El Maestro Epícuro

En la filosofía griega siempre es común encontrar referencias de los clásicos, Sócrates, Platón o Aristóteles, pero poco muy poco se sabe o se habla del extraordinario Epícuro y sus enseñanzas, que parecieran haberse perdido en el transcurrir de los tiempos. 

Epícuro un hombre fuera de serie, adelantado más de dos siglos al cristianismo predicando amor, tolerancia y perdón, su Escuela fue diferente y su forma de enseñanza rompió el esquema tradicional de las academias o los liceos, desafió el estatus quo de las Polis griegas, precursor de la fraternidad humana, en su Escuela “El Jardín” se valoraba a la persona no a su condición, convivieron sobre el fresco y verde pasto mediterráneo de su jardín, mujeres y hombres libres, pero también aquellos a quienes les llamaban esclavos, fue un lugar donde tuvieron cabida igual funcionarios que prostitutas e intelectuales, todos eran bienvenidos a ninguno se discriminaba, porque al pisar el Jardín todas y todos eran iguales, personas sin etiquetas con el mismo valor, unidos por un fin supremo: la amistad, entendida como una relación natural basada en un mutuo amor fraterno. 

Cierre los ojos e imagine amable lector, esa Escuela incluyente, donde en fraternidad se renunciaba a los tres grandes temores humanos innecesarios: al dolor, a la muerte y a los dioses. 

Una escuela donde se enseñaba a vivir en absoluta libertad y a valorar la vida como la única gran oportunidad que tiene el ser humano por un brevísimo tiempo de SENTIR (así con mayúsculas) y con todo lo que significa; Epícuro fue también un defensor del libre albedrío y del amor libre, de responsabilizarnos de las decisiones propias, de esas que tomamos todos los días y que luego queremos culpar a otros de sus consecuencias. 

Ni en el Jardín ni en el mundo el placer debería ser pecado, pues todo placer era considerado un bien en la medida en que tuviera por compañera a la naturaleza, ¿fue entonces Epícuro el primer ecologista?, quizás si, seguro que de haber vivido estos tiempos su apuesta habría sido por las energías limpias, y seguro habría sido también un ferviente defensor de los Objetivos de la Agenda 2030. 

Decíamos que fue un adelantado a su tiempo, pues se anticipó en enunciar el amor al otro (prójimo) y al perdón como la más elevada expresión del sentimiento humano, conceptualizó la justicia con la máxima de no sufrir ni hacer sufrir al otro, pues Epícuro sostenía que las personas son buenas por naturaleza, solo que en ocasiones (fuera del Jardín) le distraen las cosas mundanas esas que alimentan el ego, esas cosas que él consideraba innecesarias. 

Epícuro enunció como virtudes la sencillez, la moderación, la templanza, la alegría y la prudencia, aunque no era partidario de la vida política, estaba convencido que el político debería abrazar estos principios y visitar de vez en cuando el jardín, aunque fuera sólo para escuchar lo que piensan los excluidos de las sociedades y para no extraviarse en el ejercicio público. 

Como toda idea o forma de vida, el Epicureísmo también tuvo sus detractores y férreos opositores, se le acusó de hedonista (buscar el placer sólo por el placer), aunque siempre fue un impulsor del placer responsable; se le acusó de negar a los dioses, (aunque él creía en los dioses como seres felices que no les interesaban los asuntos humanos ni para premiarlos menos para castigarlos), se le imputó también desconocer las leyes del Estado (cuando la esclavitud era legal, tiempos en que las mujeres y los diferentes no tenían derechos) ¿le suena familiar?. 

Ese fue Epícuro de Samos, un hombre simple sin más pretensión que vivir rodeado de amistades sinceras y de placeres moderados, se dice que murió como vivió, tranquilo, sumergido en su tina de agua tibia con una copa en su mano provista del mejor vino (el suyo), así le llegó la muerte. 

Su Escuela, enseñanzas e ideas trascendieron los tiempos llegaron a Roma, viajaron por Europa y en América, Thomas Jefferson se declaró Epicúreo, pero también Karl Marx le consideró el más grande educador griego. La doctrina universal del reconocimiento de los derechos humanos como evangelio laico le debe mucho a este Maestro, entendió como pocos, los principios más elementales sobre igualdad, libertad, tolerancia e inclusión; sin la pretensión de que sus enseñanzas se convirtieran en religión enunció siempre el amor al prójimo y el perdón, tampoco fue jurista pero fue partidario de que las personas tuvieran vidas justas y evitaran con ello venganzas revestidas de una idea falsa de justicia, que cuando llega a nadie deja satisfecho; sin duda un Maestro, un soñador, que muy probablemente vio en su jardín, una réplica de cómo debería ser el mundo. Un mundo más fraterno y solidario. 

jorgeandres.manoizquierda@gmail.com