Una cuestión habitual en la comunicación contemporánea, tanto pública como privada, es el reproche, ese “echar en cara”, esa censura o reprensión por lo que se ha hecho o dicho en el pasado.
En todos los ámbitos de nuestra cotidianidad, encontramos claros ejemplos de esta actitud, mediante la cual el interlocutor trae a la mesa cuestiones anteriores, con el fin de justificar, limitar, modificar o, simplemente, descalificar nuestra opinión, nuestra propuesta o nuestra postura frente a alguna situación concreta.
Pensemos en un hipotético y simple ejemplo, que ilustra claramente lo anterior: llega Pepito (aquí con actitud seria y responsable) y dice a su mamá, a la hora de la comida, que quiere comer ensalada. Esto es, a todas luces, un progreso en su alimentación, dado que había demostrado su aversión al reino vegetal de manera reiterada en el pasado. La respuesta de la progenitora puede ser alegrarse, servir la ensalada y hablar de otra cosa; sin embargo, es muy probable que este acto de dar al hijo el plato de verduras, vaya acompañado de expresiones como “¿esta vez sí quieres comer ensalada, no como antes que siempre te negabas?” o bien “¡Vaya! Espero que esta vez sí te comas las verduras, porque siempre las rechazabas” y otras de la misma índole.
¿Abona, en beneficio de la conversación, el que se reproche a Pepito que haya seguido aquel viejo adagio de que “es de sabios cambiar de opinión” y se decidiera a incursionar en la sabiduría alimentaria?
Llevemos el caso más allá. Pensemos, por ejemplo, en esa interacción que se da en el trabajo, con los compañeros de oficina, cuando a Juan el jefe encarga algún trabajo específico, en cual es realizado de manera impecable. La actitud del superior podría ser de elogio pero, si hay algún antecedente de menor eficiencia en casos similares por parte de Juan, tal vez pudiéramos escuchar frases como “¿Qué le pasa, Juan. Hoy se decidió a hacer bien las cosas, por lo menos una vez?” o “Gracias Juan. A ver si mañana no regresa a hacer mal las cosas como siempre” u otras parecidas.
¿Mejora la eficiencia laboral de Juan con la llamada de atención del jefe a su pasado ineficiente? ¿Juan y su empleo desarrollan un vínculo de afinidad, o bien se genera animadversión hacia la empresa y sus funcionarios, lo que conlleva falta de fidelidad y solidaridad?
Pues lo mismo ocurre en el país cuando, ante un fenómeno social alarmante y de negras consecuencias, como es la violencia en contra de la mujer, se decide la población a manifestarse públicamente, como una forma de llamar la atención a las miradas de todos para atender esta situación. Enarbolando en redes sociales las banderas de #UnDiaSinMujeres y #UnDiaSinNosotras, se ha convocado a un paro nacional femenino el 9 de marzo próximo. Es, sin duda, una gran expresión social de voces que se alzan para reclamar lo que se oculta, se niega, se olvida y que es la ingente realidad de que las mujeres, en México, sufren actos de violencia y discriminación inenarrables, que deben terminar de una vez por todas.
Ante eso, López y los suyos, usan el reproche como respuesta. Basta dar una vuelta por Twitter, por Facebook y otras redes sociales para leer como se cuestiona, a quienes defienden la idea del paro, por haber guardado silencio antes, por no haber denunciado en el pasado o, peor aún, por preocuparse de esta situación y no de otras, como la pobreza o el hambre en el mundo.
¿Voces que callaron? que rindan cuentas; ¿hay quien, por no denunciar, es cómplice? que se le castigue; ¿hambre y pobreza? a combatirlos pero ¿abona en algo en beneficio de la sociedad usar esos argumentos para acallar un clamor que molesta a López, baluarte de la indolencia ante el dolor ajeno?
López y sus acólitos hacen del reproche su forma de vida. Me hacen recordar aquella frase de Mafalda que, viendo en el parque, sentados en una banca, a un par de ancianos que hablan de sus tiempos pasados y hacen reflexionar a la niña: “Lo malo de los viejos es que viven mirando el futuro con la nuca”. Así los transformistas de cuarta, que no admiten que el mundo va hacia adelante y es dinámico, por tanto, cambiante.
El paro nacional del 9 de marzo no tiene color, no tiene partido, no tiene ideología, se llama, simplemente, humanidad. Será #UnDiaSinMujeres en el que muchos alzaremos la voz también, para decir #NiUnDiaSinUstedes.
@jchessal