Disfrutar la lluvia

Es complejo precisar si al gobernador Ricardo Gallardo no se le da  la comprensión de la cuestión numérica o simplemente es desmedida su afición por agrandar y torcer las cifras para hacer creer a la ciudadanía que a mayor cantidad o tamaño son mejores los  resultados. Quisiéramos en nuestra ingenuidad suponer lo primero, pero dados los abundantes ejemplos se concluye que es lo segundo. Alguien debería explicarle que tamaño no implica funcionalidad.

Sus discursos oficiales, entrevistas, inauguraciones, redes sociales y declaraciones banqueteras son una muestra de lo anterior, todos sin excepción están llenas de exageraciones, de cifras infladas, de cantidades absurdas que la mayoría de las veces rayan en lo inverosímil. Cabe, no obstante, el indulgente  margen de la duda que nos permita pensar que es su equipo de trabajo, sus asesores, sus colaboradores, los que no lo informan con precisión y oportunamente.                 

En sus redes sociales, por ejemplo, donde alaba no sin razón la temporada de lluvias (que se hizo presente después de una lacerante sequía que castigó a la región por casi dos años, llevándonos –mediante el terrorismo psicológico vertido en su discurso– al borde de la psicosis por la ausencia hídrica) manifiesta que la presa del Peaje ahora se encuentra llena a tope con la posibilidad de abastecernos durante dos años, gracias a los 14 millones de metros cúbicos contenidos en el vaso captador.   

Con todo y el gozo, algo hay que no cuadra; recordemos que  el 9 de agosto del año pasado, el mismo gobernador, durante las labores de rehabilitación de la cortina de esa presa al justipreciar la intervención emprendida por su gobierno, enfatizó que gracias a ella se alcanzarían a captar ocho millones de metros cúbicos de agua, que luego, a principios de este año decidió, en el discurso desde luego, convertir en diez. 

De nuevo, o las matemáticas no se le dan o necesita engañarnos para sentirse importante; porque lo cierto es que la capacidad real de esa presa (con una cortina que tiene una longitud de 160 por 38 metros de altura) es de 9.8 millones de metros cúbicos de agua, gracias a un escurrimiento promedio anual de 6.6 millones de metros cúbicos. Sin embargo, hay que considerar los 1.4 millones de metros cúbicos de azolve, mismos que acabarán dándonos ocho y fracción. Por cierto, éstos siempre estarán calculados dentro de la vida útil de una presa, de ahí que resulte incosteable  desazolvar la de San José; la inversión no supera el beneficio.

En esa misma dinámica sensacionalista días atrás se lanzó contra el agachón del alcalde de la capital a quien acusó de ser el responsable directo de no planear la recepción y almacenamiento de los excedentes de agua generados por la apertura de compuertas de la presa San José. El mismo discurso acusatorio aunque ya matizado de nueva cuenta fue empleado el pasado jueves ante la amenaza de inundación en la comunidad Palma de la Cruz. Luego la estafeta fue tomada por la alcaldía soledense que también se le lanzó a la yugular a Galindo  responsabilizándolo directamente de no avisar con oportunidad sobre el desfogue de la presa.

Vaya argumentos. Hay en efecto  desperdicio de agua, pero ocurre desde tiempo inmemorial; el río al margen de ser el vertedero de la presa (construida sobre el cauce) no deja de ser un río por lo que debería ser la instancia estatal la que se ocupara del aprovechamiento de los excedentes. Ahora, si se considera que más de la mitad del río Santiago, contando a partir de la cortina de la presa se encuentra en el municipio de Soledad, es imposible que su ayuntamiento no se hubieran percatado que es un río (de flujo intermitente pero río al fin) y que cada que hay lluvias y la presa libera agua hay riesgos latentes. Con lluvia o sin ella las providencias debieron tomarse en tiempo y momento. 

Otra vez, como en cada temporada de lluvia, el agua nos evidencia como sociedad disfuncional y evidencia la incapacidad general de nuestras autoridades que más allá de lo paliativo nada resuelven; por fortuna se votó por la continuidad. ¡A disfrutar la lluvia!