El populismo ante el espejo

La presidenta Sheinbaum debe reconocer en los dichos de Donald Trump los resortes de su propia voz. Los argumentos de la mexicana para defender y acelerar la reforma judicial, el desprecio de una apabullante evidencia que exigía reconsiderar una decisión que a su juicio tiene la marca inapelable de aprobación electoral, la facilidad con la que ella descarta la razón del otro como la voz ilegítima de un enemigo o como la pataleta de los derrotados tienen eco directo en el demagogo del norte. Tiene gracia que Sheinbaum pretenda convencer a Trump presentando datos e invocando súbitamente la racionalidad técnica cuando ha sido hermética a las fundadas advertencias de lo que significa la destrucción institucional en la que se ha empeñado. ¿De qué han servido los argumentos frente a la cerrazón ideológica? ¿Qué valor tienen los datos cuando gobierna la obsesión? ¿Qué efecto han tenido en ella las advertencias de expertos de aquí y de fuera sobre el impacto ruinoso de su proyecto de devastación constitucional? Para el voluntarismo populista el argumento técnico y el dato son nada. 

A Sheinbaum no le faltaron documentos y estudios que anticiparan el impacto esperable de la anulación judicial. Juristas de todas las persuasiones ideológicas, abogados de aquí y de fuera advertían el efecto desastroso del desmoche integral del tercer poder. No se trataba solamente del estamento jurídico: instituciones financieras, organismos internacionales levantaron la alarma. Esta reforma es un disparo en el pie, le dijeron: con el debilitamiento institucional, el gobierno cierra la oportunidad que pudo haber abierto la economía de cercanías. Sheinbaum no se detuvo un segundo a ponderar los argumentos que contrariaban su prejuicio. A los críticos los desplazó al campo de los enemigos y cerró cualquier posibilidad de diálogo. Repitió incesantemente un par de frasecitas demagógicas. Recurrió a las más burdas trampas retóricas para detener el arsenal de argumentos críticos. La democracia es el gobiernodelpueblo y no han nada más que agregar. Todo aquel que se oponga a la elección de jueces defiende la corrupción y el privilegio. Si cumple usted sus amenazas, le dicen ahora a Trump, se dará un tiro en el pie: la economía que quiere impulsar entrará en crisis por la escasez de trabajadores y por la elevación de los precios. Tal parece que el efecto que el argumento y el dato tendrán en Trump será igual al que tuvieron en Sheinbaum. La razón populista tiene razones que la razón ignora. 

Lo que le importa a Trump es dar un golpe escénico, una demostración de poder, un gesto de ruptura. El populista del norte no hace cálculo de rentabilidad como, curiosamente, le pide ahora la populista del sur. Pero, ¿no invita Sheinbaum a Trump a desconocer el “mandato” de las urnas cuando lo llama a reconsiderar los aranceles que propone? ¿No votaron los norteamericanos por el levantamiento de muros comerciales para impulsar un nuevo nacionalismo económico? ¿No son sus amenazas el cumplimiento estricto de lo que ofreció en campaña? Sheinbaum usó el alegato del mandato para sugerir que la reforma judicial era, simplemente, innegociable. La reconsideración de la propuesta de campaña habría sido, para ella, una auténtica traición. La gente votó por mi programa. No tengo más espacio que cumplir con lo prometido. Bajo la lógica de la democracia sheinbaumista, Trump está obligado a desacoplar la plataforma norteamericana, deportar millones cuanto antes e intervenir militarmente en México. Si ésa fue su oferta, ése tiene que ser su programa. 

Un populismo se mira en el espejo del otro. El régimen que pudo ignorar el daño patrimonial que significaba el abandono de un aeropuerto para cumplir el capricho del patriarca, el régimen que decidió por antojo sus obras emblemáticas, el régimen que desoyó todas las advertencias, que canceló cualquier diálogo con la crítica, el régimen que recurrió a los datos alternativos para desconocer la realidad mensurable pide asentar la negociación con Estados Unidos en la mesa de las evidencias. Sheinbaum verá en Trump la sombra de su tutor y la silueta de su propia cerrazón argumentativa.