Los diferentes ritmos vitales por los que pasan los seres humanos y en general los seres vivos, están determinados de manera natural y corroborados de manera científica; principio y fin; inicio, continuación y término de un ciclo; nacimiento, vida y muerte; amanecer, transcurso del día y anochecer; todo ello mediante una sucesión interminable e infinita.
Desde luego que todos estos acontecimientos naturales y cíclicos tienen repercusión directa en el equilibrio, reacciones y condicionantes de la salud, así como en las conductas y actividades de las personas en su desarrollo social.
Un ejemplo claro de esto lo constituye el ritmo marcado por el día y la noche, el que da lugar al proceso “circadiano”; este adjetivo determina el reflejo en los seres humanos de la presencia de luz u oscuridad, que representa los momentos de activación corporal, descanso, sueño y relajación.
Con este proceso se desarrolla un “reloj interno” en el cerebro humano, el cual, al cumplirse y efectuarse de manera concordante con el día y la noche, influye directamente en la regulación de diferentes funciones como la temperatura corporal, la presión arterial y la producción de diferentes hormonas.
Si este ritmo vital no se lleva a cabo de manera ordinaria, sobreviene un desequilibrio que afecta directamente el funcionamiento de las actividades cotidianas, estados de humor y desde luego en la disminución y afectación de las funciones fisiológicas y la salud general del individuo.
De igual manera sucede con el ciclo vital, el cual está determinado por el nacimiento, el transcurso de la vida cotidiana, durante el cual se da la reproducción celular, en donde cada una de éstas se generan se reproducen y mueren, para ser sustituidas por otras; esto ocurre en un plazo general de dos años, al cabo del cual tenemos literalmente un cuerpo nuevo.
Sin embargo, al paso de los años, esta renovación celular va arrojando un deterioro de tejidos, órganos y aparatos dejando, además, residuos dañinos como son los radicales libres, sobreviniendo a final de cuentas fallas que provocan la muerte natural, claro, si antes no se presenta alguna enfermedad o suceso trágico que aceleren o terminen abruptamente con el ciclo y su ritmo vital.
De manera paralela a estos biorritmos enmarcados por la naturaleza, tenemos que existen otros de igual o mayor importancia, me refiero a los ritmos vitales específicos, aquellos que, enmarcados por la cultura, costumbres, la economía, la psicología y otras disciplinas científicas más, las cuales determinan el desarrollo desde ese ámbito de comunidades, grupos y cada persona en lo particular.
En el aspecto laboral, tenemos que, aunque está marcado biológicamente el ciclo en donde se pasa de la niñez a la edad adulta, conocido como: pubertad, cuando se establecen las edades mínimas para realizar un trabajo formal y remunerado, pero, de acuerdo con su contexto y condiciones, los ritmos laborales son diferentes en cada caso, pues hay quienes trabajan de manera informal, incluso menores de edad, contraviniendo ese ciclo.
Para el caso de las familias, tenemos que los ciclos y ritmos de vida de estos grupos se encontraban establecidos por una dinámica “lineal” en la cual se integraba formalmente, se tenían hijos, éstos eran formados y educados de acuerdo con las normas sociales y culturales, abandonaban el hogar con sus respectivas parejas para formar ahora la suya y así de manera circular.
La ruptura de este ritmo se encuentra desde la propia estructura y dinámica que en cada familia se establece de forma diferente para cada caso; maneras de comunicación, reglas, estructura, valores, tipos y clasificaciones, ciclos de integración y desintegración, roles y objetivos comunes y muchos elementos más que en cada una de ellas se presentan, rompiendo y presentando ritmos vitales específicos.
Es en la educación y formación de hijos y alumnos en donde se debe poner atención en entender que los ritmos de enseñanza y aprendizaje funcionan distintos para cada uno de ellos, comprendiendo que no se educa a “seres robóticos” que aprendan de la misma forma, en el mismo tiempo y siempre con los mismos resultados.
Por el contrario, cada alumno y cada hijo, tienen su propio ritmo para aprender; aunque hayan sido educados bajo el mismo formato, reglas, programas y ejercicios; no obstante, ello, los niveles de comprensión se manifiestan de forma diferente para cada uno.
En tiempos anteriores, en México se llegó a reprobar a los alumnos de primero y segundo de primaria, por el hecho de no cumplir con el ritmo de aprendizaje que se suponía consistía en dominar la lectura y escritura y operaciones básicas; al paso del tiempo se comprendió que este proceso tenía ritmos diferentes en cada caso y se cuenta ahora con criterios diferentes.
Los biorritmos educativos son un factor de suma importancia a tomar en cuenta para el proceso educativo y formativo, sobre todo para un proceso que contemple a los alumnos con sus características integrales.
Cada niño, adolescente, joven y adulto cuentan con características que los hace diferentes los unos de los otros, cada individuo es un ser único e irrepetible; esta es una de las grandes paradojas de la educación: pretender formar de manera tal que todos respondan y aprendan de la misma forma, con el mismo método y en el tiempo establecido; sin entender que el adquirir un conocimiento se corresponde con las habilidades de cada alumno y éstos, muestran diferentes características, recursos y, sobre todo, ritmos y vías de comprensión y asimilación distintos; mientras que la forma de solucionarlo ha sido simplemente el dejar fuera del proceso educativo a quienes no cumplan con el ritmo oficialmente establecido.
Premisa educativa: “Tenemos que entender que cada alumno y cada hijo aprende a ritmos diferentes”
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