Ser padre o madre de uno o varios hijos adolescentes; ser maestro o maestra atendiendo a chicos y chicas del nivel educativo medio básico (secundaria) no es nada fácil; de hecho, ningún nivel educativo lo es, pero éste tiene características muy específicas.
Antes de intentar hacer alguna reflexión sobre la familia, escuela y adolescentes, te pediría que consigas una fotografía de cuando vivías esa etapa; o bastaría solo con recordar algunas cosas: ¿Qué tipo de peinado usabas?, ¿qué tipo de ropa vestías?, ¿ya fumabas o consumías alcohol?, ¿tuviste a tu primer novio (a)?, ¿quiénes eran tus amigos?, ¿qué tipo de música escuchabas?, ¿tuviste algún altercado con tus hermanos o papás?, ¿alguna vez desobedeciste a papá o mamá?, ¿pensaste en algún momento en escapar de tu casa?, ¿qué maestro recuerdas con agrado y a cuál con desagrado?, ¿cometiste alguna tontería o estupidez en ese lapso de años? ; Cualquiera que haya sido la respuesta a cada una de las preguntas, no es para catalogarla como buena o mala, positiva o negativa; simplemente estamos recordando elementos que, hoy forman parte de lo que ves, sientes y vives como tu personalidad.
Papá o mamá que experimentas o experimentaste el formar a uno o varios hijos durante su adolescencia; ahora sabes bien que, ni el mejor de los libros, manuales o tutoriales por internet, puede suplir la experiencia de estar frente a ellos y tener la tremenda responsabilidad educativa integral de formarlos y conducirlos, de ser ejemplo, de aplicar y usar la palabra adecuada; todo ello siempre estando a la expectativa de que algunos lo comprendan y acaten sin problema, pero que otros lo pongan siempre en duda o que simplemente te ignoren, “te bateen” o “te den el avión” en el mejor de los casos.
De acuerdo con la Organización Mundial de la Salud (OMS), caracteriza a la adolescencia, no solo por aspectos de desarrollo hormonal, sino también tomando en consideración aspectos socioculturales propios de cada región y país, estableciendo un amplio margen de entre los 10 a 18 años para esta etapa de la vida; por lo cual, un hijo o un alumno de secundaria estaría dentro de este margen y esta clasificación.
Además, de acuerdo con Knobel (2004), un adolescente tiene características que más allá del crecimiento y desarrollo de su cuerpo, le hacen tener un periodo y proceso “normal”, pero esta normalidad no está determinada solamente por su evolución física y biológica, sino que en esa búsqueda y conformación de su personalidad, no solo la familia se manifiesta, sino que hay otros factores que lo van integrando como: amigos, medios masivos de comunicación, costumbres, modas y valores sociales, entre otros.
Es así como un muchacho o muchacha de esa edad se encuentra en el periodo en que comienza a experimentar una sensación de libertad y redescubrimiento de sí mismo y del mundo que le rodea; de ampliar sus posibilidades y posicionarse frente a situaciones diversas, manifestando actitudes de anarquía y rebeldía, de asumir riesgos y curiosidad por conocer y experimentar cosas que, los adultos catalogan de prohibidas o peligrosas, de hacer cosas diferentes a lo establecido socialmente; y precisamente, esto es “lo normal” en un adolescente; se tendría que poner atención entonces (sin que llegue a ser regla o siempre un caso grave), en alguien que nunca manifestó alguna inconformidad ante los convencionalismos sociales o familiares, en quien no expresa sus emociones abiertamente, en quien pasa largos periodos de tiempo apartado de familia y amigos, entre otros signos en los que habría que estar alerta.
Como se puede apreciar y experimentar, ser padre o madre de familia de un hijo o hija de esta edad no es nada fácil; para el caso de los docentes de secundaria, la situación no es mejor o más sencilla, dado que enfrentan condiciones, las cuales puedo catalogar de estructura y función.
Un maestro de secundaria general o técnica, se encuentra trabajando por lo general, ante grupos en promedio de 30 a 40 alumnos (en ocasiones muchos más), atendiendo a más de un grupo por turno, lo que difícilmente le permite tener en cuenta de manera individual a todos y cada uno de ellos; lidiando además, con un alto grado de abandono escolar y baja eficiencia terminal, que para el caso de SLP es de 6.4 % y 82 %, respectivamente (SEP, 2019).
Se tiene la característica, desde mi punto de vista dialéctica y enriquecedora, de que una parte de la planta docente está conformada por profesionales que provienen de distintas disciplinas, no siempre con perfil pedagógico, reconociendo a médicos, químicos, psicólogos, abogados, ingenieros, entre otros; y que, desde su campo enriquecen la formación de los alumnos.
En lo que respecta a la función que desempeñan y combinado con el enseñar a alumnos con las características anteriormente señaladas, tenemos como resultado que el lograr el aprendizaje de los contenidos de cada asignatura con muchachos y muchachas con una “adolescencia normal”, resulta una encomienda nada sencilla.
Tener este tipo de alumnos, significa trabajar con personas que, además de los cambios fisiológicos, tienen y sienten la libertad y todo el cúmulo de posibilidades que se abren frente a ellos; inician sus actitudes críticas y se atreven a realizar acciones, a veces más allá de los límites socialmente establecidos; por cierto, maestro y maestra de secundaria: ¿saben de qué forma los nombran sus alumnos?, es decir, ¿sabes el nombre o el apodo por el que eres conocido entre ellos?.
Desde luego que aquí he mencionado solo algunas (en realidad muy pocas) de las características con las que se trabaja en este nivel; no obstante ello, encontramos que la gran mayoría de los profesores desempeñan su función de manera adecuada, logrando cumplir con el objetivo de provocar el aprendizaje de los contenidos estipulados en los programas de estudio; y de ellos, muchos ya incluyen en su enseñanza, además de enseñar conocimientos teóricos y técnicos, elementos integrales, en donde no solamente cumplen con los contenidos sino que incluyen desde palabras de apoyo y escucha activa para confirmar la autoestima; fomento de valores y actitudes, desarrollo de habilidades, entre otras.
Desde luego que educar integralmente, con las condiciones descritas y con alumnos en esta etapa de su vida, multiplica los esfuerzos y pone a prueba las capacidades profesionales y personales de estos docentes; pero quienes lo logran, ganan en primer lugar el respeto de los alumnos y después, incidir no solo en acumular conocimientos, sino sobre su vida misma.
Ella es Olga, maestra de secundaria técnica; con su forma de trabajo se ha ganado el respeto de compañeros y autoridades educativas, además del reconocimiento como profesional al haber obtenido ya el premio estatal de educación; pero más importante aún, se gana año con año, generación tras generación, el respeto y la confianza de sus alumnos, factores muy importantes para lograr incidir no solo con los contenidos de la asignatura, sino como factor integral de formación en la vida de cada uno de ellos, logrando influir de forma determinante en la confirmación de su autoestima, y casos donde se han prevenido adicciones, abandono de escuela y hogar y hasta intentos de suicidio. Ella es uno de los múltiples ejemplos de maestros extraordinarios que logran ese equilibrio en educación con adolescentes.
Queda claro que el reto no es sencillo; tanto padres y madres de familia, como maestros y maestras de secundaria, se encuentran cada vez más conscientes de lo importante que es intentar educar integralmente a nuestros adolescentes.
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