La mayoría de la gente estamos siempre de un modo o de otro, buscando cómo mejorar nuestra vida: en salud, en relaciones con los demás, y por supuesto económicamente; cada uno a su manera. Yo soy parte de esa mayoría a la que le gustaría que no le doliera la cabeza o que no le subiera la presión y por eso decidí desafiar una de mis grandes barreras, el frío como una metáfora de aquellos acontecimientos que como las enfermedades tenemos que enfrentar, aunque nos neguemos.
Siguiendo a una de mis hijas súper metida en la onda del yoga quien empezó a interesarse en Wim Hof conocido por muchos como “el hombre de hielo”, sin mucho pensarlo me encontré frente a la tina de hielo. Este holandés es un atleta extremo que se ha dado a conocer por tolerar heladas temperaturas. Entre sus hazañas cuenta con un récord Guinness nadando 57.7 km ¡BAJO HIELO!; un medio maratón descalzo y sobre hielo en un tiempo de 2h. con 16m, en el círculo polar ártico en shorts y sin playera y además en 2009, batió récor al mantenerse en contacto con hielo durante 1 hora, 42 minutos y 22 segundos, durante 16 veces. Él atribuye estas hazañas a su «método Wim Hof» (WHM), una combinación de exposición al frío junto a técnicas de respiración y meditación.
Sin esperar nada parecido a sus hazañas, su método nos propone desafiar la temperatura como una forma de fortalecer el sistema inmunológico, anteponiendo la idea de que todos los seres humanos tenemos la misma capacidad y que podemos desarrollar y lograr grandes cosas si nos apegamos a la disciplina que ello conlleva. Por supuesto que mi idea era la de observar y si el plan me convencía, haría el intento.
En realidad creo que para mí fue una metáfora de lo que la vida nos presenta durante todo su trayecto pues nadie escapa de situaciones que ponen en encrucijadas o bien en caminos sin retorno, forzándonos a continuar ante la imposibilidad de dar marcha atrás. Así fue para mí eso de entrar al hielo después de una mañana de ligero entrenamiento y de una introducción de un par de horas sobre el método que como mencioné antes, consiste en una combinación de cortas rondas de respiración y meditación.
No sé hasta dónde puedo llegar con esto, no creo poder saber si mis defensas aumentarán con la práctica de la ducha fría, la respiración, la contención y la meditación. Lo que sí creo saber, es que así como pude hundirme en una tina llena de cubos de hielo por dos minutos, puedo hacer muchas cosas que nunca han pasado por mi mente o que creo que no soy capaz de lograr.
No sé si este hombre está loco, si imagina la existencia de una manera inusual y excéntrica. No sé si todos podemos o él posee cualidades especiales. Ni lo recomiendo ni lo critico. Sé que así como el tapabocas, el dioxido de cloro o la existencia del coronavirus habrá quien ponga en tela de juicio su eficacia o su virulencia. Para mí , entrar al hielo, significó una metáfora de vida en donde los seres humanos llegamos hasta donde le permitimos a nuestra mente imaginarnos. Y yo quiero imaginar que puedo ir más allá.