“Todo mundo sabe que
fue Noé el inventor del vino.
Lo que es posible que no
sepa todo el mundo,
es la participación que en el alcoholismo ha tenido el demonio”
“La ley para combatir el alcoholismo en el Estado de San Luis Potosí, 1923-1925”, es el título de la opera prima de un entrañable amigo, Inocencio Noyola; su libro se preparó para su presentación en el III Seminario Internacional de Ciencias Sociales y Bebidas Alcohólicas Latinoamericanas (2014), organizado por diversas instituciones, entre ellas la UASLP, COLSAN, COLMICH y el CIESAS.
Sin duda, el maestro Inocencio marcó una época al frente de la Casa de la Cultura Jurídica “Ministro Antonio Rocha Cordero (SLP)”, es aquí, donde formará un vínculo con la comunidad de abogados de la localidad, y, precisamente, también será cuando me honrará con su amistad, hasta el día de hoy. Por ello, al saber de las diversas presentaciones que estará realizando al efecto, no quise, desde luego, mi columna quedará fuera de la recomendación de un libro que, sin temor alguno, sé que vendrá a enriquecer el conocimiento. Sin más preámbulo, he aquí, parte de sus líneas.
“[…] Un día que Noé estaba cultivando su viña, le vio Satanás, y como es tan curioso, se acercó a él y le preguntó qué plantaba. -Una viña, le dijo Noé. -¿Y eso para qué sirve? -Para comer y para beber, contestó el Patriarca. Su fruto es tan agradable a la vista como delicioso al paladar. Comido en sazón, refresca y endulza la boca, y si se exprime da un licor que alegra el corazón del hombre.
-Si es así –dijo Satanás- quiero ayudarte. Y diciendo esto, el diablo trajo un cordero, lo mato e hizo correr su sangre por la tierra ya cavada. Luego hizo lo propio con un león, un mono y un cerdo y de este modo regó las raíces de la viña que plantó Noé.
Desde entonces, cuando el hombre bebe un poco de vino, se vuelve manso y cariñoso, como un cordero; cuando bebe más se hace fuerte y atrevido como un león; si bebe más se hace malicioso y desvergonzado como el mono, y si abusa exageradamente, acaba por parecerse al cerdo, que se revuelca en la basura (Anónimo).
Diversos autores han señalado la importancia de argumentos morales, clasistas y racistas que se hallan presentes en estas discusiones sobre el alcoholismo hacia fines del siglo XIX y principios del XX, razonamientos que muchas de las veces están cobijados por explicaciones científicas o seudocientíficas, legales y médicas. Estos argumentos fueron aceptados por los gobiernos locales y les permitió emitir diversas normas sobre el consumo del alcohol. Junto a este consumo de bebidas embriagantes cuestionado por diversos grupos sociales, autoridades y profesionistas (Sánchez Santos, 1897, 1902), se halló una industria pujante basada en la producción de estas bebidas que convirtieron regiones del país en áreas económicas sobresalientes (los valles de Tequila, por ejemplo).
Al terminar la revolución iniciada en 1910, los nuevos gobiernos continuaron a ver en el consumo de las bebidas embriagantes un factor de “destrucción” de la “raza”, el origen de los males sociales, como la pobreza y la criminalidad; pero también fue un mecanismo de allegarse fondos a través del cobro de impuestos. Sin embargo, había una extensa cultura en el consumo de bebidas embriagantes, pues todas las clases y grupos sociales las consumían. ¿Cómo atacar una práctica cultural tan extensa? ¿Cómo luchar contra el consumo de bebidas sin perjudicar los intereses de los grandes productores?
El Estado también se adjudicó un derecho sobre lo que debería de permitir y prohibir a los diversos grupos sociales; al inicio de la década de 1920, los gobiernos revolucionarios con un sentido paternalista iniciaron campañas contra aquellas actividades que consideraron que dañaban la moral y destruían al ciudadano surgido de la revolución. Así, iniciaron su lucha contra el consumo de marihuana y de bebidas como el pulque, el mezcal y el tequila, pero permitieron el consumo de cerveza, whisky y la creación de prostíbulos y zonas de tolerancia […]
De momento se agotan las líneas de mi espacio editorial, las y los espero el próximo viernes.
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