Pareciera que lo mejor es no acercarse a la prensa o a los medios para no contaminarse el alma con tanto desatino ¿será por eso que no leo?

Al final, para olvidar un poco toda esa perversidad, m queda el paseo diario con los perros; mi oportunidad para mirar el cielo, el atardecer ventoso -últimamente envenenado con los cuetes de los barrios cercanos que no acaban de entender que aniquilan el sistema nervioso de los perros- las nubes escasas y hoy, una luna que parece que fuera a desaparecer para siempre. Ese pequeño segmento cóncavo que embellece nuestra esfera terrestre.

El mundo es bellísimo, lástima que la mayoría no lo alcancemos a apreciar y a respetar. Al final después de tantas guerras, desastres naturales, pandemias provocadas, epidemias fabricadas, mafias terroristas, gobernantes sin conciencia ni cerebro, este mundo seguirá aquí, sin importarle quienes fuimos ni que defendimos, ni si en nuestras efemérides mencionábamos que teníamos un día de los 365, dedicada a la Tierra, y ni así, aprendimos a cuidarla.