No cabe duda que hay elementos de la naturaleza que se ven reflejados en las distintas formas de percibir, reflexionar y hasta desarrollar actitudes y prácticas sociales y culturales; tal es el caso de la dualidad: la luz y la oscuridad.
A la oscuridad se le ha conferido el ingrato perfil de “lo perverso”, lo que se muestra cuando nadie debe verlo, “a escondidas”, “lo malo o negativo” de alguna situación, las actividades ilícitas y delictivas; los amores prohibidos o prostituidos, así como los bares, antros y tugurios que, de alguna manera, ante la presencia de la noche, invitan a sus clientes a asistir y adentrarse en ambientes socialmente prejuzgados negativamente y que de esta manera los “cobijan” del escarnio. No es coincidencia que exista “la ciudad del pecado” o “la ciudad que nunca duerme”.
De alguna forma, de manera progresiva se ha instaurado también en los terrenos nocturnos, toda serie de historias, mitos y leyendas sobre espíritus, “almas en pena”, “espantos” y toda serie de engendros monstruosos y demoniacos; los cuales mediante las estupendas caracterizaciones y maquillaje cinematográficas y de series de este género, han sido corroborados y siguen siendo instaurados directamente en la mente y subconsciente de las personas.
Ay de aquellos que tuvimos “la fortuna” de ver en las diversas salas de exhibición en 1975, en “pantalla grande” y eastmancolor, la manera en que Linda Blair, encarnizando a Regan, gira 360 grados su rostro demoniaco, frente a los padres Karras y Merrin, antes de exorcizarla. A partir de ese momento, muchos de esos Cine Aficionados, no pudieron asistir a un lugar, habitación, patio o calle, incluso al baño que se encontraba en total oscuridad, sin reproducir en su mente tales escenas.
En la educación, históricamente se han determinado periodos de “oscurantismo”, los cuales han sido caracterizados por una forma extremadamente elitista de difundir el conocimiento y la cultura; incluso, en diccionarios se explica como: “...la extrema oposición a la expansión, divulgación y transmisión del progreso y del conocimiento de las clases populares…”
De manera contemporánea, las escuelas caracterizadas como: nocturnas, están socialmente catalogadas para brindar estrategias remediales para trabajadores, adultos, reprobados y otros, que no tuvieron o no pudieron realizar o terminar en tiempos naturales su trayecto educativo básico; es decir, para aquellos que su formación no tuvo un desarrollo “normal”.
Por su parte, la luz, está conferida a la “claridad”, la “pureza”, “lo limpio”; a las actividades lícitas, transparentes y legales, dignas de observarse y ser ejemplo socialmente positivo; es la esperanza y la proyección del amor “puro y sano”.
Es estimado como el tiempo preciso y adecuado para realizar con mejor pronóstico de éxito, la mayor parte de actividades: laborales, hogareñas, escolares y más.
Es contraposición del oscurantismo y representada como el movimiento: “el siglo de las luces”, ubicado principalmente en Paris “la ciudad luz”; aunque habría que reconocer que otros espacios y países europeos colaboraron y continuaron con esta tradición.
Por su parte, la educación y el conocimiento siempre han sido concebidos como el camino hacia la claridad, el progreso, la evolución de la cultura y de la especie, no solo humana, sino ésta, encabezando la de todos los seres vivos que habitamos la tierra.
Más allá de concebir de manera literal a la luz y la oscuridad como algo bueno o malo, se debe de ubicar a ambas como elementos humanos; es decir, como esas partes que nos conforman y que hacen que tengamos nuestras conductas y decisiones a nuestro alcance; optar por ir a un lado o al otro.
El mejor ejemplo de que esta dualidad no es solo algo material y físico, lo tenemos con aquellos a quienes por diferentes circunstancias viven en la oscuridad o penumbra permanente; los invidentes y débiles visuales, tienen esa constante y aún con todo ello, alcanzan tal claridad en pensamientos y acciones, que los hace ir más allá que muchos que tenemos esa “completud”.
A su vez, existen personas que fueron formadas y educadas en total claridad, con trayectos educativos completos, con posgrados cursados en instituciones locales o extranjeras de la mejor calidad; sin embargo, sus acciones, son y pertenecen a una oscuridad tal, que opaca a su integridad personal, familiar y hasta a las instituciones de las cuales formaron parte.
En contraparte, otros más, que también tuvieron la oportunidad de terminar su formación educativa, incluso quienes no la tuvieron, optan por actuar en búsqueda de la claridad.
Educar integralmente en la claridad desde familias, escuelas y todos los medios de comunicación existentes, representaría el fomentar, desde la práctica y el ejemplo, los valores, las actitudes proactivas y habilidades que nos lleven a conformar personas que elijan de manera correcta su trayecto vital.
Educar en, desde y para la luz, tiene un amplio espectro, dado que significa formar para la libertad, la justicia, la equidad, la objetividad, la honestidad, la conservación de nuestro ambiente y nuestros recursos, y muchos aspectos propositivos más.
La luz, en esta perspectiva, permite también identificar que los planteamientos anteriores, resultarían para muchos en exceso idealistas; sin embargo, plantea también la posibilidad de la esperanza y la valentía de expresarlo y decididamente buscarlo, identificando que, después de la noche, siempre llegará otra oportunidad de intentarlo con la llegada el nuevo día.
Comentarios: gibarra@uaslp.mx
No cabe duda que hay elementos de la naturaleza que se ven reflejados en las distintas formas de percibir, reflexionar y hasta desarrollar actitudes y prácticas sociales y culturales; tal es el caso de la dualidad: la luz y la oscuridad.
A la oscuridad se le ha conferido el ingrato perfil de “lo perverso”, lo que se muestra cuando nadie debe verlo, “a escondidas”, “lo malo o negativo” de alguna situación, las actividades ilícitas y delictivas; los amores prohibidos o prostituidos, así como los bares, antros y tugurios que, de alguna manera, ante la presencia de la noche, invitan a sus clientes a asistir y adentrarse en ambientes socialmente prejuzgados negativamente y que de esta manera los “cobijan” del escarnio. No es coincidencia que exista “la ciudad del pecado” o “la ciudad que nunca duerme”.
De alguna forma, de manera progresiva se ha instaurado también en los terrenos nocturnos, toda serie de historias, mitos y leyendas sobre espíritus, “almas en pena”, “espantos” y toda serie de engendros monstruosos y demoniacos; los cuales mediante las estupendas caracterizaciones y maquillaje cinematográficas y de series de este género, han sido corroborados y siguen siendo instaurados directamente en la mente y subconsciente de las personas.
Ay de aquellos que tuvimos “la fortuna” de ver en las diversas salas de exhibición en 1975, en “pantalla grande” y eastmancolor, la manera en que Linda Blair, encarnizando a Regan, gira 360 grados su rostro demoniaco, frente a los padres Karras y Merrin, antes de exorcizarla. A partir de ese momento, muchos de esos Cine Aficionados, no pudieron asistir a un lugar, habitación, patio o calle, incluso al baño que se encontraba en total oscuridad, sin reproducir en su mente tales escenas.
En la educación, históricamente se han determinado periodos de “oscurantismo”, los cuales han sido caracterizados por una forma extremadamente elitista de difundir el conocimiento y la cultura; incluso, en diccionarios se explica como: “...la extrema oposición a la expansión, divulgación y transmisión del progreso y del conocimiento de las clases populares…”
De manera contemporánea, las escuelas caracterizadas como: nocturnas, están socialmente catalogadas para brindar estrategias remediales para trabajadores, adultos, reprobados y otros, que no tuvieron o no pudieron realizar o terminar en tiempos naturales su trayecto educativo básico; es decir, para aquellos que su formación no tuvo un desarrollo “normal”.
Por su parte, la luz, está conferida a la “claridad”, la “pureza”, “lo limpio”; a las actividades lícitas, transparentes y legales, dignas de observarse y ser ejemplo socialmente positivo; es la esperanza y la proyección del amor “puro y sano”.
Es estimado como el tiempo preciso y adecuado para realizar con mejor pronóstico de éxito, la mayor parte de actividades: laborales, hogareñas, escolares y más.
Es contraposición del oscurantismo y representada como el movimiento: “el siglo de las luces”, ubicado principalmente en Paris “la ciudad luz”; aunque habría que reconocer que otros espacios y países europeos colaboraron y continuaron con esta tradición.
Por su parte, la educación y el conocimiento siempre han sido concebidos como el camino hacia la claridad, el progreso, la evolución de la cultura y de la especie, no solo humana, sino ésta, encabezando la de todos los seres vivos que habitamos la tierra.
Más allá de concebir de manera literal a la luz y la oscuridad como algo bueno o malo, se debe de ubicar a ambas como elementos humanos; es decir, como esas partes que nos conforman y que hacen que tengamos nuestras conductas y decisiones a nuestro alcance; optar por ir a un lado o al otro.
El mejor ejemplo de que esta dualidad no es solo algo material y físico, lo tenemos con aquellos a quienes por diferentes circunstancias viven en la oscuridad o penumbra permanente; los invidentes y débiles visuales, tienen esa constante y aún con todo ello, alcanzan tal claridad en pensamientos y acciones, que los hace ir más allá que muchos que tenemos esa “completud”.
A su vez, existen personas que fueron formadas y educadas en total claridad, con trayectos educativos completos, con posgrados cursados en instituciones locales o extranjeras de la mejor calidad; sin embargo, sus acciones, son y pertenecen a una oscuridad tal, que opaca a su integridad personal, familiar y hasta a las instituciones de las cuales formaron parte.
En contraparte, otros más, que también tuvieron la oportunidad de terminar su formación educativa, incluso quienes no la tuvieron, optan por actuar en búsqueda de la claridad.
Educar integralmente en la claridad desde familias, escuelas y todos los medios de comunicación existentes, representaría el fomentar, desde la práctica y el ejemplo, los valores, las actitudes proactivas y habilidades que nos lleven a conformar personas que elijan de manera correcta su trayecto vital.
Educar en, desde y para la luz, tiene un amplio espectro, dado que significa formar para la libertad, la justicia, la equidad, la objetividad, la honestidad, la conservación de nuestro ambiente y nuestros recursos, y muchos aspectos propositivos más.
La luz, en esta perspectiva, permite también identificar que los planteamientos anteriores, resultarían para muchos en exceso idealistas; sin embargo, plantea también la posibilidad de la esperanza y la valentía de expresarlo y decididamente buscarlo, identificando que, después de la noche, siempre llegará otra oportunidad de intentarlo con la llegada el nuevo día.
Comentarios: gibarra@uaslp.mx