La vecina de doña Frustracia, esposa de don Languidio, le hizo una pregunta: “¿Sabes cuántos segundos tiene un mes?”. “¿Segundos? -respondió con acrimonia la mujer-. ¡Ya quisiera yo un primero!”... Me contaron de un sujeto que subió a su hijo de 5 años de edad a lo alto de una alta mesa y le ordenó: “Lánzate hacia mí. Yo te recogeré en mis brazos”. El pequeño dudaba. La altura y el salto lo hacían vacilar. “No tengas miedo -lo animó su padre-. Aviéntate. Yo te recibiré”. Con tal promesa el chiquillo se arrojó hacia los brazos de su padre. Éste se hizo a un lado y la criatura se dio un tremendo porrazo contra el suelo. Sin conmoverse por el llanto de dolor del niño le dijo el individuo: “Esto te enseñará a no confiar jamás en nadie, ni siquiera en tu propio padre”. Tengo serias reservas sobre la calidad de esa lección paterna, pero declaro que yo siempre he confiado en mi prójimo. De otro modo nunca me subiría a un elevador ni tomaría un vuelo en jet. Sé que en el mundo abundan los bribones y los pillos -y las pillas y bribonas, digámoslo para cumplir con la equidad de género-, pero más quiero estar en el lado de los tontos que en el de los malvados. Éstos en una u otra forma tarde o temprano tienen su castigo. Prefiero por eso ser el que compró la Torre Eiffel, y no el que la vendió. Digo todo esto a propósito de la encuesta publicada ayer por Reforma, en la que Claudia Sheinbaum aparece como segura ganadora de la elección presidencial, con una amplia ventaja sobre Xóchitl Gálvez. Confío plenamente en la validez de los datos obtenidos por los encuestadores, y no tengo ninguna duda sobre los resultados de esa encuesta. Desde luego ni siquiera la contundencia de los números me hará modificar mis convicciones. Sigo pensando que Xóchitl Gálvez representa la mejor opción para el país, y reitero mi convicción en el sentido de que un voto por Morena es un voto contra México. Pero a la vista de esos datos me permito exhortar a quienes votarán por Claudia Sheinbaum a que no le den todo el poder. Sigue siendo cierta la admonición según la cual el poder corrompe, y el poder absoluto corrompe absolutamente. Ejerciten los votantes en favor de Sheinbaum lo que se llama el voto cruzado. Voten por candidatos no morenistas para los cargos de diputado y senador, de modo de evitar que la Presidenta tenga un poder absoluto que le permita reformar la Constitución a su antojo, con grave peligro para la libertad y la democracia. Voten para elegir una Presidenta, no una dictadora. Y la mejor manera de evitar esa ominosa posibilidad es eligiendo un Poder Legislativo que sirva de freno y contrapeso al Ejecutivo, limite sus acciones y lo haga fincar todos sus actos en la legalidad. El hecho de no tener un Congreso incondicional será de beneficio para la misma Presidenta, pues le permitirá resistir las consignas que de seguro recibirá de quien le entregó el bastón, pero que no se mostrará deseoso de entregarle el mando. Lo dicho no significa en modo alguno reconocer que este arroz ya se coció. Vuelvo a evocar la frase de Yogi Berra, filósofo a más de beisbolista: “Esto no se acaba hasta que se acaba”. Sorpresas grandes hay en la política, y aunque en este caso un triunfo de Xóchitl Gálvez no sería sorpresa, sino milagro, no está por demás recordar que la última palabra la tienen los ciudadanos en las urnas. Quienes amamos a México no desesperemos. Emitamos nuestro voto en pro de la libertad y de la democracia y esperemos... Noche de bodas. Acabado el primer trance de amor la ingenua novia contempló la entrepierna de su maridito y exclamó desolada: “¡Te juro que no me la quería acabar!”. FIN.