No cabe duda que la interacción y el ambiente escolar está directamente relacionado y es reflejo del contexto social (micro o macro) que rodea a las familias y a sus escuelas.
Los hechos de violencia que se han venido presentando a nivel mundial y que particularmente se han vuelto característicos en países como México, sobre todo en las últimas dos décadas, ha convertido a estos actos en todo un fenómeno, que se ha difundido de manera masiva y en algunos casos de orden cotidiano, urgiendo a los distintos grupos sociales a tomarlos en consideración, de forma tal que ha impactado sobre los estilos de vida en la sociedad y a tomar caminos regulatorios para evitarlos.
Es el caso de las familias y las escuelas, en donde han visto cómo sus integrantes y su dinámica interna ha sido permeada por el conocimiento o vivencia de estos fenómenos, a través de conductas que reflejan el malestar y las condiciones de violencia social imperantes en el contexto.
Casos que van desde burlas y marginación entre integrantes de las familias o entre alumnos, hasta hechos que atentan contra la integridad física de sus miembros, pasando por el ya muchas veces mencionado acoso escolar (bullying) en todas sus formas.
Nunca como ahora, la relación familia – escuela ha sido más pertinente. La comunicación establecida entre ambos grupos, así como las líneas de acción específicas ha llevado a tomar medidas tendientes a apoyar a las autoridades en su combate y resguardo de los actores educativos (alumnos, docentes, autoridades, padres de familia, etc.), hacia el interior y áreas circundantes de los planteles.
En algunos casos, se han establecido grupos de comunicación en red vía telefonía celular; en otros, rondines de vigilancia con padres de familia y/o maestros en horas críticas; el uso de cámaras en el interior y exterior de los planteles, incluso en calles y viviendas, se ha vuelto una medida recurrente, botones de pánico, silbatos, incluso hasta cursos y aparatos para la defensa personal, entre una larga lista de acciones puestas en práctica.
A pesar de los esfuerzos, los actos violentos se han suscitado de manera evolucionada, provocando que en el mismo tenor, las acciones asumidas por la sociedad y particularmente por parte de las familias y las escuelas, se vayan también diversificando y mejorando.
Sin embargo, ha seguido la ocurrencia de conductas violentas extremas, de introducción a los planteles de artefactos y sustancias prohibidas por parte de algunos alumnos, entre otros fenómenos anómalos detectados; y que, a la par de otros casos ocurridos principalmente en Estados Unidos y en Europa, también se han manifestado en México en fechas recientes, todos ellos con resultados catastróficos con la pérdida de vidas humanas de maestros, niños y adolescentes del nivel educativo básico.
Ante lo anterior, se ha puesto la atención en formas de prevenir hechos violentos de cualquier magnitud, usando para ello los filtros escolares, como una de las distintas acciones a implementar para aumentar los niveles de seguridad hacia el interior de las escuelas y que popularmente se le ha llamado como: Operación mochila.
El análisis de esta acción no es sencillo, dado que concentra distintos puntos de vista, algunas veces encontrados entre sí; además, implica trastocar diversos planos sociales y culturales, como es el caso de elementos de derechos humanos, jurídico - legales, de hábitos y costumbres, de orden práctico y normatividad escolar, hasta derechos de género, inclusión y exclusión social, por mencionar solo algunos. Estamos ante un hecho complejo, que como plantea Morin (2000), no solo está explicado por la dificultad en sí, sino por la diversidad de sus componentes.
Resulta de sentido común y de aspectos volitivos que a nadie le guste ser molestado para ser revisado sus bolsillos, maletas o mochilas para advertir el contenido, se supone a priori un dejo de culpabilidad; sobre todo de manera abierta a la vista de padres de familia, maestros y propios compañeros.
Aún con todo y sectores poblacionales que han manifestado la invasión a la privacidad y exigido el preservar el respeto a la libertad de la persona como derecho fundamental humano; la acción de revisar mochilas se ha vuelto necesaria y la búsqueda por una forma de efectuar esta acción de manera adecuada y pertinente se ha vuelto indispensable.
Para el caso de San Luis Potosí, la Secretaría de Educación de Gobierno del Estado (SEGE), como una de sus diferentes acciones para la prevención de la violencia en los planteles escolares, tiene activo el Protocolo “Revisión de materiales y útiles escolares”, el cual resulta ser una excelente herramienta para efectuar el filtro escolar de revisión de mochila a los alumnos, se puede consultar en: https://beta.slp.gob.mx/SEGE/PDF/protocolomaterialesutiles.pdf
Dicho protocolo es uno de los más avanzados en su tipo en la República Mexicana y cuenta, además de todo el respaldo jurídico legal y el correspondiente consentimiento informado de los padres de familia, con una perspectiva sociocultural, la cual comienza desde el quitarle el etiquetado de “Operación Mochila”, además de ser totalmente inclusivo, al permitir la participación de autoridades, maestros, padres de familia, representantes de los alumnos y el propio alumno revisado.
Además, toma en cuenta la dinámica y organización interna de la escuela, al permitir el escalonamiento de horarios y diagnóstico de situaciones para la elección del plan específico y contextualizado de cada plantel.
Clarifica la forma de actuar en caso de encontrar sustancias o instrumentos peligrosos, al reportar la incidencia y la forma legal de proceder, con las instancias a las que habría que acudir, según sea el caso.
No se puede esperar a que ocurra otra tragedia como las acontecidas en otros estados de la república, por lo que se debe tocar el tema en conjunto con profesores, autoridades educativas y padres de familia.
Vuelve a resaltar en este tema, la importancia que tiene el trabajo conjunto entre escuela y familia; en primer término porque la educación integral en donde se incluya a las actitudes, valores, emociones y costumbres, inicia su formación y práctica en la familia y posteriormente la escuela apoya fortaleciendo, corrigiendo o propiciando estos aspectos. Algo similar ocurre con la “revisión de materiales y útiles escolares”, se debe iniciar en el ámbito familiar y complementar con los filtros escolares.
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