El arte perdido del tener un método

Tengo un tiempo estudiando la manera en que las organizaciones públicas -no solo la administración pública centralizada, sino además otras dependencias y organismos del sector público- hacen lo que hacen. Mi interés profesional y científico ha sido tratar de entender de qué manera las dependencias del sector público pueden mejorar su desempeño, lo que a la postre redunda en mayor confianza de la población y en un uso eficiente del dinero público. 

Pensemos en la siguiente situación. Ahora que se avecinan las campañas proselitistas, existe una gran cantidad de personas que tienen una concepción de que un gobierno depende de los atributos personales de una persona (la candidata / el candidato). Entiendo también que las campañas proselitistas diseñadas desde una estrategia de marketing político -y en cierta forma, desde medios de comunicación y algunos organismos electorales- han contribuido a la construcción de una narrativa que centra el voto en las personas y no en la idea del gobierno posible. Esto propicia un deterioro de la concepción pública de lo que constituye un gobierno competente, capaz, responsivo, eficaz. Se hablan de fines pero se olvidan los medios. No es atractivo discutir los métodos a través de los cuales un gobierno se organiza, planea y ejecuta sus acciones y programas. Con esos versos no se ganará una elección.

El problema viene cuando las organizaciones del sector público carecen o pierden el método para trabajar adecuadamente. Hablamos de la posibilidad de que el dinero público sea empleado con fina precisión en atender a ciertos problemas, necesidades o demandas que han sido diagnosticadas de manera adecuada con las herramientas correctas. Esto no solo propiciaría mayor eficiencia del gasto, sino que, además, se mejora la probabilidad de que esa situación que busca atenderse se pueda resolver.

Esta idea de un gobierno con método tiene circulando unos setenta años en esta parte del planeta. Se le llama el enfoque de políticas públicas y es una disciplina que se centra en el estudio y la aplicación de procesos para la formulación, implementación y evaluación de políticas gubernamentales. Este enfoque reconoce la complejidad de los problemas sociales, económicos y políticos que enfrenta una sociedad y busca desarrollar respuestas efectivas y sostenibles a través de un análisis riguroso y basado en evidencia. Implica la identificación de problemas, la evaluación de diferentes opciones de política, la toma de decisiones informadas y la implementación de medidas que buscan alcanzar objetivos específicos, teniendo en cuenta las preferencias, necesidades y valores de la sociedad.

La perspectiva de políticas públicas también enfatiza la importancia del proceso político y la participación de diferentes actores en la formulación y aplicación de políticas. Reconoce que las políticas públicas son el resultado de un proceso político en el que intervienen diversos grupos de interés, instituciones gubernamentales, organizaciones de la sociedad civil y el sector privado. Por lo tanto, el enfoque de políticas públicas promueve la transparencia, la rendición de cuentas y la participación ciudadana en todas las etapas del ciclo de políticas, desde la identificación de problemas hasta la evaluación de resultados. En última instancia, busca mejorar la calidad de vida de las personas y promover el bienestar social a través de la implementación de políticas efectivas y equitativas.

He notado en los últimos años que una de las evidencias del abandono del enfoque de políticas públicas radica en la falta de empleo adecuado de indicadores para realizar diagnósticos y diseñar programas públicos que, a su vez, ha generado una brecha significativa en la capacidad del sector público para abordar los desafíos sociales, económicos y ambientales que enfrenta el país, o para cumplir de mejor manera la misión que le ha sido encomendada. 

Los indicadores proporcionan información crucial para formular diagnósticos, evaluar el progreso, identificar áreas de mejora y asignar recursos de manera eficiente. Sin embargo, su subutilización limita la capacidad de una dependencia para comprender plenamente los desafíos que enfrenta y diseñar respuestas efectivas.

Ahora que hablamos de austeridad conviene revisar la siguiente idea. No se trata de gastar “menos” sino de gastar “mejor”. Lo primero sería un enfoque economicista que entiende que gastar menos es un fin público plausible, mientras que lo segundo se aproxima más a una idea de optimización. Si lo pensamos un poco, año con año el sector público ejerce más recursos desde su presupuesto de egresos. Si no se va a gastar menos, ¿cómo habrá de utilizarse el dinero entonces?.

Permítame terminar esta idea sin ambigüedades: todas las dependencias que funcionan con recursos públicos deben obligarse a mejorar el método con el que hacen las cosas. No encuentro problema alguno con que se pueda debatir de qué manera se gasta el dinero público -que entra en el terreno de la transparencia- pero encuentro aún más relevante demostrar que lo que de hace es correcto y tiene una lógica no arbitraria. Y eso es rendir cuentas.

X (antes twitter). @marcoivanvargas