Hay preguntas cuyas respuestas quedarán siempre en el imaginario colectivo, más como la construcción de una realidad alternativa, de todas aquellas cosas que nunca ocurrieron, pero que de haber sucedido, ¿qué habría cambiado?.
De la historia del México del siglo XIX, del XX y por supuesto del vigente XXI, me vienen a la memoria algunos episodios que pudieron haber tenido otro desenlace y por ende el rumbo del país, citaré algunos episodios.
Aquella tarde tapatía del 13 de marzo de 1858, cuando el presidente en funciones Benito Juárez y su gabinete estuvieron prisioneros en el Palacio de Gobierno de Guadalajara, el teniente Filomeno Bravo, ordenó a sus soldados fusilar a Juárez, momento en que Guillermo Prieto, Ministro de Hacienda, coloca su cuerpo frente al pelotón protegiendo al Benemérito e inmortalizando la frase: los valientes no asesinan. Juárez vivió 14 años más, falleció en otro Palacio, en el Nacional en 1872; si aquel pelotón de Filomeno Bravo lo hubiera asesinado, el legado político de Juárez no habría sido posible.
Y como la historia está conformada por una serie de acontecimientos ligados entre si, quizá Maximiliano no hubiera llegado jamás a México, por no haber sido necesario, entonces ni Zaragoza se habría cubierto de gloria, ni Porfirio Díaz habría destacado tanto militarmente para ser quien fue, pero el hubiera no existe.
Ya en el siglo XX en el gobierno de Porfirio Díaz hay una variable que pudo haber cambiado el rumbo de la historia de México, si tal como lo prometió en la entrevista el octogenario Presidente Díaz Mori, en 1910 no se presenta como candidato a la reelección, el movimiento maderista no habría tenido mayor impacto, pues lo que le dio fuerza era precisamente ser anti reeleccionista, luego entonces si la Presidencia se hubiera entregado al candidato ganador, es decir a alguien distinto a Díaz, no habría tenido razón de ser la Revolución Mexicana, al menos no por el pretexto de elecciones libres.
De haber entregado pacíficamente el poder, los restos de Díaz descansarían en la rotonda de los ilustres y no en un panteón en Paris. Ese acontecimiento, -la revolución mexicana-, formaría en 1929 un instituto político que gobernó más de setenta años este país, un partido que adoptó su nombre precisamente de esa guerra, primero fue nacional, luego de la revolución y al final institucional.
De no haber ocurrido la reelección de Díaz, quizá el estallamiento social provocado por los movimientos obreros y campesinos que sí existían, pero ante la falta del ingrediente político probablemente hubieran sido sofocados.
De no haber surgido entonces el PNR aglutinando a los cuatro sectores que le dieron vida revolucionaria, muy seguramente en 1939 tampoco hubiera aparecido Acción Nacional, pues muchos de quienes lo conformaron con seguridad habrían estado en el poder.
De modo que, sin decena trágica, sin traición, sin usurpación, sin revolución, la historia de este país, sería otra muy distinta, sin Juárez difícilmente habría llegado Díaz al poder, y si Díaz lo hubiera entregado en una elección libre, la revolución como la conocimos no existiría y por ende tampoco sus hijos.
Sin PNR, PRM y PRI, el PAN no tendría sentido, la historia de la segunda mitad del siglo XX tampoco, pues por ende no habrían nacido el PRD ni mucho menos MORENA, difícil concebir aún en la imaginación que habría sido de México, si aquella tarde en Guadalajara Juárez hubiera sido asesinado y si con todo Díaz hubiera llegado al poder, lo hubiera entregado sin reticencias, pero como se dice en el título de esta columna, el hubiera no existe, pues de existir no estaríamos esta mañana de lunes leyendo el periódico y tomando decisiones, quizá no tan trascendentes como la de Guillermo Prieto o Porfirio Díaz, pero, ¿cómo saberlo?.
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