“México, contigo, México,
para entregarte día a día
un país con libertad”.
Estrofa,
Himno de la Policía Federal
Cuándo le indicaron allá por el año 2000 en San Luis Potosí, en el patio de la Academia Superior de Seguridad de la Policía Federal, de que había aprobado satisfactoriamente los exámenes de ingreso y que debía cursar un año de estudios para poder graduarse en una, o quizás, la mejor policía de México, no cabía de la emoción.
José había pasado por tiempos duros, siendo aún joven la vida ya le había dado unas buenas cachetadas, o como le decía su viejo – A las vivas, por que más temprano que tarde alguien te romperá el hocico-. Impetuoso como era, sabía que había que sentar cabeza, antes que lo sentarán de nalgas de un buen madrazo. Sabia poco de la policía, sus primeros encuentros con la ley no fueron precisamente agradables. De adolecente había sido detenido sin más, al ir caminando en una noche de verano con su novia, que después se convertiría en su esposa, por un cuarteto de policías municipales obesos que habían bajado de una patrulla toda destartalada y despintada, con un faro fundido, mismos que lo habían despojado de 100 pesos, de no ser que en un costado alcanzó a leer “H. Ayuntamiento de San Pedro de los Ajolotes”, hubiera sido cualquier pick-up, de cualquier pueblo olvidado del bajío.
Empezaba un nuevo siglo, después de setenta años el partido hegemónico en el poder, había sucumbido ante el partido de la Derecha, la expectativa de la gente era muy grande. Por fin México iba a entrar en la modernidad y en el concierto de las naciones, a alguien le había oído esa cursilería y le parecía cómica. En la Academia de Policía le habían hablado de la mística, la mística policial, ¡Siéntase orgulloso! Le gritaban en el patio de Honor, su fuerza interior superará todos los inconvenientes que se le presenten, Usted podrá sortear cualquier ataque del delincuente, ya que la mística del policía federal lo mantendrá a la expectativa siempre, con un equilibrio personal, por arriba de cualquier policía en México. En verdad, José creía todo lo que le decían en la Academia, se graduó con un profundo amor y lealtad a la Institución y al Gobierno en general, sabía y daba por hecho el dar su vida en defensa del ciudadano. Al salir y ya estando en servicio le comentaban los viejos policías, que ahora las cosas estaban cambiando para bien, que antes, había que dar dinero para todo, patrullas, armas, fornituras, días de descanso, arrestos y que aparte había que dividir entre tres lo que uno le robaba a la gente en las calles, que había mucha corrupción antes, pero ahora, con la llegada del nuevo gobierno y la unificación de todas las policías federales en una sola y en una Secretaría, todo iba a cambiar para bien.
Así pasaron los años y poco cambio en el entorno, José, transitó por casi toda la república comisionado, pasó hambres, desvelos, peligrosos contra su vida, subió de peso, se volvió hipertenso, tenía el colesterol alto, los triglicéridos ni se diga. Al cabo de diez años parecía como de un hombre mayor y su salud física fue menguando poco a poco. Eso no le preocupaba tanto, sino su salud mental, padecía depresiones, no dormía, su agresividad salió a brote muy pronto y quedo pasmado de cuanta ira tenia y que era capaz de aflorar por casi nada que valiera la pena. Así, empezó a envejecer, su familia se volvió un desastre, resolviendo divorciarse y sus hijos, pues, como decían en su pueblo “Los fracasos de los hijos son los errores de los padres”.
José siempre estuvo a la altura de su encomienda, era un policía honesto, cabal, derecho, profesional. Algo raro en los tiempos actuales, pero como él, había hombres y mujeres de su mismo calibre y como decía, nosotros compensamos a la institución, somos la balanza. Pero casi todos tenían el mismo problema sintomático: ansiedad, impotencia, miedos, culpa, problemas cardiacos, angustia y grandes preocupaciones por sus familiares ausentes casi siempre, sueldos inestables que apenas alcanzaban para irla librando.
Así, vio pasar gobiernos y con ellos políticas públicas de seguridad de antología: vete pa´ allá, ahora vente pa´ acá, quédate allí, muévete pa´ acá, quítate eso, ahora ponte esto, vigila allá, ahora ya no, vigila para allá, ahora estudia esto, ahora estudia esto otro, ya no estudies eso, ponte éste uniforme, ahora éste otro, más un largo etc.
Estaba a punto de retirarse del servicio policial, cuando volvieron las elecciones presidenciales para Presidente de México, con un candidato carismático y que prometía “cero corrupción y honestidad”, “ver por los que menos tienen”, (José era uno de ellos, por buey le reprochaban de vez en cuando sus compañeros). José volvió a creer en tiempos mejores, no renuncio, al fin van a cambiar las cosas en la policía ahora que gane este señor, decía.
Y sí, gano la Presidencia de la Republica y por mucho, sin embargo tristemente nunca vio con buenos ojos a su policía, “pagaron justos por pecadores” ya la consideraba que no estaba a la altura de las circunstancias y que estaba echada a perder, criminales uniformados.
TAPANCO: José entonces quiso renunciar y no lo dejaron, le dijeron que se debía incorporar a una nueva Guardia con Militares y Marinos. José ya tiene 45 años, sin embargo parece de 55, ve su horizonte muy negro, esta resentido, tiene rabia en sus ojos y dolor en su corazón, se siente traicionado. Es un hombre en llamas, no tiene nada que perder, todo lo perdió al dar su vida siempre leal y patriótica en una institución federal, que está por convertirse en cenizas. ¿Cuántos José habrá?
Francisco.soni@uaslp.mx
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