Ecos zócalo

A un año de su contundente triunfo en las urnas y a siete meses de haber comenzado el ejercicio oficial del poder (porque en la práctica lo inició meses antes), Andrés Manuel López Obrador mantiene intactas dos de sus capacidades más peculiares y sorprendentes: crear realidad política con solo palabras y suscitar adhesiones y rechazos con una fuerte carga emocional. Hasta hoy, ambas le funcionan a favor, pero es improbable que se mantengan igual con el paso de los años.

Son varios los analistas y estudiosos serios que con algunas diferencias mínimas de formulación coinciden en que López Obrador lleva un año construyendo una realidad que se sustenta más en su retórica que en los hechos. Lo importante, en todo caso, es que una porción mayoritaria de la ciudadanía le cree. Es decir, asume como una realidad lo que en estricto sentido son anuncios, propósitos, proyectos, afanes, intentos y comienzos.

Desde cierta perspectiva, podría decirse que siempre ha ocurrido algo parecido; que mucho de lo que anuncia, informa u ofrece un gobierno o un mandatario no siempre está apoyado en los hechos. Lo que hace la diferencia esta vez son, por lo menos, dos cosas: que la narrativa de AMLO la cree y la asume como realidad una porción abrumadora de la gente no vista antes (más de dos tercios), y que el propio López Obrador astutamente ha suprimido o vuelto nebulosos los instrumentos de referencia, medición y comparación que permitirían saber qué tanto de lo dicho se corresponde con lo hecho.

El Plan Nacional de Desarrollo lopezobradorista que no hace mucho aprobó la Cámara de Diputados ha sido reiteradamente denunciado por los conocedores como algo excesivamente vago, impreciso y confuso, más apoyado en propósitos y visiones ideologizadas que en metas medibles y evaluables.

Algunos datos relevantes de la realidad es normal que tarden todavía algún tiempo en conocerse con precisión, porque las acciones correspondientes están iniciando, con titubeos o tropiezos en no pocos casos, como sucede con los programas sociales y los proyectos de infraestructura más importantes. 

Sin embargo, por sólo citar unos pocos ejemplos, por ahí de marzo o abril, el presidente López Obrador anunció que el primero de junio arrancarían las obras de construcción del nuevo aeropuerto de Santa Lucía, y más o menos por las mismas fechas la refinería de Dos Bocas en Tabasco. Previamente, a inicios del año, todos vimos el ceremonial para “pedir permiso a la Madre Tierra” para construir el Tren Maya. En realidad ninguna de esas obras han comenzado a construirse, pero si uno pregunta a  personas al azar se encontrará con que la mayoría da por hecho que están en plena edificación y a paso acelerado.

Es así que entre anuncios incumplidos, fechas imprecisas, cifras no verificables, medias verdades o simples buenos deseos, hay muchas acciones de gobierno, sean obras materiales o no (como el combate a la corrupción) que parecen ejecutadas o en vías de cumplirse, pero que en realidad siguen en su fase de proyectos o meros propósitos.

Este fenómeno de la realidad retórica, por llamarle de alguna forma, tiene su sustento en la muy alta credibilidad y confianza que AMLO mantiene entre sus simpatizantes y seguidores que al día de hoy siguen siendo una gran mayoría. La cuestión es cuánto tiempo más seguirá así.

Por lo que se refiere a la otra peculiaridad muy propia de López Obrador que mencionábamos al comienzo -la de suscitar adhesiones o rechazos escasamente racionales y con una fuerte carga emocional-, el evento del lunes pasado en el Zócalo de la Ciudad de México fue un perfecto motivo para que ese fenómeno se manifestara en toda su dimensión.

Nunca un Presidente de la República ha contado con la aprobación popular unánime como tampoco con la desaprobación o rechazo en esa medida. Pero en otras épocas eso que ahora se llama la conversación pública discutía sobre lo hecho o no hecho, sobre méritos o deméritos, sobre situaciones más o menos concretas. La diferencia con el ahora es que las discusiones son del sí porque sí contra el no por que no; del sí o el no porque yo lo digo, porque yo tengo la razón y tu no es que estés equivocado es que eres un enemigo del pueblo bueno, un fifí, un neoliberal despiadado o un conservador vendepatrias. Desde el otro bando, tú no puedes tener ni asomo de razón porque eres un chairo resentido, un socialista trasnochado, un ignorante que vergüenza debiera darte no hablar inglés, un aldeano acomplejado. 

De ahí viene el hecho de que mientras para unos el discurso de 85 minutos pronunciado el lunes por AMLO fue un rollo infame, soporífero, falaz, rancherón y mazacotudo, para otros fue el mensaje de un estadista con profunda emoción social, comprometido con el pueblo auténtico, echado para adelante, valiente, visionario, que ya debería estar en los libros de historia. 

Es así que por esas adhesiones y rechazos fuertemente emocionales, alejadas de la reflexión y la racionalidad, hay quienes quisieran que López Obrador ya se hubiera ido y otros que quieren que se quede hasta que las fuerzas se le acaben. 

¿Esto es bueno para el país, para su futuro, para la cohesión social, para la convivencia comunitaria, para la solidaridad cuando se hace necesaria? Creo que no.

NADIE HA DICHO QUE NO SEA CIERTO

En su columna que publica en El Universal, el periodista Carlos Loret de Mola publicó el viernes pasado, bajo el titulo “Risa y Risa, AMLO y los gobernadores del PRI” un texto que hasta el día de hoy nadie ha desmentido. Por su pertinencia, lo reproducimos tal cual: 

“Hubo bromas y coqueteos políticos. El presidente López Obrador decía que él no hubiera querido que el mandatario priista de Campeche, Alejandro “Alito” Moreno, dejara la presidencia de la Conferencia Nacional de Gobernadores (Conago)… que mejor se fuera con él al gabinete… que mejor se pasara a Morena… risa y risa.

“Hasta que el presidente López Obrador como que se puso serio y expresó a los gobernadores priistas: hay que apoyar a nuestro amigo “Alito” para que sea presidente del PRI… y el que no lo haga… se le reflejará en su presupuesto.

“Estallaron las carcajadas.

“Sucedió el pasado 5 de junio en Palacio Nacional. Una muy amena charla entre el primer mandatario y los doce gobernadores de uno de los partidos de oposición, el PRI. El encuentro sirvió como un espaldarazo sin medias tintas a la aspiración del todavía en ese momento gobernador de Campeche, Alejandro “Alito” Moreno, a la dirigencia nacional priista.

“Sobre todo porque el presidente fue más allá: preguntó a los once gobernadores y una gobernadora qué obras pendientes tenían en sus estados. El presidente pidió a Alejandro Moreno que tomara nota. Al terminar la pasarela de peticiones, López Obrador mandó un mensaje claro: el encargado de dar seguimiento a estas peticiones, el vínculo entre el gobierno federal y ustedes, es desde hoy “Alito”.

“Así me lo relatan varios asistentes al encuentro.

“(Es importante señalar que para esa fecha, Alejandro Moreno ya no era el presidente de la Conferencia Nacional de Gobernadores, la Conago, así que no había espacio a la duda del mensaje del primer mandatario: si algo le queda de aquel corazoncito priista que tuvo, está claro con quién está alineado).

“Fue la última señal que hacía falta. Se habían venido acumulando varias en la misma dirección: el PRI estará encabezado por Alejandro “Alito” Moreno y no por su principal contendiente, el doctor José Narro, ex rector de la UNAM y ex secretario de Salud.

“La señal más contundente, la señal que definió todo, sucedió el 27 de mayo. Se reunieron once de los doce gobernadores del PRI en Toluca, Estado de México. Siete de los once manifestaron su determinación de apoyar a “Alito” para que fuera el nuevo dirigente del partido. Ante eso, los cuatro restantes se sumaron. Una comisión de tres gobernadores informó de la decisión a Narro. A esa reunión sólo faltó la sonorense Claudia Pavlovich porque ella apoyaba a Narro (y ya se veía venir para qué iba a ser la reunión en Toluca), pero al día siguiente no le quedó más que alinearse.

“Semana y media después, el 5 de junio, la encerrona con el presidente López Obrador en Palacio Nacional selló el pacto.

“El 13 de junio Moreno solicitó licencia al gobierno de Campeche y el día 19 Narro renunció a la contienda y al PRI. Se había quedado seco de apoyos.

“Sin embargo, en el cuartel de Alejandro Moreno registraron que el doctor Narro se fue pateando la mesa: acusan que algunos encumbrados en el INE, discípulos de Narro y que lo querían ver al frente del PRI pues les aseguraba que se mantendría el dique opositor en el Senado que impediría una reforma electoral, operaron contra el exgobernador de Campeche mandando oficios para descarrilar el método de elección abierta (preferido de “Alito” para definir al nuevo dirigente priista), cosa que habría dejado en manos del Consejo Político del PRI (más cercano a Narro) la determinación del cargo.

“En cualquier caso, hay tres contendientes a la dirigencia del PRI. Luce muy muy favorito Alejandro Moreno. La exgobernadora de Yucatán, Ivonne Ortega, está también apuntada. Aparece también Lorena Piñón, veracruzana de corta carrera política, a quien acusan de haber sido impulsada por “Alito” para que Ortega no crezca.

“Lo interesante será ver si Alejandro Moreno mantiene la línea de cercanía al presidente o busca endurecer el tono y explotar ese mercado electoral. Y si eso pasa antes o después del 11 de agosto, la fecha de la elección interna priista”.

COMPRIMIDOS

La noche del pasado lunes recibí un correo electrónico aparentemente remitido por el Dr. Francisco Javier Posadas Robledo, ex secretario de Salud del Gobierno del Estado, que hace referencia a lo publicado en este mismo espacio el jueves 20 de junio. Se trata de un texto muy extenso, al que nos referiremos una vez verificada su autenticidad.

La aspirante a la presideencia nacional del PRI Ivonne Ortega estuvo el martes pasado en Ciudad Valles y en Rioverde. Le fue bien, encontró buena respuesta de la militancia. Junto con el otro aspirante, Alejandro Alito Moreno, estuvieron ayer en esta capital. Luego platicaremos de esto, ya que algunos eventos tenían previsto concluir después de la hora de cierre de esta columna.

A Federico Garza Herrera y su familia, un abrazo condolido. Los acompaño en su duelo. A Samuel Roa, sus socios y colaboradores en Emsavalles, desde aquí les envío mi solidaridad y una recomendación encarecida: cuídense mucho.

Tras el escandalito ese de la oficial del Registro Civil que no quería desalojar sus oficinas una vez que había sido cesada por conductas incorrectas y que tuvo que ser sacada por la fuerza, hay una larga historia de corrupción y abusos, que involucran a varias otras de las Oficilías del ramo, que pronto les contaremos.

Si algún acontecimiento ha merecido alguna vez la definición de “Acto fallido” es sin duda el sainetito ese del dizque juicio político al secretario de Seguridad Jaime Pineda. Quedaron mal, mejor dicho en ridículo, todos: diputados, Pineda, Caco, Juan Manuel, la señora del aseo, el velador y el viejito que vende pepitas en la esquina.

Hasta el próximo jueves.