Familia y escuela Capítulo 209: ¡Sorpréndeme!

Resulta altamente valorado el llevar a cabo el proceso educativo siempre de la misma manera, con las mismas herramientas y métodos; usando las mismas técnicas para enseñar y aprender, mediante un control absoluto y preciso de las dinámicas, ejercicios y resultados, así como del tiempo y las acciones desempeñadas por parte de quien enseña y quien aprende.

Sin embargo, el hablar de educación con tal precisión, bien se podría aplicar perfectamente a la programación de máquinas y artefactos mediante procesos robóticos y específicamente determinados para realizar alguna acción con resultados exactamente esperados y comprobados.

Cuando esta serie de procesos educativos empleados de esta manera técnica y precisa, se aplican a personas, por principio de cuentas se enfrentan a características totalmente humanas, como la posibilidad de cometer errores, la presencia de aspectos sociales y culturales distintos en cada uno de ellos, elementos psicosociales como las emociones, actitudes y conductas propias de cada personalidad y un sinfín de aspectos más, que distan mucho de ser catalogados como “precisos y siempre con la obtención de los mismos resultados”.

Desde luego que me refiero a educar y aprender, como ese proceso que ocurre entre las distintas experiencias sociales que de manera formal ocurren en instituciones escolares, pero también, de manera no formal en los distintos espacios de agrupación e interacción personal en instituciones familiares, laborales y en general en todas las formas en que los procesos comunicativos interpersonales se entrelazan.

Es un hecho que estamos ante un proceso educativo rígido y, en aras de volverlo técnico y científicamente comprobable y exacto, se prefiere el apegarse a lo formalmente establecido, siguiendo fielmente programas, planes, manuales y pasos a seguir para cumplir con la misión de ser excelentes maestros, padres de familia, comunicadores y demás actores sociales, no obstante que, como hemos dicho, esto es propio de la programación de máquinas.

Desde luego que la educación apreciada de esta manera, provoca cursar materias con un “sin sentido” con episodios generalizados de extremo aburrimiento y tedio, además de fomentar conductas solamente repetitivas y copiadas del modelo prescrito; bastaría con observar como padre de familia o ser maestro de cualquier nivel educativo para corroborarlo.

Cuando alguien rompe este proceso, es decir, cuando el hijo de familia o alumno es tomado en cuenta desde su especificidad y no es uno más de los hermanos o un número más en la lista de asistencia; cuando las dinámicas de enseñanza y formativas a las que son sometidos logran tener un sentido y plantean una opción y forma de ver la vida de manera diferente, el resultado es de sorpresa.

¡Sorpréndeme! parecieran decir todos ellos.

Para el caso de las familias, sorprenden los padres que con sus hijos han sido tan atingentes y han procurado no ser dictatoriales y emprender una educación de solo seguir irrestrictamente las reglas qe impusieron so pena de ser castigados y, en lugar de ello, explorar sus habilidades, fortalezas y debilidades al variar las acciones en el hogar y hacerles parte de la obtención y fomento de una responsabilidad al solicitarles, desde pequeños, que emprendan su propio proyecto o que tomen sus propias decisiones y asuman consecuencias al intervenir como parte de las soluciones en conflictos y actividades de la casa; así como el proponer las actividades culturales o deportivas que desean realizar o, incluso, en su momento, la actividad profesional que ellos desean desempeñar.

Con los docentes es más evidente la forma rígida de enseñar y provocar el aprendizaje en sus alumnos, puesto que muchos sólo desarrollan fielmente y, en ocasiones, con alta calidad técnica, los contenidos de un programa de estudios, corroborando con un examen que ellos lograron totalmente el objetivo de repetir de manera precisa lo que vieron en clase y que, además, estaba prescrito literalmente en un libro.

No se trata de desvalorizar los contenidos básicos y científicos que toda persona necesita conocer y aplicar; más bien, es reconocer que la “perfección” que se logra al obtener todos al mismo tiempo, de la misma forma y con las mismas dinámicas un número como calificación, no es suficiente para fomentar una educación integral para la vida, pero, además, al tener simplemente como finalidad la obtención de esa calificación, es completamente aburrido y carece de sentido aplicativo en la vida diaria.

Conozco docentes, de diferentes niveles educativos, que ya han logrado romper esta mecánica educativa y, al reconocer el carácter de “humano” en sus alumnos, se han atrevido a ser diferentes e ir más allá de los acartonados objetivos escolares, proponiendo dinámicas y técnicas mediante las cuales han sacado a sus pupilos de ser meros robots y espectadores a incluirlos activa y dinámicamente en la obtención de un conocimiento o la resolución y logro de algún proyecto planteado por ellos mismos, incluso autoevaluándose, sin esperar un examen que corrobore lo aprendido.

Comentario de un alumno de primaria: “…Mamá, vámonos ya a la escuela, quiero llegar temprano y ver con qué me va a sorprender mi maestro”

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