Felicidad y políticas públicas

(Segunda y última parte)

El primer país que incorporó el enfoque de la 

felicidad como parte de sus intereses nacionales fue Bután. 

Desde hace más de 40 años el gobierno de Bután decidió incorporar la felicidad como un objetivo nacional. Este ha sido un país que desde su creación ha dado seriedad a temas como la espiritualidad y la compasión integrando estos temas en diferentes dimensiones del gobierno. Su ejemplo ha inspirado a quienes encuentran que la medición del PIB per capita no es una medida suficiente para determinar el progreso de una nación y, a raíz de eso, en el año 2011 en la Asamblea General de la ONU se decidió adoptar la resolución promovida por ese país, mediante la cual los países miembros deben darle mayor importancia a la felicidad y al bienestar para determinar cómo se consigue y se debe medir el desarrollo social y económico.

A partir de esa resolución, en el año 2013 la Organización para la Cooperación y Desarrollo Económico (OCDE) publicó los lineamentos para medir el bienestar subjetivo bajo el proyecto “Iniciativa para una Vida Mejor” (OECD’s Better Life Initiative) en el que se construye el índice de perspectivas de bienestar para los países miembros de la OCDE. En este se comparan 11 elementos que la OCDE considera esenciales para evaluar las condiciones de vida materiales y la calidad de vida: salud, vivienda, ingresos, empleo, comunidad, educación, medio ambiente, compromiso cívico, satisfacción, seguridad y balance vida-trabajo.

En 2018 se presentó el Reporte de Política de Felicidad Global (Global Happiness Policy Report) en el marco de la Cumbre del Gobierno Mundial en Dubai, Emiratos Árabes Unidos. Este reporte fue una iniciativa del Consejo de Felicidad Global (Global Happiness Council) integrado por expertos en asuntos de la “felicidad”, académicos en psicología, economía, planeación urbana, sociedad civil, empresas y gobiernos. Este consejo está liderado por el profesor Jeffrey Sacks, Director de la Red de Soluciones de Desarrollo Sostenible (Sustainable Development Solution Network), que tiene seis áreas temáticas: educación, trabajo, felicidad personal, salud pública, diseño de ciudades y gestión. 

En este reporte se presenta cuáles países son felices y porqué. Se hace una compilación de las mejores prácticas de políticas para la promoción del bienestar y la felicidad en el mundo -tanto en el ámbito nacional como en el sub-nacional (local)-, desde una perspectiva de la psicología y la ciencia de la felicidad.  Se argumenta con experimentos y evidencia científica, cómo los países pueden mejorar el bienestar de sus ciudadanos teniendo un enfoque en las dimensiones de salud (con énfasis en las enfermedades mentales como una de las principales causas de la miseria en el mundo), educación (orientada a la educación positiva), y trabajo (satisfacción laboral). Adicionalmente, se incluyen aspectos que están siendo tendencia en distintos países, como lo son: la felicidad personal, las ciudades (movilidad, economía, medio ambiente y conexiones sociales), y la medición de la felicidad. Resalta la importancia de medir la felicidad de la humanidad para poder guiar los avances hacia el futuro teniendo como guía la calidad de las vidas humanas. Sin embargo, también expone la realidad de que la disponibilidad de datos estadísticos para la medición de la felicidad, en muchos países, aún es una deficiencia.

Buenas noticias: en México se ha hecho un esfuerzo importante a través del INEGI. Este realiza dos veces al año, una encuesta que tiene como objetivo conocer el sentir subjetivo de los mexicanos en cuanto a condición anímica y bienestar social, de manera que los resultados puedan acompañar a la interpretación de la coyuntura. Y con este método, los resultados han sido que hoy en México hay altos índices de felicidad.

El promedio de satisfacción con la vida en enero de 2019 resultó en 8.4, dos décimas de punto más que los 8.2 conseguidos en enero de 2018. La cifra jamás había sido alcanzada, y muestra que los mexicanos se sienten más satisfechos con la vida como jamás lo habían hecho. Estamos a la espera de los resultados en 2020.

Para llegar al promedio, el INEGI elabora una serie de encuestas agrupadas en distintos ámbitos. Entre ellos están ‘relaciones personales’, ‘actividad y ocupación’, ‘vivienda’, ‘nivel de vida’ y ‘seguridad’. Y no hay truco en este dato. Los resultados arrojan que, en los puntajes obtenidos en cada categoría, hasta arriba se encuentran las que tienen que ver con el desarrollo personal, y hasta abajo los que se relacionan con la esfera pública. Es decir, que el mexicano se encuentra más feliz con su vida privada que con la vida pública, como era de esperarse. La seguridad ciudadana es el único rubro en el que los mexicanos reprobamos cuando se trata de bienestar.

Es importante notar que en todos los rubros los índices de bienestar son mayores en los hombres que en las mujeres. Claramente, el sector femenino se siente menos feliz con sus circunstancias. Esta percepción publicada en enero de 2019, pareciera haberse sostenido y plasmado durante todo el año si tomamos como evidencia los movimientos sociales y las demandas que se exacervaron durante el segundo semestre del año y de las cuáles fuimos testigos a través de los medios en algunos casos y de las experiencias en algunos otros.

Estos estudios de avanzada, propios de las sociedades posmodernas, han encontrado eco en muchos administradores públicos y hacedores de políticas públicas en muchos gobiernos del mundo; y ya empiezan cada vez más a evaluar la posibilidad de “entrarle a estos temas”. De acuerdo con Jeffrey Sacks: los escépticos del movimiento de la felicidad insisten en que el poder como sustancia de la política, y no la felicidad, es el trabajo vital de los gobiernos. Sin embargo, la búsqueda de la felicidad no es sólo un asunto idealista, sino que es la mejor y tal vez la única esperanza para evitar una catástrofe global.

Mis deseos para este año que inicia: que mejore la calidad de vida de los potosinos.

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