No cabe duda de que el rumbo que la educación ha tomado es el de la ruta hacia el pragmatismo; es decir, enseñar y aprender todo aquello que reporta una utilidad práctica, directa, material y de únicamente beneficios personales, no obstante que para ello se dejen de lado algunos elementos benéficos para el resto de las personas.
En este sentido, al paso de los tiempos y las necesidades, acciones y metas que la propia sociedad de consumo va imponiendo, han quedado algunas lecciones en el olvido, dedicando más tiempo a las actividades que son consideradas “más importantes”.
Me refiero a los valores cívicos, esos que sirven “nada más” para fomentar, con su práctica, las acciones y conductas personales que provocan una cohesión y la positiva conformación y desarrollo de un orden social; solo por mencionar algunos de ellos, tenemos al Respeto, Solidaridad, Responsabilidad, Justicia y Honestidad.
Resulta claro que la educación cívica, mediante la práctica y fomento de esos valores, son tanto o más importantes que cualquier contenido científico o técnico especializado; ¿de qué serviría la persona egresada de una licenciatura o posgrado afamado, si sus prácticas sociales son deshonestas, irresponsables y sin respeto por los demás o por el medio ambiente?
Desde luego que estamos entendiendo a esta forma de educar de manera integral y diversificada, como ese proceso que se genera en todos los espacios de interacción personal y grupal como es el caso de familias, medios de comunicación, centros religiosos, laborales, deportivos y de recreación entre otros y, no solo el conferido a los planteles escolares.
Para el caso de estos últimos, es cierto que desde el preescolar hasta algunos estudios y carreras profesionales, existen ya asignaturas y campos formativos que abordan en sus temáticas diferentes tipos de valores cívicos hasta elementos éticos de la profesión; desde luego que este avance es importante, pero no es suficiente, dado que al caer en el rango de ser “enseñados” como si fuera alguna materia evaluable cuntitativa o cualitativamente, nada asegura su práctica fuera de esos planteles escolares.
De todos es bien sabido que los valores, en este caso los cívicos, no se enseñan cual contenido científico o fórmula matemática, más bien se practican y se fomentan diariamente con todas las acciones y conductas que realizamos frente a los demás.
Es por lo anterior que, estas lecciones perdidas se pueden “enseñar” si todos, en nuestro ámbito de desarrollo e interacción social, actuáramos con justicia y respeto, con responsabilidad y honestidad ante todas las situaciones que nos toque desempeñar y experimentar cotidianamente.
Es entonces que tendríamos a los padres de familia recuperando estas lecciones olvidadas siendo observados por todos los miembros de su hogar, actuando y al mismo tiempo fometando estos valores.
Tendríamos a los maestros de escuela, los cuales más allá de que dicten o conduzcan sus clases de cualquier nivel educativo, con excelencia y pulcritud pedagógica y técnica, con acciones que muestren, más que su plan de clase, a su persona, con el trato justo y respeto por sus alumnos; mostrando en cada acción toda la gama de valores cívicos olvidados detrás de una numérica y fría calificación.
Estarían también todos los que promueven la fe, mediante las diversas facciones y orientaciones religiosas, actuando de manera congruente con su doctrina, predicando con su ejemplo ante todos los fieles que los siguen.
Qué decir de todos aquellos que ostentan un cargo público, encargados de dirigir, mediante la aplicación del poder político y la administración, los rumbos del bienestar común de los habitantes; imaginemos el simple hecho de concebir a todos ellos, actuando con honestidad, justicia, responsabilidad y respeto hacia su persona, familia y población en general; de cumplirse esta encomienda, serían excelentes maestros al difundir con su ejemplo diferentes valores cívicos.
En la misma encomienda tenemos a los comunicadores, creadores de contenido, trabajadores de la salud, cuerpos policiacos y de la guardia civil; en fin, a todos los que de una u otra forma tenemos actividades con interacción e influencia grupal.
Existe, para los que creemos en la educación integral, mucho de nostalgia y muy probablemente más de objetivos idealistas y utópicos; pero, ante las lecciones y fomento de valores cívicos que van quedando en el olvido, estamos en la lucha y necesidad urgente de su rescate y enseñanza mediante su práctica y fomento.
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