El problema de Kamala Harris

Cada cuatro años, la elección presidencial de Estados Unidos se convierte en un fenómeno mundial, no solo por el impacto que tiene en la política global, sino también por la confusión que genera su sistema electoral. Mientras que las encuestas de preferencias electorales capturan titulares y parecen indicar quién lidera la carrera a la Casa Blanca, el verdadero desenlace se define a través del Colegio Electoral. Es aquí donde muchas personas se confunden: un candidato puede ganar el voto popular y aún así perder la presidencia, como sucedió en las elecciones de 2000 y 2016. Esto plantea la pregunta clave: ¿cómo deben interpretarse las encuestas de popularidad cuando lo que verdaderamente importa es el número de votos electorales?

Las encuestas reflejan una instantánea del sentimiento público en un momento determinado. Por ejemplo, actualmente Kamala Harris y Donald Trump están empatados en muchas encuestas nacionales, con ligeras variaciones dependiendo del sondeo. Sin embargo, estas cifras no siempre predicen el resultado final, ya que no reflejan cómo se distribuyen esos votos por estado. Es en este punto donde el sistema del Colegio Electoral cobra protagonismo, transformando los márgenes estrechos en victorias decisivas a nivel estatal y, en última instancia, nacional.

El sistema electoral estadounidense es único: en lugar de una elección directa por voto popular, cada estado otorga una cantidad específica de votos electorales en función de su población. El candidato que obtiene la mayoría de votos en un estado, generalmente se lleva todos los votos electorales de ese estado (con la excepción de Maine y Nebraska, que dividen sus votos). El objetivo no es acumular más votos en todo el país, sino ganar en los estados adecuados que sumen al menos 270 votos electorales.

Con esta estructura en mente, las encuestas de preferencias electorales deben ser interpretadas con cautela. Estados clave como Arizona, Georgia, Michigan y Pensilvania, conocidos como “estados bisagra” o “battleground states”, tienden a tener márgenes muy estrechos en las encuestas, lo que los convierte en los verdaderos campos de batalla electorales. A medida que los lectores siguen las encuestas, es fundamental que comprendan esta dinámica para no sorprenderse si la persona candidata que lidera en las encuestas nacionales no es el que llega a la Casa Blanca.

Entender esta dualidad entre las encuestas y el Colegio Electoral es esencial para seguir con claridad el desarrollo de las elecciones en Estados Unidos. Para ilustrar la diferencia entre las encuestas de preferencias electorales y las proyecciones por colegios electorales, las elecciones presidenciales de Estados Unidos han ofrecido varios ejemplos claros. Un caso emblemático es la elección de 2016, en la que Hillary Clinton ganó el voto popular por casi 3 millones de votos, pero Donald Trump triunfó en el Colegio Electoral al obtener 304 votos electorales frente a los 227 de Clinton. Esto ocurrió porque Trump ganó en varios estados clave (como Florida, Pensilvania y Wisconsin) por márgenes muy estrechos, asegurando todos los votos electorales de esos estados bajo el sistema de “ganador se lleva todo”, a pesar de no haber ganado la mayoría de los votos a nivel nacional.

Otro ejemplo fue la elección de 2000, donde Al Gore ganó el voto popular por más de 500,000 votos, pero George W. Bush obtuvo la presidencia al ganar el Colegio Electoral con 271 votos frente a los 266 de Gore. Florida fue el estado decisivo, donde Bush ganó por un margen extremadamente pequeño de poco más de 500 votos, lo que le permitió llevarse todos los votos electorales del estado.

Estos casos demuestran que las encuestas de preferencias electorales reflejan el apoyo popular, pero no siempre son un indicador preciso de quién ganará la presidencia debido a la estructura del Colegio Electoral, donde los resultados en estados clave pueden inclinar la balanza, a menudo de manera desproporcionada a los votos populares nacionales.

Actualmente, las encuestas y proyecciones electorales para las elecciones presidenciales de Estados Unidos en noviembre de 2024 muestran una competencia cerrada entre Kamala Harris y Donald Trump. A nivel nacional, la diferencia entre ambos es mínima, con Harris promediando un 49% de apoyo frente al 47% de Trump, según una encuesta reciente de CBS/YouGov. En la mayoría de los sitios que he consultado sobre proyecciones de Colegios Electorales por estado, no parece haber una diferencia medianamente cómoda para cualquiera de las candidaturas, sino, más bien, se refleja que la ausencia de ventajas claras convierte al país en una zona de feroz disputa. 

Kamala Harris y su equipo saben que esta elección no se gana con más votos en el país, sino con victorias en estados significativos. En términos de proyecciones del colegio electoral, las encuestas indican que varios estados clave permanecen como “toss-ups” (estados indecisos) que podrían definir el resultado final. Entre estos se encuentran Arizona, Georgia, Michigan, Nevada, Pensilvania y Wisconsin, todos estados en los que el margen entre Harris y Trump es inferior al 5%. Por otro lado, Trump lidera en estados como Florida y Texas, mientras que Harris tiene ventaja en estados como California y Nueva York.

Estas proyecciones son dinámicas y dependen de los cambios en la opinión pública conforme nos acercamos a la elección. Las encuestas reflejan tendencias momentáneas, mientras que las proyecciones del colegio electoral muestran el impacto de estos números en la distribución de los votos en cada estado, lo que resulta clave para comprender quién podría alcanzar los 270 votos necesarios para ganar la presidencia.

X. @marcoivanvargas