Familia y escuela Capítulo 142: Ciclos, perspectivas y horizontes

Una de las grandes lecciones por aprender, no solo fomentadas por la escuela y las familias, sino por y para la vida misma, sin duda, es el entender que estamos inmersos en ciclos, que son interpretados bajo nuestra propia perspectiva y horizontes por perseguir.

Los ciclos son invariablemente parte de la naturaleza misma, con esa característica de cumplirse infaltable e inevitablemente, querámoslo o no, porque no están dispuestos a nuestros caprichos o a nuestra soberbia científica de dominarlo e imponerlo todo con nuestros cálculos, artefactos y adelantos tecnológicos; porque, aún con todo ello, se cumplen.

Es así que ocurre el día y la noche, la vida y la muerte; los inicios y fines de temporadas como la calendarización de los días agrupados en meses de un año o las celebraciones festivas religiosas como la natividad de ese ser extraordinario que da origen a la tradición filosófica cristiana u otros eventos simbólicos de otras religiones.

Como seres humanos debemos entonces aprender que estamos incluidos en ellos y que la enseñanza, no consiste solamente en aceptarlos como si fuera una historia escrita y nosotros los actores que debemos representarla siguiendo el guión preestablecido.

El ciclo es solo la base, porque de acuerdo con el contexto que nos rodea, la situación específica que vive cada persona en su tiempo y espacio, así como la circunstancia con la que cada uno se encuentra, cada ciclo se interpreta de forma diferente y sobre todo, desde una perspectiva personalizada.

Mientras que el guión preescrito de las celebraciones religiosas y de fin de año, es tradicionalmente enfilado hacia la reflexión y a una perspectiva de paz y armonía, se ha ido tergiversando su sentido original hasta transformarse social y culturalmente en una festividad en ocasiones desmedida y con múltiples excesos, como un escape o descanso de la realidad que vivimos.

Es un momento sin duda necesario, cuando se hace una pausa casi mágica, en donde en apariencia el tiempo se detiene, al menos por una noche, olvidando el trajín de las problemáticas cotidianas, pero que, al día siguiente, nuevamente a continuar viviendo cada uno en su propia realidad.

Desde luego que no es una postura negativa el proponerse la felicidad, momentanea o duradera, con esa noble actitud de abrazar y desear cosas positivas a todos quienes nos rodean; lo que tenemos que entender es que para cada quien tiene una perspectiva diferente y que no para todos es el paisaje nevado y lleno de luces multicolores y regalos.

El horizonte que se genera de estos contextos y sus formas de vivirlos, es en cada caso distinto, porque mientras que muchos hogares están en el clímax de la felicidad, para otros es estar a la expectativa y esperanza de sanación de algún familiar enfermo o, como personal de salud en un contexto hospitalario; para algunos más, el momento es de trabajo, cuidando la seguridad en las calles o transportando personas por aire o tierra;  otros, en la soledad y desamparo o subsistiendo del recuerdo de algún ser querido que ha partido. Lamentablemente existen las situaciones de violencia y literalmente en estado de guerra entre países o contra uno mismo, en la oscuridad que causa el consumo de sustancias. 

Es cierto, no se puede pedir un mundo perfecto; lo que se tiene que fomentar entonces como lección de vida, es el reconocer la pertenencia a ciclos y que dentro de ellos hay reglas que inexorablemente se van a cumplir, pero lo que de éstos se desprende como enseñanza, es el ubicar nuestro contexto y plantear, en consecuencia, no las rutas que de manera general el comercio y el consumismo proponen como recetas mágicas para ser feliz, sino el propio y específico horizonte a seguir.

Estamos a punto de cerrar un ciclo, medido por 365 días y unas cuantas horas más; por lo que, de acuerdo con su contexto y perspectiva del fin de año, muchos siguen las rutas, por supuesto válidas, para festejar de manera opulenta o sencilla, en el hogar, en restaurantes, salones, playas o países extranjeros; laborando en diferentes tipos de trabajo o bien, en compañía de familiares o solamente con su mascota, incluso, hasta en la más completa soledad; después de ello, no olvidar que el horizonte a seguir el día de mañana es la búsqueda del bienestar.

La felicidad no es una, ni única, mucho menos es esa que se compra en paquetes promocionales, sino la que habremos de planear todos y cada uno de nosotros día con día de forma diferente, como nuestro horizonte de vida.

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