Hay artes y oficios antiguos. Uno de ellos, que ha sido ampliamente descrito desde la literatura de la edad moderna –o de antes, incluso- es la charlatanería. Ese duro oficio de formular ridículos cuentos y falsas milagrerías, propias de quitamotas, para endulzar los oídos de quienes, de manera auténtica y legítima, requieren de una perspectiva para leer su entorno y actuar en consecuencia.
Los hay por todas partes, pero en esta ocasión quisiera referirme a una especie de charlatanería que me parece especialmente peligrosa –no reservo mi desdén para otras que resultan igualmente dañinas, pero debo ser eficiente en mi escritura- que es aquella que, ataviada investigación cuantitativa y falsos aforismos, se presenta como investigación seria y no hace más que confundir a electores, candidatas(os), aspirantes y suspirantes. Son las encuestas patito que brotan y pululan como polen en primavera, en estas épocas previas al inicio del proceso electoral.
Para tratar de poner las cosas en orden y llamarles por su nombre, lo primero que tenemos que advertir es que toda encuesta que se precia de ser seria, debe contar con un planteamiento metodológico sólido, transparente y verificable. Imagine Usted que a poco menos de un año de la celebración de la jornada electoral en nuestro país, alguien publicó una encuesta en redes sociales donde afirma que si las elecciones fueran el día de hoy, tal o cual candidata(o) a la gubernatura resultaría ganador(a). No encuentro mayor sorpresa en ello porque Usted y yo ya lo hemos visto previamente. Más allá de la intención que la divulgación de esta información puede tener ante el electorado, existe un serio problema de conceptualización del ejercicio. ¿Es una fotografía? ¿o es un pronóstico? ¿cómo lo presenta el divulgador? ¿y cómo lo entiende la gente?.
Los usos que puede tener una encuesta bien realizada son innumerables. El principal podría ser que proporciona una perspectiva real y completa sobre el estado de las cosas. Es como el diagnóstico bien hecho: la prescripción médica es adecuada cuando se tiene claridad de la situación sobre la que se debe intervenir. Pero hay también quienes utilizan a las encuestas con fines propagandísticos –cuidado con esto-. Hay quienes lo usan como hobby. Otros como terapia.
Entiendo también que quienes realizan estos ejercicios con fines propagandísticos, poco les apura obligarse a sí mismos a demostrar la solvencia metodológica de sus estudios. Lo que intentan es construir una percepción, no demostrar una verdad. Y aquí podríamos encontrar a una primera variante de practicantes del mester de charlatanería que se dedican a engañar al electorado. Permítame advertir una situación hipotética y peligrosa.
[Disclaimer: el siguiente párrafo es una situación hipotética y peligrosa]
Un despacho de investigación de mercado electoral ha publicado una serie de encuestas que pronostican –sí, así como ir con la persona que lee el tarot- que determinado candidato resultará ganador de la elección. El candidato –que pagó por esas encuestas- cree en ello, parte de su electorado cree en ello. Unas horas después del cierre de las casillas en la jornada electoral, el cómputo de votos termina reflejando la democrática verdad: ganó el otro candidato. ¡Fraude! ¡a las barricadas! ¡tomad antorchas y tridentes!. Antes de tirarnos el templo encima, me gustaría preguntarnos ¿no será que esas encuestas estaban mal realizadas y se vendieron como verdad incontrovertible?. El candidato perdió perspectiva, tiempo y dinero. Parte de la engañada población, perdió credibilidad en los comicios. La charlatanería nos hace perder a todos.
Quienes participan en las contiendas electorales deben hacerse del hábito de acercarse a despachos de investigación de mercados que sean serios y que demuestren solidez en su metodología. Algunos despachos se hacen certificar por la Asociación de Agencias de Investigación de Mercado y Opinión Pública (AMAI) o por la Asociación Americana de Investigación en Opinión Pública (AAPOR); pero también puede haber investigadores y despachos que no tengan certificaciones –no son baratas, advierto- pero que sí son exhaustivos en demostrar a sus clientes que las investigaciones que realizan se formulan con planteamientos metodológicos adecuados y pertinentes.
Tan serio es este asunto, que el Instituto Nacional Electoral y los Organismos Públicos Locales Electorales (el Consejo Estatal Electoral y de Participación Ciudadana, para el caso de San Luis Potosí y sus 31 homólogos en las otras entidades federativas) han emitido regulaciones para tratar de cuidar el apego a los buenos usos metodológicos de las encuestas. Pero ninguna regulación será suficiente si no nos tomamos en serio el asunto de educarnos para saber lidiar con estos fenómenos. Por ética y el más elemental compromiso democrático, todos quienes participamos en estos temas, compartimos la responsabilidad de cultivar y defender la verdad. Robert Stephenson Smyth Baden-Powell, I barón Baden-Powell de Gilwell lo tenía claro: hay que cuidarse de los charlatanes y presuntuosos.
Como muchas de las cosas que valen la pena, hay que tomarse el tiempo para encontrarlas. No accedemos a la verdad que creemos merecer, sino a aquella que nos obligamos a buscar. Cada quien escoge a sus oráculos favoritos.
Twitter. @marcoivanvargas