Escuchar al pueblo

Un nuevo estilo de gobernar se delinea en el horizonte mexicano. Es el estilo AMLO, caracterizado por, entre otras virtudes, consultar al pueblo sobre temas de trascendencia nacional. Se trata de una muestra de voluntad política encomiable, independientemente de las posibilidades ya contempladas en la Constitución Política Federal en su artículo 35, fracción VIII. Como lo señalamos aquí la semana pasada, el mandato más caro de los electores en la histórica jornada comicial del primero de julio es claro: conducir a México hacia la reconciliación nacional y, para ello, uno de los primeros pasos que plantea caminar el gobierno electo es el de impulsar la pacificación del país.

Para lograr la pacificación del país, el gobierno electo propone una amplia como plural consulta al pueblo mexicano, contemplando recabar “la opinión de líderes sociales, religiosos y expertos en la materia, así como de las víctimas y sociedad en general”, para “elaborar una ley de amnistía y un plan de seguridad efectivo, con pleno respeto a los derechos humanos” (en “La Jornada”, 7 de julio de 2018). De entrada, lo que destaca, para bien, es que no se trata de un diálogo limitado en el plano de las élites gobernantes y partidarias, tipo “Pacto por México” que el gobierno de Peña Nieto consideraba, en el inicio de su mandato, como el remedio de los graves problemas nacionales.

Por el contrario, el famoso “Pacto por México” terminó sirviendo a los intereses sectarios de unos cuantos potentados (de fuera y dentro del país) para hacer grandes negocios con el patrimonio nacional, mediante las mentadas “reforma estructurales”, señaladamente la energética. A la postre, en el pecado llevaron la penitencia los priistas impulsores de esa reforma, toda vez que el “gasolinazo”, consecuencia inmediata de la pretendida “modernización petrolera” y experimentada con enojo por toda la población mexicana, sería la gota que derramaría el vaso de tantos agravios acumulados, cobrando la factura a ese partido y propinando la más humillante derrota electoral de que se tenga memoria.

Hay que recordar cómo los “prianistas” se opusieron a la consulta popular para decidir sobre la reforma energética, dándole “tormento a la Constitución” (diría un clásico), tergiversando el espíritu de la ley suprema de la nación que ofrece, como derecho de la ciudadanía, votar en consultas sobre temas de trascendencia nacional… y ni modo que no fuera de “ídem” para todos los mexicanos la mentada reforma. Lo que siguió fue el colmo de la manipulación, llegando al extremo de plantear “la consulta de la consulta”, con el propósito de descarrilar cualquier participación de la gente en ese tema y, a la vez, planteando otras consultas sobre temas que consideraban “más importantes”, léase harto demagógicos (como disminuir los escaños de representación federal el PRI o aumentar el salario mínimo el PAN).

Escuchar al pueblo es hoy una necesidad vital para cualquier ejercicio político que aspire a ganar legitimidad y eficacia. Ese es el enorme mérito de AMLO y que ha sido reconocido con el sufragio ampliamente mayoritario de la población en su favor. Pero se trata de un ejercicio permanente y, por eso, nada mejor que atender lo que un destacado intelectual como Adolfo Gilly propone para el futuro inmediato, a propósito de la anunciada gira nacional de AMLO antes de tomar posesión de su encargo: “pedir en cada uno de los lugares, grandes y pequeños, que hombres y mujeres, niñas y nuños, escriban cartas a Andrés Manuel López Obrador, que le digan de sus esperanzas, sus necesidades y sus agravios, que lo escriban con su propio estilo y ortografía, que así digan con sus letras su confianza en que serán escuchados y atendidos” (en “Paisaje después de una victoria. Memorial de agravios”, en “La Jornada”, 6 de julio de 2018).

Lo importante, aquí sí, entonces, es la voluntad de dar un paso adelante y no dos atrás, avanzando en acciones concretas que abonen a los objetivos que el gobierno electo se ha planteado como prioridades que hay que atender en el marco de la reconciliación nacional, empezando por “cerrar el ciclo de la guerra y la violencia que sufre el país, sin pasar por la impunidad”, construyendo “una cultura de la paz para incentivar a los grupos sociales vulnerados a alejarse de la ilegalidad, para liberar a las actuales y futuras generaciones del odio y la violencia, para asegurar que la tragedia propiciada por la inseguridad no se vuelva a repetir” (Ibid., 7 de julio de 2018).

Para quienes ya presionan a que, aún sin tomar posesión de su encargo, AMLO transforme el país, cabe señalar que, con todo y el rezago acumulado, ya se dan pasos en firme como el aquí mencionado, destacando que, junto con los medios planteados, es la férrea voluntad de cumplir con la responsabilidad histórica que el pueblo ha mandatado lo que mantiene viva la esperanza del cambio.