La vida de las sociedades siempre ha contado con grupos de Superhéroes, quienes han dado la cara en momentos difíciles y han afrontado desde los retos más sencillos y cotidianos, hasta todos los grandes problemas que han amenazado a la población.
Pareciera cosa de película de acción o de cómics, de seres enigmáticos que, dotados de ciertos atributos, superpoderes, figuras y formas mitológicas y hasta excentricidades, luchan en todo momento por el bien y la justicia, en contra de los villanos o la maldad en todas las formas en que ésta se presente.
En los inicios del año 2020 y teniendo como mal presagio la numeralia y su inevitable concordancia y secuencia numérica, que invita a repasar rítmicamente al dos, al cero, al dos y al cero, como marco para el título de película o de novela apocalíptica; se cierne en el horizonte una amenaza de proporciones mayúsculas: ¡un virus letal ataca a la humanidad!
Tal pareciera que estamos narrando el inicio de una de esas películas o historias de suspenso y aventuras, que aparecieron en la pantalla, en revistas o en libros y que, nos disponemos a apreciar cómo se lucha y resuelve esta amenaza.
Sin embargo, la situación es real, el virus denominado SARS-CoV2, identificado como la causa de la enfermedad por coronavirus COVID-19, se presenta como el gran villano y amenaza mundial; todos los países, incluidos los más poderosos del mundo, están atravesando por una situación realmente difícil y desesperada, dado que no solo ha dejado a su paso miles de muertes, sino que ha trastocado todos los planos políticos, sociales, culturales y económicos; ante tal situación, entran en acción los grupos de superhéroes de la vida real.
En una primera línea de batalla y en situaciones preventivas y correctivas, encontramos al personal de salud, a quienes desde este espacio mando un amplio y merecido reconocimiento, porque sabido es que, esta primera línea es en donde se tienen, después de los pacientes y personas fallecidas, la mayor cantidad de contagios y bajas; arriesgando sus vidas y las de sus familias, por proteger las nuestras.
En un segundo plano, pero no menos importante, tenemos a dos grupos que, derivado del avance de esta pandemia, se ha confiado en ellos y se ha lanzado la “súper señal” para que entren en acción, intensificando las actividades que de facto venían realizando, pero que ahora los gobiernos los necesitan para ayudar en la lucha contra esta amenaza; me refiero a los superpapás y a los supermaestros; por supuesto incluyo aquí tanto a papás como mamás, así como maestros y maestras.
Ser superpapá no es nada sencillo; como sabemos, aunque existen cientos de manuales, tutoriales de cómo preparar biberones y cambios de pañal, además de la invaluable ayuda de abuelos y familiares; a la hora de estar solos frente a ellos, nuestros hijos, la vida cambia literal y drásticamente y es así como entre ensayos y errores, vamos asumiendo el rol de papás y mamás; esto solo es el comienzo, porque acompañar y formarlos a lo largo de su niñez y ¡qué decir de la adolescencia! (en posteriores entregas hablaremos de ello), es un reto mayúsculo.
Aunado a todo lo anterior, ante la amenaza del coronavirus, los padres de familia “se ponen la capa y el antifaz” y asumen principalmente dos tipos de retos: el primero es en el área de la salud, siendo los principales promotores y garantes de que sus hijos tengan los conocimientos, hábitos y costumbres de higiene personal, sobre todo de instaurar en ellos una de las armas más eficaces contra el villano: el lavado de manos y la forma correcta de proteger el estornudo o tos (ver el artículo: Familia y escuela Capítulo 2: COVID-19, el lavado de manos, publicado en periódico PULSO el 25 de marzo de 2020).
La eficacia e importancia para la salud que tiene esta institución ha sido reconocida por el presidente de la República Mexicana, Andrés Manuel López Obrador, quien ha afirmado que: la familia mexicana es la institución de seguridad social más importante del país, por nuestras culturas, nuestras tradiciones, costumbres, la familia nos ha evitado de calamidades de todo tipo (sic.).
El segundo reto que se asume en tiempos de pandemia, es el de carácter educativo y formativo. Hemos repetido en varias ocasiones que la educación integral, sobre todo la correspondiente a valores, costumbres, actitudes y emociones, no solo corresponde a las escuelas y maestros; pero en este caso, nos encontramos frente a una situación de excepción, en la cual se está delegando a los padres de familia el acompañamiento educativo formal de sus hijos, sobre todo a aquellos pertenecientes al nivel básico; así como el acompañamiento formativo de los hijos que cursan el nivel superior.
No es solo el brindar a sus hijos el apoyo socioeconómico (lo cual para muchas de las familias ya resulta un acto heroico) y dotarlos de materiales, medios electrónicos y digitales para cumplir con la llamada “Nueva Escuela Mexicana”; la cual, ante la amenaza, ha emigrado hacia la llamada educación a distancia y sus modalidades (autoaprendizaje virtual, folletos, libros, etc.); Sino que, es tener las características realmente portentosas de lograr que sus hijos adolescentes y jóvenes, asuman el papel de alumnos virtuales y sobre todo lograr que permanezcan en casa y si se puede, de manera activa.
Para el caso de los padres (incluidos abuelos y otros familiares) con hijos menores, el heroísmo llega a tal grado que, asumen literalmente el papel de profesores; ya “los veo” enfrascados en la dinámica de estar viendo TV educativa, tutoriales para el manejo de plataformas digitales hasta ahora desconocidas, leyendo libros y folletos (sobre todo en zonas rurales y alejadas donde no hay señal de teléfono ni internet), reuniendo materiales diversos para el desarrollo de las actividades, explicando temas y formas de entender contenidos con niños y niñas que a su vez, voltean a verlos extrañados ante la situación y poniendo todo tipo de excusas: “…no te pareces a mi maestra”, “…mi maestro no me regaña, ni se desespera”; y todo lo anterior, atendiendo a la par asuntos de aseo de hogares, preparación de alimentos, incluso actividades laborales, entre otras. Lo anterior se complica si los papás tienen más de un hijo en edad escolar, ¿Cuál superhéroe podría mejorar estas habilidades?
Para el caso de los maestros, “capa y antifaz” no les es del todo extraño, pues una de las características que la sociedad en su conjunto ha otorgado a la institución escolar, es aquella en donde la mayor parte de los problemas cruciales que han aquejado al conglomerado, se ha acostumbrado asignarlos a la intervención de la escuela y sus actores, principalmente a profesores y directivos.
No resulta raro encontrar que problemas como: la obesidad, la violencia, el acoso escolar (bullying), inclusión de niños con capacidades diferentes, sana convivencia, consumo de sustancias y adicciones, colectas para instituciones sociales, entre una larga lista, sean asignados para darles solución de manera importante a ellos.
La confrontación del nuevo villano, ha traído en los profesores circunstancias a las que se han tenido que adaptar en corto tiempo: manejo de herramientas digitales y plataforma educativa, para muchos desconocidas; asignación de presupuesto personal para mejora de equipo y del servicio de internet, adecuaciones técnicas a los programas para la configuración de cursos a distancia (incluidas las zonas rurales e indígenas), empalme de tareas y evidencias solicitadas por autoridades educativas de nivel federal, estatal, municipal y hasta escolar; jornadas laborales reales de todo el día y a veces parte de la madrugada, contestando teléfono o correo electrónico para resolver dudas o guiar a padres de familia o alumnos en las actividades encomendadas y una larga lista de actividades más, a la que se enfrentan.
Padre y madre de familia, abuelos y otros familiares con el rol de papás; maestro y maestra. Permítanme reconocer sus actos heroicos y nombrarlos como: Superpapás y supermaestros. La sociedad recurre a estos héroes para enfrentar los peligros que se ciernen sobre el país.
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