Érase que

Estos meses parecen de vivencias, aprendizajes y definiciones o redefiniciones. Caminaba por una región boscosa y me senté un rato tranquilo en un tronco.

El clima de otoño es bastante agradable en la mayor parte del país, con excepción de las zonas que sufren inclementes lluvias e inundaciones. Son tardes soleadas y de viento refrescante que resultan claras e inspiradoras, sobre todo en las áreas más verdes o arboladas… tanto de espacios urbanos como rurales.

Bueno, pienso que cada individuo tiene ya sus propias inquietudes y responsabilidades, pero además se preocupa por lo que hace o deja de hacer quien resulta la autoridad cercana o lejana.

Incluso, ojo, hay tiempos que son más difíciles cuando el abuso y la corrupción se desbocaron en períodos pasados y se dan ahora cambios de temporada o hasta se pretenden transformaciones. Los cambios, fíjense, pueden ser muy bien intencionados pero a corto plazo suelen traer dudas, riesgos y desajustes.

Cada nueva bronca no logra que olvidemos del todo las anteriores, pero el problema es que semana tras semana son demasiadas e incluso más graves… de tal manera que nos resulta más difícil estar pendientes de tantos pendientes.

En fin, decía alguien por ahí: “El bosque se va muriendo y los árboles seguían votando por el hacha. Ella era muy astuta. Los había convencido de que por tener el mango de madera, venía a ser una de ellos”. Pero a la larga, oigan, la sagacidad personal y la intuición ocasional no son suficientes.

Tampoco se trata nada más de los gustos de un líder astuto e iluminado, sino de que los individuos en su conjunto hagan cumplir las normas o leyes (incluidas las de la naturaleza), y que además se aseguren de que funcionen las instituciones. Hay quienes afirman que del dolor va a surgir un grupo de “ciudadanos invencibles”, aunque también se habla de la sabiduría del “pueblo bueno” o de “la gente”.

No creo que haya alguna nación que en realidad quiera ser gobernada por un pasivo tronco o por una agresiva serpiente. A aquél, “humanista”, no le caerían mal algunos desalmados para enfrentar a los desalmados, ya que a veces hay que matar para no morir, en tanto que una matona podría complicar las cosas pero igual ayuda a evitar excesos del enemigo.

Surgen aquí dudas de si resulta aconsejable combatir la maldad con bondad. Sucede que quien más cuenta en este país afirma que “no se puede enfrentar la violencia con violencia” y que “la paz es fruto de la justicia”. Suena bonito… lo malo es que son aspiraciones con elementos ideales o hasta utópicos, pues nadie dijo que el mundo fuera justo y no vamos a esperar a que haya trabajo, buen salario e igualdad social.

Tenemos que hacer algo urgente mientras se avanza hacia objetivos más distantes, incluida la educación. Si no se actúa con coherencia y resultados concretos, se corre el peligro de que quiera intervenir el monstruo anaranjado de la comarca vecina. Y esto, sin duda, sería muy grave.

Miren, el centro tiende hoy a encargarse de todo pues no confía en los demás: autoridades locales a las que se considera corruptas, pero sin deslindar culpas reales ni actuar con sanciones y posibles correcciones. Esto incide como parte de una impunidad que nutre la corrupción, si bien ahora interesa más ver hacia delante no sólo ante la deshonestidad sino también en contra de la pobreza y la desigualdad.

Nada de ello es fácil, aunque se insinúen soluciones raras y muy rápidas frente a una corrupción que ya desapareció de arriba a abajo o una pobreza que se abate con la repartición de dinero. La desigualdad es aún más difícil de revertir y, por supuesto, nunca va a desaparecer.

Ésta es pavorosa en nuestro país y, en los extremos, viene a ser contraproducente no sólo en términos sociales sino económicos. Con todo, la desigualdad siempre es real y la igualdad es más bien una lejana aspiración que a menudo brota en los discursos: aquélla vendría a ser natural en el origen y desarrollo de los seres vivientes y de países o sociedades en sus regiones y oportunidades… nada crece o avanza parejo y, claro, el mérito también influye.

Lo desigual podrá atenuarse pero nunca se va a eliminar en forma sostenida, además de que las ideas de distribución y redistribución suelen resultar ingenuas y limitadas. Viene a la mente eso de que el mundo no es justo, y hay que forzar la justicia (sin que sea peor, si se desestabiliza una sociedad o se mata el crecimiento económico).

El elitismo no es nada popular y a menudo se ve despreciado. Pero sucede que no somos creados iguales y luego nos volvemos muy distintos: hijos o hijas bonitas, listos o tontos, flojos o trabajadores, temerarios o espantadizos… nos convertimos en ricos o pobres, aptos o incompetentes… Por ahí también con tantos tipos de plantas, animales o minerales.

Frente al fracaso o la mediocridad, el éxito hace la diferencia aunque a algunos (perdedores o resentidos) no les guste. El crecimiento desequilibra y abre brechas entre países o regiones: digamos, hay cinco miembros permanentes en el todopoderoso Consejo de Seguridad de la ONU (Inglaterra, Estados Unidos, Francia, Rusia y China). Un ejemplo deportivo sería una carrera de 100 metros con 10 competidores, y al que gana le podríamos decir: “¡Usted es elite!… es elitista, pues”.

Las grandes batallas pueden parecer injustas y el público tiene derecho a saber o no saber, pero no necesariamente es el caso para quien se ubica dentro del ruedo o escenario.

Sí, es este un bello país con algunas cosas muy feas, tanto reales (violencia, pobreza) como inventadas (golpe de Estado, mala fe contra el gobierno), y de casi todo tienen que dar cuenta mandatarios… y mandantes con sus respectivos derechos (poco humanos frente al crimen… y humanos ante el poder). O ¿cómo ven?

EN SAN LUIS POTOSÍ y otros estados se ha buscado con cierto éxito que no nos arrastren los vendavales nacionales e internacionales, pero esos blindajes tienen límites y tendrán que redoblarse esfuerzos hacia fases que podrán ser más complejas. Ya es posible observar esto en lo económico, lo presupuestal, las inversiones, el campo, la seguridad, la salud y la educación.

A la capital del estado se le puede aplicar algo similar, aunque en la Presidencia Municipal la actitud ante la impunidad de los antecesores ha sido diferente a la del Gobierno del Estado y a la del ‘Punto Final’ de la 4T. Será necesario medir, evaluar y comparar en términos de costo-beneficio.

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