¿Sabías que la contaminación del aire ha alcanzado niveles críticos en ciudades como Ciudad de México, Monterrey y Guadalajara? Este problema es tan común que, desafortunadamente, parece haberse vuelto parte del paisaje. Cada vez es más frecuente escuchar que las autoridades en aquellos lugares han activado una contingencia ambiental, recomendando evitar el ejercicio al aire libre o, mejor aún, no usar el coche. Pero, ¿qué significa realmente estar en “contingencia ambiental”? Y más importante, ¿qué implica para nuestra salud y calidad de vida?
El Diccionario Ecológico define una contingencia ambiental como una situación de riesgo, causada por actividades humanas o fenómenos naturales, que amenaza la integridad de uno o varios ecosistemas. Estas alertas pueden variar en gravedad, desde avisos preliminares hasta medidas de emergencia. En el caso del aire, estamos ante una contingencia ambiental atmosférica cuando los niveles de contaminación alcanzan valores peligrosos, lo que expone a la población a efectos adversos, especialmente a los grupos más vulnerables: niños, adultos mayores y personas con enfermedades respiratorias o cardiovasculares.
En San Luis Potosí, contamos desde 2020 con un Programa de Contingencias Ambientales Atmosféricas, un documento formalmente publicado por la Secretaría de Ecología y Gestión Ambiental (SEGAM). Este programa establece que la calidad del aire debe monitorearse a nivel estatal y, en caso de niveles críticos, la SEGAM tiene la obligación de activar la contingencia y notificar al Consejo Estatal de Protección Civil, a los municipios y a la ciudadanía. Suena como una gran herramienta de protección, ¿verdad? Pues bien, aquí viene el primer golpe de realidad: este programa parece estar completamente en el olvido, convertido en lo que popularmente llamamos “letra muerta”.
Aunque la SEGAM tiene la facultad de emitir lineamientos y coordinar con otras autoridades, en la práctica, su actuación en contingencias ambientales es limitada o casi inexistente. ¿Cuántas veces hemos escuchado que las autoridades locales nos informen sobre el estado de la calidad del aire y las medidas que debemos seguir para proteger nuestra salud? La respuesta es un rotundo “nunca”.
El índice de calidad del aire es una herramienta diseñada para que la población entienda el nivel de contaminación y sus posibles efectos en la salud. Este índice abarca cinco contaminantes principales: dióxido de azufre, monóxido de carbono, dióxido de nitrógeno, ozono y partículas suspendidas. Cada uno se mide en una escala de 0 a 500, donde un valor menor a 100 indica una calidad de aire aceptable. Sin embargo, cuando el índice supera los 100, se consideran riesgos crecientes para la salud, y niveles superiores a 200 son francamente peligrosos.
La NOM-172-SEMARNAT-2019 establece un sistema de categorías para comunicar estos niveles de riesgo: verde (buena), amarillo (aceptable), naranja (mala), rojo (muy mala) y morado (extremadamente mala). Ante niveles altos, las autoridades deberían tomar medidas claras, como suspender temporalmente ciertas actividades relacionadas con los contaminantes que activaron la contingencia. Esto tiene sentido, ¿verdad? Entonces, ¿por qué no sucede? Porque las casetas de monitoreo en la zona metropolitana de SLP no funcionan y el reporte de SEGAM no se hace cada hora.
La falta de acción se debe a omisiones en los protocolos de la propia autoridad. San Luis Potosí es un claro ejemplo de cómo una política pública, aunque bien intencionada en papel, no se implementa ni se difunde adecuadamente entre la población. En teoría, cuando se activa una contingencia, el gobierno debería alertar a la ciudadanía y proporcionar recomendaciones claras para proteger nuestra salud.
Es nuestro derecho como ciudadanos conocer la calidad del aire que respiramos. Esto nos permite decidir si es seguro realizar actividades al aire libre o, por el contrario, tomar medidas para proteger nuestra salud en interiores. Respirar aire limpio no es un lujo, sino un requisito básico para vivir bien.
El aire limpio es la base de nuestra salud, y sin salud, nos resignamos a una calidad de vida mediocre. La protección frente a contingencias ambientales y el derecho a un aire puro y seguro son responsabilidad de todos, porque, al final, todos respiramos el mismo aire.
Delírium trémens.- La reforma al Poder Judicial, en lugar de resolver los problemas de fondo, los multiplica: fomenta la corrupción, facilita la incompetencia, impone un control político e ideológico y rompe el equilibrio de poderes que sustenta a nuestra República. Y con la discusión de las últimas reformas que presentó la 4T al Congreso de la Unión, la destrucción total del país se consolidará la siguiente semana. Porque, claro, en este México surrealista, parece que nunca es suficiente cuando se trata de agregar un poco más de caos institucional.
@luisglozano