Familia y escuela Capítulo 248: La escuela de puertas y ventanas abiertas

Tal parece que la educación, esa que de manera formal se ha llevado de manera oficial mediante sistemas educativos estructurados y normados mediante programas, ciclos escolares y personal que se encarga de cumplirlos, se ha olvidado que su finalidad está en formar individuos aptos para el desempeño óptimo en las sociedades y sus diferentes contextos.

El principio de “educar para la vida” ha quedado relegado y circunscrito paulatinamente a la obtención de conocimientos y experiencias dentro de un salón de clases, una plataforma educativa virtual o a los contenidos que se presentan en un libro de texto; todo lo anterior verificado mediante formas técnicas de evaluación de que dichos contenidos han sido memorizados y dominados por los estudiantes.

Muy frecuentemente, los alumnos y hasta los mismos profesores y padres de familia, no cuestionan o se preguntan cómo la fórmula para obtener el área de figuras geométricas, o el conocer las composiciones de los elementos en una tabla periódica, alguna ecuación o algoritmo matemático y el conocer de cultura, historia y civismo pueden ayudar a nuestra formación y su relación con nuestro desarrollo en la vida diaria.

Todos estos conocimientos, habilidades y actitudes han sido “secuestrados” y confinados a permanecer inmersos en una dinámica de enclaustramiento en las personas de una vivienda, escuela o salón de clases, dado que lo único que está en el imaginario de todos los actores educativos es demostrar que se han aprendido, memorizado y retenido con la aprobación de una evaluación que arroja una calificación numérica o literal que acredite su aprendizaje.

Todo este proceso ocurre sin siquiera cuestionarnos para qué sirve lo que hemos aprendido, de qué manera puede ser útil y aplicable en una situación cotidiana de las distintas realidades en las que nos desenvolvemos y mucho menos si su valor va mucho más allá que una calificación numérica.

En este sentido, la educación, en su gran mayoría, ofrece contenidos que carecen de sentido práctico, siendo memorísticos y, sobre todo, se han llevado de manera teórica y desvinculada de la vida real, encerrada entre cuatro paredes o dentro de los límites que un modelo bidimensional virtual ofrece.

La educación y la escuela de puertas y ventanas abiertas, no es solo esa campaña de difusión destinada a ofrecer al público en general su ingreso a una clase muestra, observando su dinámica hacia el interior de un aula escolar; por el contrario, el abrir ventanas y puertas implicaría el conectar todos los contenidos y experiencias generadas intramuros con lo que ocurre afuera de ellos.

Esta vinculación lleva a relacionar contenidos, técnicas, métodos y habilidades obtenidas con situaciones hipotéticas o propias de la vida cotidiana real en la que se desenvuelven los estudiantes.

Implica también, las acciones necesarias de parte de padres de familia y maestros para impulsar esta conexión, la cual resulta absolutamente necesaria en afán de “liberar de su secuestro” a los diversos contenidos que se encuentran encerrados y limitados a solo memorizarlos y repetirlos sin la posibilidad de obtener su sentido práctico.

¿Por qué es necesario e imperativo el abrir puertas y ventanas para que la forma de educar tradicional deje salir todo el potencial personal y se vincule, adapte y tenga sentido al realmente ser útil en su respectiva realidad?

Por principio de cuentas, durante todos los años invertidos en la etapa escolar, al mismo tiempo la realidad la rebasa de manera vertiginosa y está evolucionando, de forma tal que cuando un estudiante de educación superior egresa, todos los conocimientos, habilidades, técnicas e instrumentos para los que fue capacitado, ya están desfasados y en algunos casos ya son muy diferentes.

Por otro lado, la realidad es tan ilógica, caprichosa, cambiante e impredecible que, comparativamente con lo rígido y estructuralmente preciso de la búsqueda y aplicación científica del proceso educativo, necesariamente produce una desconexión, la cual es palpable al momento de ser formado teóricamente para una realidad que, al confrontarla laboral y prácticamente, ya no existe.

Mencionaba Galeano: “Hace ciento treinta años, después de visitar el país de las maravillas, Alicia se metió en un espejo para descubrir el mundo al revés. Si Alicia renaciera en nuestros días, no necesitaría atravesar ningún espejo: le bastaría con asomarse a la ventana”.

No es coincidencia que muchos de los egresados de los niveles superiores, expresen que aprendieron muy poco en su etapa formativa y que verdaderamente lo hicieron durante su etapa laboral.

La mayor parte de los procesos educativos se han aislado de los hechos sociales reales, que es a donde deben llegar a impactar mediante la formación de sus estudiantes; el abrir puertas y ventanas para liberarlos y propiciar que resulten procesos flexibles y paralelos a las realidades existentes, parece ser una necesidad no solo deseable, sino imprescindible de ser impulsada por padres de familia y profesores.

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