Dilemas capilares

De tantas cosas que ocurren pocos llegan a la discusión pública que se merecen. Las prioridades personales se van por uno u otro tema y lo que a alguien le parece banal a otro le parece vital. Muchos se discuten en la «hora feliz» de algunos bares, en el café de la plaza o en las redes sociales y algunos logran llegar a los medios. Así, esta semana ha sido de huesos, de pigmentos, de sangre, piel y pelos.

El título de esta semana se debe una discusión (iba a poner ‘debate’ pero no había nivel) sobre una foto de la modelo Emily Ratajkowski en la que muestra su axila con vellos. Antes, Madonna, Julia Roberts o Lady Gaga han mostrado sus vellos axilares en varias ocasiones. Podría ser anecdótico, pero si lo combinamos con las tendencias temáticas en boga (y la gran industria de depilantes y aclarantes) no lo es tanto.

Cada tanto surgen palabras para tratar de explicar ciertos fenómenos. Otras formas de llamar a lo mismo, términos tomados del inglés o palabras que se abren paso al margen de lo que digan los cultos o la Real Academia. En mis tiempos buscar tesoros en la basura era ‘pepenar’, hoy es dumpstep diving. Al ‘recalentado’ hoy se le dice zero waste cooking y las vecindades son vendidas como co-living. Prefiero ‘charla’ a ‘conversatorio’. 

De esas nuevos términos los que me han llamado la atención en tiempos recientes son ‘cuerpos normativos’ o ‘pigmentocracia’. Otra vez la piel, el cuerpo que habitamos.

Hay noticias que «ponen los pelos de punta», las hay que hacen exclamar «por un pelito no me tocó», y otras donde cualquiera se enoja de que a los gandallas y corruptos usualmente no les toquen «ni un pelo», no porque no tengan «ni un pelo de tonto», sino porque a pesar de «tener los pelos de la burra en la mano» la justicia no es la misma para quien tiene dinero que para los que no tienen con qué pagar su 

«A la oportunidad la pintan calva». Van algunos comentarios a manera de recuento y propuesta: hagan grupos de tres y discutan. 

En Veracruz fue un colectivo el que tuvo que dedicarse a buscar desaparecidos; desenterraron 298 cráneos, y hubo seis muertos más esta semana. En Puebla, otros siete linchamientos. En Michoacán, 19 muertos, que fueron colgados de un puente y otros desmembrados. En San Luis Potosí, la noche de este viernes hubo tres ataques a balazos en diferentes rumbos, con saldo de  tres muertos.

Un titular de varios medios, replicado y amplificado por selectos miembros de la comentocracia (influencers, “artistas”, políticos de medio pelo, socialités, “wanabís”) fue “Yalitza perdió el piso” porque “se dice” que cobra 30 mil pesos por foto, y según la periodista Ana María Alvarado «hizo un película para defender a la clase obrera y ahora está entre guaruras, no quiere dar entrevistas y vende reuniones en 30 mil pesos. Luchó por su clase trabajadora y ella en las nubes». 

A Gael García o a Guillermo del Toro no he visto que les pidan cuentas por lo que hacn o no con su muy bien ganada fama. Hay quien dijo que echarle porras a Yalitza Aparicio no va a traerle beneficio a las comunidades indígenas. Quizá, pero implica un cambio, y ojalá siga así. Los carteles y spots siguen llenos de estereotipos.  

Esta semana mucho se ha hablado de ‘pigmentocracia’, de cómo el color de piel influye en la percepción social, en los salarios y otras oportunidades laborales. Si bien el término se queda corto y no es preciso, sí es uno de los tantos síntomas probado históricamente. Como los rasgos, la estatura, la complexión. Llamémosle racismo o prejuicio, pero se da, aunado a muchos otros factores. 

Es cosa de reflexionarlo un poco. La piel blanca ha sido un factor histórico que se nos ha vendido como ‘pureza’ o ‘belleza’. Dice Bolívar Echeverría en un ensayo publicado por la UNAM que ese racismo «centra su atención en indicios más sutiles que la blancura de la piel, como son los de la presencia de una interiorización del ethos histórico capitalista. Son estos los que sirven de criterio para la inclusión o exclusión de los individuos singulares o colectivos en la sociedad moderna».

Mientras entre nosotros seguimos tildando de “nacos” o “resentidos” a los otros, el loco que mató a las personas del supermercado de El Paso, Texas, fue a matar mexicanos. No le importó el color de piel. Para él todos los que estaban allí eran igualmente “invasores”.

Como Gregory House, en cada caso hay que hacer un listado de todos los síntomas, de todo lo que hace alguien a alguien. Lengua, apellido, escolaridad, lugar de nacimiento, lugar de residencia, religión, amistades, familia extendida, ideas y hasta enemigos. 

Sí, no debería preocuparnos el color de la piel sino su grosor. Nos hemos hecho de una piel tan delgada que cualquier cosa que nos incomode la vemos como ataque, o bien la tenemos tan gruesa que aunque agredamos a otros se nos resbala y creemos que podemos estar sobre los demás. Es preocupante la poca tolerancia al fracaso, a la crítica. Los llamados Lady Bate y Lord Tacos son buenos ejemplos de esto, así como buena parte de las “críticas” a Gibrán Ramírez y otros analistas de la nueva ola. Hay un exceso de (des) calificativos en el mundo.

Hace unos días murió Toni Morrison, primera mujer afroamericana en ganar el Premio Nobel. Ella dijo esto al recibir el premio:

«El lenguaje opresivo hace más que representar la violencia: es violencia. Hace más que representar los límites del conocimiento, lo limita. Sea el oscuro lenguaje de Estado o las tergiversaciones de los insensatos medios; sea el maligno lenguaje de la ley-sin-ética, o aquél designado para el alienamiento de las minorías, escondiendo sus saqueos racistas debajo de un maquillaje literario. […] Lenguaje sexista, lenguaje racista, lenguaje teísta son todas formas típicas de las políticas de lenguaje del dominio, que no pueden y no permiten nuevos conocimientos ni el encuentro de nuevos intercambios de ideas…»

No me gustan los filtros fotográficos. Si somos, seamos así. Hay pieles de todo tipo, que no dejan de ser bellas por velludas, aunque estén arrugadas o con kilitos de más o de menos, ojos grandes o pequeños que saben mirar si concuerdan las miradas. Una sonrisa con dientes chuecos no deja de emocionarnos si es sincera. Hay otros tipos de belleza y de gozarnos. 

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