Desde un punto de vista social y cultural, el que ciertas costumbres y hábitos instaurados durante cientos de años se puedan llegar a cambiar o simplemente a modificar, parecía algo imposible, sobre todo en poblaciones latinas y particularmente en México; sin embargo, hasta la roca más resistente se vuelve porosa, ante el constante y persistente toque de una frágil gota de agua.
Para todos los que nos dedicamos a trabajar, convivir y tener trato con la materia prima más delicada y valiosa que existe (los seres humanos), debemos tomar en cuenta que la dinámica propia de las sociedades, ha llevado a generar “porosidades”, cambios y adecuaciones en algunos grupos sociales, los cuales han presentado situaciones que han tenido que solventar de la mejor manera posible.
Dichos cambios, han planteado nuevos escenarios tanto para quien los experimenta, como para quien los observa y tiene que tratar con ellos; solo por mencionar algunos: se modifican lenguajes y formas de comunicarse, en otros se ha tenido que cambiar formatos y hojas con registro de datos personales; otros más, implican modificar costumbres y hábitos sociales; sin contar con todas las adecuaciones a los aspectos legales que conllevan.
Tal es el caso de las familias monoparentales, de las cuales las más conocidas son las llamadas de “madre soltera”; éstas, han sido social y moralmente criticadas (ver artículo: Familia y escuela, Capítulo 13: Madre soltera, publicado en PULSO, 17 de junio 2020), pero reconocidas, incluso legalmente; sin embargo, el aceptar de manera abierta la existencia de familias de “padre soltero”, sí que ha sido una ruptura con los convencionalismos culturales existentes en estos países y una lucha por la igualdad de sus derechos.
Esta ruptura, representa un cambio en las ideas originales de la maternidad, en donde por ascendencia de sexo y de género, era la mujer la encargada, no solo de dar a luz y alimentar desde su cuerpo al bebé, sino de tener el rol de encabezar la crianza de los hijos. La figura maternal se presentaba de esta manera en innumerables dibujos, logotipos de instituciones de salud, estatuas, posters y campañas publicitarias como algo insustituible.
Ahora, las familias en donde los padres asumen esta condición, se encuentran definidas por su característica de estar encabezadas por un varón, con hijo (s) y sin la presencia estable de un cónyuge. Dicha situación se puede presentar ante el abandono, el divorcio o el fallecimiento de la pareja.
En otro de los casos, se puede generar de manera previa al establecimiento formal de la pareja como familia (civil, religiosa o de unión libre); es decir, ante la situación de embarazo no planeado y la negativa de vivir en pareja, ella opta por dar a luz, pero dejar el producto en manos del varón para sus cuidados y crianza.
De igual forma y aparentemente de manera menos frecuente, encontramos la decisión por parte del varón de formar este tipo de familia, obteniendo sus hijos de distintas maneras; incluso biológicamente, mediante lo que se conoce como vientre subrogado, contratado u ofrecido de manera voluntaria; aunque la legalidad de esta práctica no está aceptada en todos los Estados de la República Mexicana.
De acuerdo con cifras del INEGI (2017), la situación socio demográfica de los hombres mayores de 15 años en México estaba compuesta por un 32.4 % de solteros, contando con solo un 41.1 % de casados; en tanto que, el 18.2 % se encontraban en situación de unión libre; por su parte, los varones con hijos y sin cónyuge ascendía a 8.3 % de la población masculina, estando separados, divorciados o viudos. Lo anterior resultó en que un 2.9 % del total de hogares en nuestro país, es decir, 993 935 se encontraban encabezados por familias de padre soltero.
Más allá de que estemos de acuerdo o no, con el establecimiento de esta forma familiar, es una realidad que se presenta y que está en aumento; en situación de igualdad social, deben contar con todos los derechos y obligaciones; pero, además, deben desarrollar íntegramente todas las funciones (apoyo económico, educativo, moral, afectivo, etc.) atribuidas a cualquier familia.
En contraparte, los que trabajamos con personas (profesores, trabajadores sociales, médicos, enfermeros, medios de comunicación, etc.), al tratar con integrantes de este tipo de familias, más allá de emitir prejuicios hacia ellos, se debe tener la capacidad de entender su estructura, su dinámica y funcionamiento; para que, a partir de ese conocimiento, sacar el mejor provecho de su situación.
“…para mí, como maestra de primaria con más de 20 años de servicio, con una familia en donde comparto mi vida con mi esposo y tres hijos varones; siempre había sido una fecha especial el “día de la madre”, seguramente porque ellos me festejan de manera muy emotiva.
El gusto por celebrar entusiastamente esa fecha lo proyectaba con mis alumnos, no había año y generación en donde no hiciera festivales, comidas y hasta regalos para las mamás; pero en esta ocasión fue diferente…
Estaba preparando el festejo, como lo hacía siempre, comisiones para una cosa, encargos para otra, invitaciones, programa, etc. Pero notaba que algo estaba ocurriendo con el grupo, no los veía entusiasmados; en el receso pedí que viniera una de las niñas con las cuales tenía mayor comunicación y confianza, le pregunté qué ocurría con sus compañeros, ella agachó la cabeza y me dijo: …es que, no todos tienen mamá.
Ese día ella, mi alumna, me enseñó con toda claridad un aspecto que, para educar integralmente, se debe tener en consideración siempre”
¿Eres padre soltero?
Primero que nada, como fue el caso del reconocimiento hacia las madres solteras, te expreso mi respeto y la seguridad de que se tiene claro que a ningún tipo de familia le es fácil desempeñarse como tal, no hay recetas ni fórmulas comprobadas. Existe la disposición de planear e ir avanzando paso a paso en la consecución del objetivo final que es: el bienestar de sus integrantes.
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