Familia y escuela Capítulo 246: La educación y la felicidad

El fin último de la existencia y el motivo que mueve y encamina todas las acciones de las personas, debiera ser la búsqueda de la felicidad y un estado de bienestar.

Se tiene claro que la felicidad no es esa meta única y generalizada para todas las personas; es decir, aunque el universo materialista que nos rodea ha procurado imponer un estereotipo de logros para ser feliz, la realidad es que ésta es diferente para cada quien, puesto que se encuentra en constante movimiento y evolución, porque a medida que un individuo se va desarrollando y con él su contexto, las diversas formas en que se es feliz tambien lo hacen.

Si la educación integral, esa que, como proceso social se dedica a formar tomando en cuenta todas las dimensiones del individuo, luego entonces, desde las familias, así como todos los grupos físicos y virtuales de interacción social, entre ellos las escuelas, debieran tener en claro que al educar aunado a todas las acciones, conocimientos, experiencias y dinámicas de enseñanza y aprendizaje estarían encaminadas al logro de esa meta.

Desde que se nace y se está integrado a un grupo familiar, se comienza, en ocasiones de manera no consciente, la búsqueda por la felicidad; sea cual fuere su situación socioeconómica y cultural, se tiene el primer contacto con diversas situaciones de aprendizaje, las cuales de manera casi natural van provocando que se adquieran y fomenten conocimientos, actitudes, valores, habilidades y costumbres que se van acumulando como parte del bagaje de cada uno de nosotros.

Es por ello que los diferentes ambientes de convivencia, comunicación, apoyo y dinámica familiar resultan en extremo importantes, debido a que se está colaborando de manera efectiva en la conformación de la personalidad de cada uno de sus integrantes y, con ello, las diferentes bases y parámetros para la búsqueda de su felicidad.

En las diferentes familias, con su ritmo e interacción cotidiana, resulta casi olvidado que cada lenguaje usado, cada forma de plantear reglas y resolución de situaciones, todas las costumbres y actividades de consumo cultural, alimenticio y recreativo en general, así como todas las acciones llevadas a cabo en su interior, conforman un microambiente, el cual, debiera estar encaminado a fundamentar el bienestar integral y la felicidad de cada integrante.

El caso contrario, en donde se convive en ambientes poco favorecedores, impregnados de violencia, deficiente comunicación, relaciones hostiles y de abuso, no se obtiene ese fundamento para buscar la felicidad de cada miembro; sin embargo, esa búsqueda no se elimina, pero ahora, no se tiene esa base que la familia ofrecía y se busca de manera alterna en el exterior, con todos los riesgos y versiones diferentes que fuera del hogar existen.

Se puede asegurar que al no contar con el adecuado apoyo básico familiar, el horizonte para ser feliz lo encuentran en los diferentes niveles, rangos, opciones y metas a merced de distintas relaciones y situaciones que no siempre son saludables.

Para el caso de la educación formal, llegan los alumnos con un estereotipo introyectado furtivamente en sus mentes de lo que es un lugar o situación feliz y, desde luego que las escuelas no están en esa lista, porque para muchos de ellos, esa situación forzosa de estar controlados y obligados a asistir a lugares en donde se tiene la presión y el estrés que se genera al tener que “aprender” todo lo que un maestro o maestra dicta o lo que un libro dice y demostrar, mediante una evaluación, que se ha retenido en la mente, so pena de que en caso de no hacerlo, recibir el castigo de ser clasificado como reprobado y, aparte de la presión y descrédito social ser dado de baja y perder estudios, lo anterior resulta nada agradable y hasta genera un sentimiento de frustración e infelicidad.

No es para nada nuevo ni desconocido la percepción de tedio y aburrimiento en que se tiene catalogado el asistir a la mayoría de los planteles escolares y, no solo por parte de los alumnos, puesto que este sentimiento también se desarrolla en docentes, incluso hasta en padres de familia quienes seguramente no tienen pensado que sus hijos, al asistir a clases, desarrollen su búsqueda para ser felices, simplemente los llevan para que reciban educación como una obligación social, desde luego genuina, para que adquieran conocimientos y desarrollen una profesión, pero rara vez se preguntan si su hijo es feliz en ese lugar.

Durante muchos años se ha asegurado que la educación debe contribuir al desarrollo integral de las personas; que ésta sirve para la realización y crecimiento de los individuos, además de asegurar el bienestar y progreso de las sociedades y grupos en donde se convive; sin embargo, si esta educación se  ha circunscrito a una formación pragmática y rígida, no estaría cumpliendo con su fin último: el ser la plataforma de impulso para la búsqueda de un estado de bienestar y logro de la felicidad.

¿Cómo te sientes en tu familia? ¿para qué asistes a la escuela? si a este par de preguntas contestamos: “…Me siento feliz en mi familia” “… a la escuela voy a ser feliz” entonces estaremos cumpliendo con el objetivo máximo de la educación.

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