Las mujeres fueron las protagonistas de la edición 33 de la Feria Internacional del Libro de Guadalajara (FIL), que acaba hoy. El supermercado temporal de libros más grande del país no podía quedarse fuera de esta ola de reivindicación y nuevas miradas, de perspectivas frescas y de un debate necesario.
Las mejores presentaciones, las novedades más llamativas, fueron de mujeres. Por citar solo algunas, El manto, de Marcela Serrano; Breve tratado del corazón, de Ana Clavel; Un montón de escritura para nada, de Sara Uribe; Perras, de Zel Cabrera, y Raras. Ensayos sobre el amor, lo femenino, la voluntad creadora, de Brenda Ríos (sobre autoras como Elena Garro, Clarice Lispector, Emily Dickinson y Anais Nin). También es de destacar la colección Vindictas, de la UNAM, que bajo la coordinación de la potosina (aunque avecindada desde pequeña en Morelos) Socorro Venegas editó una primera hornada de textos agotados e inconseguibles de grandes autoras como María Luisa «La China» Mendoza, Luisa Josefina Hernández, Tununa Mercado, Marcela del Río y Tita Valencia. Tita, por cierto, es descendiente de Rafael Nieto Compeán, el gobernador potosino, y en Minotauromaquia, la obra publicada en Vindictas, hace la mejor faena literaria al monstruo laberíntico que fue Juan José Arreola.
Durante la protesta masiva, colectivos y muchas asistentes —500, según algunos cálculos, más de 1000 según otros— cantaron y bailaron «Un violador en tu camino», del grupo chileno Las Tesis, y adentro y afuera de la ExpoGuadalajara por alrededor de una hora lanzaron consignas como “Me cuidan mis amigas, el Estado no me cuida”, “Señor, señora no sea indiferente”, “Se mata a las mujeres en la cara de la gente”, “Ni una más, ni una más, ni una asesinada más”, entre otras.
En el stand de la Universidad de Guanajuato se manifestaron por el asesinato de la alumna Ana Daniela, y después, de lo más comentado en redes, hubo una quema de libros sobre conversión para homosexuales —particularmente Psico-Terapia Pastoral, de Juan Manuel Rodríguez y Misael Ramírez— en la explanada de la Feria.
Y es que en la FIL, quien paga tiene su espacio. Hay muchas editoriales religiosas, muchas de autosuperación y por supuesto de bestsellers estilo Pablo Cuello. Hay editoriales privadas y providas, libros artesanales y electrónicos. De todo, como en botica. Concuerdo en que muchos libros no deberían ser editados o, al menos, no tan publicitados. Hay libros que más bien son panfletos, que son hechos en serie y para consumo fácil, como la comida chatarra, y otros son más un capricho del autor o del editor. Leer, es cierto, no nos hace mejores personas. Es peligroso ser lector de un solo libro. No es fácil hablar con quienes solo se informan con el pulso de la república, terraplanistas o creyentes en la discriminación inversa o la heterofobia.
Algo que llama la atención es la proliferación de pequeños foros en los propios stands de las editoriales públicas y privadas, donde había programación casi continua, así fuera ante dos o tres personas. Cada vez hay más autores que quieren hablar y para (casi) todos hay espacio. Y si no, hay que inventarlo.
Como con los grafitis en el Hemiciclo a Juárez y otros edificios, o la destrucción de parabuses o vidrios de algunos establecimientos, acerca de la quema de libros en la FIL ha habido muchos comentarios del estilo «no son modos de protestar». Los símbolos y las significaciones tienen que cambiar.
También es cierto que hay mucha tibieza, casi siempre de hombres pero también de algunas mujeres, acostumbradas a lo que hay. En una las presentaciones de la FIL a la que asistí (no sé si en otras, espero que sí) se repartieron pañoletas verdes, pero en esta la presentadora fue muy tímida a la hora de encabezar el grito necesario ¡ni una más! Tiene que haber más interés en el cambio, que urge, para que cada vez sea más la mella en el sistema heteropatriarcal. Hay mucho por aprender, y solo con empatía y confianza se puede lograr un cambio de actitud.
El mejor arte lo están haciendo mujeres. Tiene que reconocerse y apoyarse cada vez más el talento de colegas y amigas. Editorialmente, en los talleres y en las aulas es loable el cambio, y de eso la FIL fue testiga. Pero es urgente en las calles, a toda hora, porque es cierto: un monumento se limpia fácilmente, mientras muchas mujeres son atacadas, violadas o asesinadas todos los días por familiares, parejas, desconocidos. Un libro se puede reproducir, copiar, pero el miedo de ellas no desaparece sin importar rumbo u hora del día.
En estos días las colegas preparan el Guadalupe-Reinas, un maratón de lectura de obras de mujeres. Justo del día de la Virgen de Guadalupe al de las Reinas Magas. Conviene estar al tanto de sus propuestas, descubrimientos y rescates en géneros diversos y en personalidades necesarias.
Me despido con un fragmento, el final, de «Canto de Penélope desde las playas de Ítaca», de Minerva Margarita Villarreal, admirada amiga que falleció recientemente:
«¡Ah Ulises! He llegado a aborrecer tu ira
que adormece mi deseo hasta vencerlo.
Por eso he decidido callar.
Cada vuelta a la aguja es una palabra muerta.
Hay quienes piensan que vivo en el olvido porque no
escuchan los gritos de mi encierro.
Los muros ahogan los ecos del delirio.
He velado por más de veinte siglos. Y hoy,
en el turbio amanecer de esta historia manchada,
preparo las naves.»
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