El anuncio recientemente hecho de que el gobierno emprenderá junto con la iniciativa privada la fabricación de automóviles, y que estos serán a un precio inferior de los automóviles de otras marcas, nos recuerdan el origen del tradicional Volkswagen, cuya traducción del alemán es “el auto del pueblo” y cuya elaboración estuvo auspiciada por Hitler con la idea de que todos los alemanes tuvieran un automóvil.
El proyecto surgió en 1933 con el apoyo del Fürer, sin embargo, con la Segunda Guerra Mundial las instalaciones para fabricar este vehículo se dedicaron a la manufactura de materiales útiles a la guerra.
Fue hasta diciembre de 1945 que comenzó la producción de este automóvil. El nombre que le quería imponer Hitler fue Kdf-Wagen, que significa “fuerza a través de la alegría”, pero ni el nombre ni el vehículo cuya creación fue impulsada por él, los conoció.
En nuestro gran país, la idea de fabricar un automóvil a precios accesibles y que tuviera diferentes modelos fue con el presidente López Mateos, quien acompañado del titular de la entonces Secretaría de Industria y Comercio a Europa, Raúl Salinas Lozano, invirtió dinero público para instalar una planta del automóvil Borgward en Nuevo León, su estado natal. Los vehículos que se produjeron que tenían líneas semejantes a los Mercedes Benz, fueron comprados por el gobierno, quien los distribuyó entre aquellos funcionarios que, como prestación por su jerarquía, tenían derecho a un automóvil.
Sin embargo, su fabricación no tuvo la aceptación que se esperaba y la armadora establecida tuvo que cerrarse. Ahora nos encontramos el anuncio de que, coincidiendo con la inauguración del campeonato mundial de futbol, estará circulando un auto a precios más bajos y con motor eléctrico.
El OLINIA, que es su nombre y que en náhuatl significa movimiento, será el transporte en el que llegue la Presidenta al Estadio Azteca a la inauguración de esa justa deportiva en junio de 2026.
Celebramos y da gusto que se piense en un vehículo no contaminante de bajo costo, pero lo que no entiendo y menos podemos justificar es que ahora el gobierno sea también fabricante de automóviles.
Miramos con preocupación que el poder público pretenda estatizar muchas actividades y minimizar a la iniciativa privada. Los resultados no han sido buenos en las actividades en las que han intervenido en el ámbito que ha de ser de los particulares, porque el gobierno debe atender otras necesidades como por ejemplo la seguridad o la salud pública. Se anunció que para la fabricación de Olinia se aportarían 25 millones de pesos. Esta respetable cantidad sería preferible gastarse en educación, salud pública, seguridad y no en estar pensando en los tres modelos que tendrá el mencionado auto.
Son varios los casos que podemos citar, en que los resultados del gobierno como empresario son malos. Menciono por ejemplo Mexicana de Aviación, que tuvo que reducir sus rutas ante la ausencia de pasaje. La creación de esta línea nos costó mucho dinero, porque fue con nuestros impuestos como pudo materializarse esta ocurrencia del anterior sexenio. La construcción del Tren Maya, y su administración por la Secretaría de la Defensa Nacional, tampoco ha resultado una inversión que vaya a amortizarse en un tiempo breve, y ahora para promoverlo, el gobierno está actuando como agencia de viajes, ofreciendo paseos que incluyen viajar en ese tren.
Otra empresa que se creó con el propósito de vender gas doméstico, y que según nos hemos enterado por los medios de comunicación está en una situación económica difícil. La idea de ser también constructor de casas con la reforma a la ley del Infonavit es otra actividad que invadirá el campo de las constructoras privadas.
Espero que este criterio de comunismo de muchos lustros atrás desaparezca en bien del país y nos aleje, como se comenta, del modelo aplicado en Venezuela, Cuba o Nicaragua.
(Profesor de la Facultad de Derecho de la UNAM)