Entender para predecir

La madrugada del 4 de febrero de 1975, la población de la ciudad china de Haicheng, que contaba en esos momentos con alrededor de un millón de habitantes, recibió de las autoridades la orden de evacuar la ciudad en prevención de un inminente terremoto. La tarde de ese mismo día, Haicheng fue alcanzada por un sismo de magnitud 7.3 que produjo alrededor de 2,000 víctimas fatales, decenas de miles de heridos y el colapso de miles de edificios. De no haberse dado la evacuación, se calcula que se habrían producido unas 150,000 muertes. 

El sismo de Haicheng fue predicho sobre la base de diferentes indicios ocurridos a lo largo de los meses que lo antecedieron, desde incrementos en los niveles de agua del subsuelo y variaciones en los niveles del suelo, hasta cambios en el comportamiento de los animales. Se dieron también series de pequeños temblores de tierra, los cuales se incrementaron antes de la ocurrencia del terremoto y dispararon la alerta de evacuación.

El sismo de Haicheng es el primero de la historia en ser predicho. Desgraciadamente, también es el único, pues la experiencia no se ha repetido. De hecho, los expertos consideran que la ciencia de los sismos no está en estos momentos lo suficientemente desarrollada para poder predecirlos con un cierto grado de certeza.

En estas condiciones, no ha quedado otra opción que buscar desarrollar sistemas para alertar a la población una vez que se producido un temblor y pueda ponerse a salvo. Como sabemos, México tiene instalado uno de estos estos sistemas, que tiene como objetivo emitir una alerta temprana sobre la ocurrencia de un sismo en las costas del Océano Pacífico. El sistema está basado en que la velocidad con que viaja la señal de alerta -a través de un medio eléctrico de comunicación- es mucho mayor que la velocidad con la que viajan las ondas sísmicas y es más efectivo en cuanto más alejado de la población esté el epicentro del fenómeno. Así, los habitantes de la Cd. de México cuentan con aproximadamente un minuto desde que reciben la señal de alerta, antes de que arribe la onda sísmica.  

Para mitigar los efectos de un sismo potencialmente catastrófico, los expertos están también buscando predecir su magnitud a partir de la evolución de su amplitud durante los primeros segundos después de la ruptura de tierra que lo origina. Y es en esta dirección en la que apunta un artículo publicado el pasado 29 de mayo en la revista “Science Advances”. Dicho artículo fue publicado por Diego Melgar y Gavin Hayes de la Universidad de Oregón en los Estados Unidos y en el mismo hacen un análisis de una base de datos que incluye 3,000 sismos con magnitudes entre 6 y 9, ocurridos desde la década de los años 90. Estudiaron tanto datos tomados de estaciones sismográficas en tierra como datos tomados por satélites.

En su investigación, Melgar y Hayes estudiaron la evolución de los sismos durante sus primeros instantes, con el objeto de averiguar si dicha evolución contenía alguna señal que indicara con antelación cuál fue la magnitud que finalmente alcanzaron. Encontraron que de 10 a15 segundos después de iniciado un sismo es posible predecir la magnitud que alcanzará. Esto, en el caso de sismos con magnitudes entre 7 y 9.

De este modo, según los resultados de Melgar y Hayes, es posible determinar, con segundos de antelación, sí la magnitud de un sismo será moderada o potencialmente catastrófica. Esto, además, arguyen Melgar y Hayes, podría hacerse a través de mediciones vía satélite, que pueden determinar rápidamente la evolución de un sismo desde sus momentos iniciales.

 Así, si bien por el momento no es posible predecir un sismo antes de que se ocurra, aparentemente sí podemos determinar la magnitud que alcanzará segundos antes de que alcance su máximo desarrollo. Esto posiblemente no sea de gran ayuda en una situación de emergencia -dado que nada podemos hacer para evitar que el sismo alcance su máxima amplitud-, pero por lo menos nos indica que los sismos muestran -por fin- un flanco débil. 

Es decir, aunque los sismos son aparentemente todopoderosos, como parte del mundo físico que son siguen reglas que los harían predecibles si pudiéramos conocerlas. Estas reglas han sido difíciles de descubrir. El trabajo de Melgar y Hayes, no obstante, muestra que los sismos pueden predecirse, así sea solo con unos segundos de antelación, y por tanto indica que estaríamos en buen camino para descubrir qué es lo que los impulsa.  Después de todo, el objetivo de la investigación científica es entender al mundo para poder predecirlo.  

Y una vez que conozcamos las reglas que lo gobiernan, podremos predecir la ocurrencia de terremotos, no por segundos, sino por horas o días de antelación. Y no por casualidad, como aparentemente fue el caso del terremoto de Haicheng.