Familia y escuela Capítulo 271: Nostalgias educativas 1: “Escribir a puño y letra”

No es estar en contra del progreso, ni tampoco negar los aportes que la ciencia hace día con día, mucho menos el caracterizar como mala y casi demoniaca la evolución de los procesos educativos enmarcados en la sociedad de los conocimientos digitales; es simplemente que al haber experimentado otras formas educativas, éstas han quedado grabadas en la mente de muchos y se manifiestan cual espíritus chocarreros frente a nuestros ojos, provocando, de menos, un dejo de nostalgia.

Tal es el caso de la evolución de la escritura, la cual, desde sus orígenes con miles de años a cuestas, utilizando pictogramas y símbolos que representaban ideas completas hasta llegar a los sistemas alfabéticos con los que mediante letras y sus fonemas conformaban palabras que de manera espontánea y arbitraria en cada región transmitían ideas.

De igual manera, todos los instrumentos, materiales y técnicas utilizadas para dejar impresas en tablillas, barro, cera, cortezas o muros de cuevas, utilizando estiletes, plumas de ave o, incluso, con los dedos de la mano para representar gráficamente todas las narraciones, crónicas e historias que caracterizaban socialmente a los distintos grupos y que, todavía hoy, los encontramos pese al paso de tantos años.

Los últimos artefactos y elementos para el registro físico y material del que disponemos ahora para escribir son los lápices y todo tipo de bolígrafos; de igual forma usamos libretas y cualquier tipo de papel para plasmar la escritura gráfica; sin embargo, se están desvaneciendo y lentamente volviendo pieza de museo.

Basta recordar la importancia que tenía el poseer un cuaderno propio, adornar sus pastas, escribir en él, no solo los datos y conocimientos de diferentes materias, sino también el nombre del propietario, fecha, símbolos que para cada dueño le representaban elementos muy personales como corazones, frases, poemas, dibujos, iconos y hasta dibujos y bocetos que representaban en papel lo que ocurría y se maquinaba en nuestra mente.

Instrumentos infaltables como un lápiz y su correspondiente navaja o aparato para afilar las puntas y dejar siempre listo para continuar escribiendo; bolígrafos de diferentes formas con tinta de distintos colores; la infaltable goma, de preferencia de migajón; en algunos casos el uso de tinta blanca para corregir y cubrir los errores.

Qué decir de las formas y estilos de escribir, pasando de la hermosa y garigoleada escritura palmer con la elegancia de sus trazos a pasar a encerrarnos en un pequeño cuadrito con la escritura llamada comúnmente como “letra de molde”, esta última como antesala de los teclados en donde desaparece el movimiento de brazo o mano para dejar solo el impulso de los dedos presionando un pequeño cuadro.

El escribir, no me refiero a esa práctica que atormentaba a los alumnos en un largo y tedioso dictado, sino a lo que se produce libremente, esa forma que deseábamos sacar de nuestro cerebro y corazón representándonos, era nuestro sello y personalidad, nuestra creatividad y emoción por comunicar de manera espontánea y propositiva lo que se quisiera expresar; el momento mágico de estar frente a un papel y transformarlo, plasmando, bolígrafo en mano, esos trazos que cumplían nuestras expectativas o nos hacían respirar profundamente. 

Uno de los elementos que provocan una gran nostalgia, sin duda es la forma de comunicación mediante misivas elaboradas de “puño y letra” me refiero a las cartas, esas que ya desaparecieron junto con los que utilizaban ese medio de comunicación, pero que resultaba todo un arte su elaboración y al mismo tiempo una apuesta por la esperanza de ser leído bien sea de manera formal o plasmando sentimientos. Ya lo consignaba García Márquez en su novela: “El coronel no tiene quien le escriba”.

Cómo no va a existir nostalgia si hemos ido cambiando, perdiendo y colocando en el pasado a todos esos instrumentos, materiales, espacios y momentos por otros totalmente despersonalizados; ahora un teclado “QWERTY” y una pantalla digital los suplantan, formando parte de la escritura con medios electrónicos.

La diversidad de estilos personalizados de escritura se han visto ahora unificados por la lista de fuentes que se pueden elegir, así como los formatos preestablecidos, tamaños, márgenes, interlineados y demás elementos que hacen de la escritura una serie de pasos acartonados brindados por una computadora y la hoja de texto.

Para el caso de las aplicaciones, programas y plataformas de mensajería, habilitadas principalmente para aparatos celulares, han ido prescindiendo cada vez más del texto y palabras escritas de manera completa, dando paso a diferentes términos acortados y complementados con imágenes conocidos como “emoticones” que transmiten estados de ánimo, mensajes de ideas breves y concretas.

De hecho, ya hasta se ha ido suplantando los movimientos de manos y dedos para efectuar la escritura con base en presionar teclas, por los programas de dictado, los cuales solo necesitan que el autor del mensaje dicte el texto que aparecerá en la pantalla.

Aparentemente, el último clavo en el ataúd de la escritura elaborada de manera personalizada, lo representa la Inteligencia Artificial (IA), mediante la cual solo bastaría solicitarle que escriba y desarrolle cualquier tema, lo que hará en cuestión de minutos y lo dejará plasmado sin errores; lo que echa por la borda al menos la posibilidad de que se produzca desde la creatividad personal, aceptando que hay una inteligencia superior capaz de borrar tajantemente las producciones escritas individualmente.

No es quejarse de los avances y aportes que sin duda representa la sociedad del conocimiento y todos sus artificios digitales; más bien, es encontrar y sentir al menos, esa nostalgia que produce la pérdida de cualidades originales humanas y que ahora que nos encontramos interactuando con máquinas, programas y aplicaciones digitales, se extraña la calidez de escribir “a puño y letra”.

Comentarios: gibarra@uaslp.mx