Con el tratado de Tordesillas de 1494, los Reyes Católicos y el rey de Portugal se dividieron el mundo por descubrir por medio de una línea imaginaria que corría de polo a polo y pasaba a 370 leguas al oeste de las islas Cabo Verde. De acuerdo con este tratado, a España le corresponderían los territorios que se descubrieran al oeste de dicha línea, mientras que Portugal tomaría posesión de aquellos que lo fueran al este de la misma.
Para ponerse de acuerdo y repartirse el mundo del modo en que lo hicieron, España y Portugal no contemplaron, ciertamente, la posibilidad de pedirle una opinión a los habitantes del mundo por descubrir sobre la conveniencia o no conveniencia de tal repartición. No se la pidieron tampoco a otros países. De hecho, Holanda, Inglaterra y Francia no reconocieron el tratado de Tordesillas y emprendieron sus propios viajes de exploración y de toma de posesión de territorios a lo largo del mundo.
Todo lo anterior viene a colación por un reciente anuncio de la NASA, de que pondrá a concurso contratos con compañías privadas para impulsar el desarrollo de la minería en la Luna. El proyecto fue presentado por Jim Bridenstine, administrador de la NASA, en un comunicado fechado el pasado 10 de septiembre. De acuerdo con lo dicho por Bridenstine, la compañía ganadora del concurso deberá recoger pequeñas muestras de polvo o rocas lunares en alguna localización de la Luna y proporcionar a la NASA fotografías de las mismas. Deberá también proporcionar información y fotografías del lugar en que fueron recogidas. Finalmente, deberá transferir la propiedad de las muestras lunares a la NASA. El contrato no incluye el traslado del material lunar hasta la Tierra, el cual sería implementado por la NASA en algún momento futuro.
La iniciativa anunciada por Bridenstine se da en el contexto del programa Artemis, mediante el cual la NASA busca reanudar las misiones tripuladas a la Luna en 2024, e iniciar un programa de exploración lunar con el objetivo a largo plazo de establecer una presencia sostenible en la Luna, que eventualmente sirva como un punto de apoyo para el envío de una misión tripulada a Marte. Para cumplir estos objetivos, la NASA busca el concurso de la empresa privada que, como sabemos, está incursionando de manera agresiva en la industria espacial.
La NASA anticipa que pagará entre 15,000 y 25,000 dólares por muestras lunares que pesen entre 50 gramos y 500 gramos. Un 10 por ciento del pago se realizará a la firma del contrato, otro 10 por ciento en el momento del lanzamiento de la misión a la Luna, y el 80 por ciento restante después de que concluya exitosamente. Estos serán los únicos pagos que realizará la NASA de modo que los costos y riesgos de la misión, que deberá completarse antes de 2024, correrán a cargo de la compañía involucrada. En estas condiciones, la empresa a cargo del proyecto tendría que llevarlo a cabo como un complemento de otro proyecto que de cualquier manera la iba a llevar a la superficie de la Luna.
Si bien la empresa no hará un gran negocio, la iniciativa constituiría el inicio de la explotación comercial del espacio por empresas privadas. Como lo expresa la NASA de manera explícita: “La recolección y transferencia será una prueba de concepto para realizar comercio espacial en la Luna”. En el mismo tenor, Casey Dreier, de la Sociedad Planetaria, manifiesta: “La importancia de este anuncio no es tanto el incentivo financiero (que es minúsculo) sino en establecer el precedente legal de que las empresas privadas pueden recolectar y vender materiales celestes (con la bendición de la NASA/gobierno de los EE.UU.)”.
En contraste con los tiempos del tratado de Tordesillas, en la actualidad existe el concepto de que el destino de los recursos que son comunes a todos los habitantes de la Tierra, como es el caso de la Luna y de todos los cuerpos espaciales -en la medida en que no estén habitados por seres inteligentes-, es una decisión colectiva. Con este respecto, el tratado de la Naciones Unidas sobre el espacio extraterrestre, vigente desde 1967, establece que “La exploración y utilización del espacio extraterrestre se llevará a cabo en beneficio y en interés de todos los países y será competencia de toda la humanidad”.
De acuerdo con la NASA, su proyecto de minería lunar no contradice el acuerdo sobre el espacio extraterrestre. Aun así, habría que preguntarse en qué medida la decisión de la NASA es en beneficio del mundo y no de intereses particulares. Es decir, ¿en qué medida nos encontraríamos ante una especie de eco de Tordesillas?