El final

El país no será lo que era, pero con el cambio México tendrá que mejorar. Y, bueno, el tiempo corre junto a las palabras que igual deben fluir. Veamos.

Ahora hay que ver más adelante, claro, pero nunca olvidemos lo de atrás. ¿Cómo entrevemos todo eso, ya que AMLO se pudiera serenar un poco tras unos días de descanso?

Miren, si bien el próximo presidente obtuvo una alta votación que implica mandatos ciudadanos y mayorías en el Congreso, veo cosas que sugieren un gobierno esforzado ante muchas dificultades para avanzar en su agenda de cambio y, aún más, en su propósito de elevar el nivel de vida de los mexicanos.

Por años he compartido los objetivos de mejorar la educación y la economía, así como abatir la disparada corrupción y la enorme pobreza. Con esas grandes metas nunca tuve ningún problema,… sólo claras diferencias en cuanto a los cómos o las vías para alcanzarlas.

Dada la persistencia de EPN con sus desaciertos y de don AMLO con ciertas promesas, las razones de una amplia victoria electoral se confirman tal como veíamos venir en tantos indicadores a lo largo de meses. El último presidente priista también generó esperanzas y empezó bien al lograr su pacto y las reformas, pero luego naufragó entre el descrédito y sus desatinos. ¡Cuidado!

Esto me alienta a seguir cuestionando las promesas más erradas e ilusorias de la campaña, en caso de que se insista en tratar de cumplirlas a pie juntillas con resultados negativos para todos. Tampoco dejaré de reconocer y aplaudir las decisiones que vea acertadas y positivas.

Habrá que darle el beneficio de la duda,… ayudarle y exigirle. A su vez, se dice que Morena es el nuevo PRI, pero creo que sólo intenta sustituirlo.

Peña Nieto se equivocó demasiado y fue muy insensible a las críticas al apartarse de posibles correcciones. Hasta quiso restaurar la presidencia imperial que tanto le atrae también a López Obrador, y ahora éste debe entender que se requiere autoridad (moral, diría él) y un gobierno democrático (como prometió), no un autoritarismo sin contrapesos.

A veces cuestan mucho tiempo y dinero los procesos de intento y error, para volver a probar por otra vía. Pero esto lo pueden evadir o acortar si escuchan y repasan un poco, en lugar de precipitarse con cualquier apuesta.

Son confusas las eliminaciones del CISEN, el Estado Mayor Presidencial o los miles de funcionarios que se ven descalificados a partir de oscuros motivos, en tanto se perciben ideadas por feligreses o académicos sin capacidad o experiencia. Igual revisé el listado de 50 puntos de austeridad (más que anticorrupción): unos 10 excelentes y hay otros inocentes, redundantes o quizás hasta contraproducentes.

Sobre los delegados generales que escoltarían a los gobernadores, cabe precisar que no todos éstos son pillos como para requerir interventores ni todos aquéllos tienen la capacidad para ejercer un poder tan amplio. Y somos bastantes los que refutamos la descentralización masiva de dependencias o la reducción grosera de sueldos, pues queda claro que en ambas saldría mucho más caro el caldo que las albóndigas.

Lo barato sale caro, y es preferible estudiar algo más estas medidas porque ¡no es cosa de tener un peor gobierno: una presidencia menos efectiva! Tampoco se vale dar poder a resentidos que alarman cada día más por su encono y revanchismo.

La desconfianza inicial del gobierno 2018-24 con sus amagos de destruir empleos e instituciones para probar un cambio, sugeriría una reedición del recelo echeverrista y las consecuencias podrían ser muy costosas e incluso afectar la estabilidad del Estado (M. Schettino, El Universal, 17/VII).

En fin, aunque se parezca a Trump en varios aspectos, AMLO no debe caer en la tentación autoritaria. El populista de allá continúa su desastre y, a pesar de que ha llamado “Juan Trump” a nuestro próximo presidente, éste resulta impredecible y ojalá nos confirme lo mejor en su delicada responsabilidad.

El de acá es sumamente desconfiado, pero necesita ganarse la confianza de todos como un gobernante eficaz. Mucho habrá de cambiar, y mucho no, con diversas prioridades o viabilidades.

* DE LOS ESTADOS, DIJE aquí hace 5 meses que no iba a hablar de San Luis Potosí ante lo triste de los avances del gobierno de Juan Manuel Carreras, quien por décadas fue mi amigo.

No sé qué pasó, o yo no lo conocía tan bien y le afectó un poco el poder que nunca le había interesado. Con palabras aún más duras se insiste en que tal vez sean insuficientes su carácter y su oficio político, o le haga falta mano dura pues no basta gritonearle a gente que acaba por tomarle la medida.

Ha sido leal con los que considera leales, aunque eso de ninguna manera es suficiente para tener un buen equipo en el que si bien no todos podrían ser tan capaces… tampoco muchos tendrían que quedarse tan cortos. Al parecer, como a tantos otros, le cuesta entender no sólo el cambio necesario en la sociedad y el gobierno, sino también el cambio de individuos.

Inteligencia tiene, pero a la mejor no tanta como para que, con cierta aspiración, apueste por algo y lo construya en los hechos… más allá, pues, de imaginar cosas chingonas. Aparte, vendría a ser virtud o defecto que algunos de sus mentores y colaboradores se parezcan a él (o viceversa).

Para la política le pueden sobrar “decencia” y remilgos con los detalles. A su vez, aunque el cálculo político es crucial, quizá abuse de todo eso y tarde mucho en hacer lo que resulta aconsejable. Igual, no debe darle motivos a quienes dicen que “flota” como en las carreras de resistencia.

Estamos a dos meses de que inicie la segunda mitad de su sexenio, y espero que no sea muy tarde para redoblar y reorientar el esfuerzo en un mandato tan demandante. La crítica y la autocrítica, oigan, le deberían ser de utilidad… Ojalá termine mejor.

* ES ESTE MI ARTÍCULO número 750 aquí en el periódico y los años en redes, desde que empecé la serie a principios del 2002 a invitación del gran periodista Florencio Ruiz de la Peña.

No son pocos los amigos que me he granjeado a partir de la difusión e interacción de estos afanes personales y, claro, debo haber cosechado varios enemigos por decir “mis verdades” o, aún más, al caer en alegatos. Pero, bueno, a muchos de los últimos no los identifico.

Hablar de un legado sería pretencioso… a menos de que destacara algunas piedras con las que no debemos tropezar de nuevo y aquellas tonterías propias o ajenas en las que no habría que reincidir. ¡Gracias a todos!

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