Decir que el fascismo es una ideología de derecha es no tener idea de lo que se habla. Hay, en el amplio espectro de la geometría política una franja transversal que es, justamente, el fascismo. De hecho, tiene más semejanzas con la izquierda o, por lo menos, con algunas de sus variantes.
Umberto Eco, en un libro de esos que no tienen desperdicio, “Contra el fascismo”, nos da las catorce características del fascismo eterno. Viene a ser, digámoslo así, como una lista de verificación que podemos aplicar para revisar a los diferentes regímenes de gobierno. Hagamos un breve repaso sobre algunas, no todas, de esas formas de identificarlo.
Veneración y enaltecimiento de la tradición, trayendo símbolos y conceptos del pasado, con el fin de construir una idea en la población de singularidad particular frente al contexto internacional. Por eso, algunos fascistas andan reclamando a naciones actuales que sus dirigentes pidan disculpas por hechos pasados, como una forma de supuestamente reivindicar su postura ideológica.
Un tradicionalismo negatorio de los avances científicos y tecnológicos, dando por tierra con la necesidad de mejoras en los mecanismos de producción energética, de transporte y un largo etcétera, justificando que el carbón, por ejemplo, es lo de hoy. Viendo el futuro con los ojos en la nuca, dijera Mafalda.
La defensa del irracionalismo o, dicho de otra manera, el combate frontal a lo que pueda significar el espíritu crítico y la reflexión inteligente. Adoctrinamiento, no educación y formación. Se atribuye a Goebbels, ministro de propaganda de Hitler, la frase de “Cuando oigo la palabra cultura, echo la mano a la pistola”. Por eso, a enterrar la investigación científica y sus apoyos.
De la mano con lo dicho en el párrafo anterior, la unicidad de voluntad; el desacuerdo es traición. Disentir ni siquiera para pensar.
El fascismo exacerba el miedo a las diferencias y a la diversidad, por lo cual crea un identificativo en el “nosotros” y segrega a “ellos”, generando una división donde los disidentes son intrusos.
La exaltación de la frustración de las clases medias frente a crisis o presiones, antes de explicar sus causas y buscar sus soluciones. Interesa el enojo, que puede explotarse como justificativo para que se soporten las necesidades y acciones de los “salvadores”. Así, dolidas por la corrupción en el gobierno, pueden dar su voto por otros personajes iguales o peores, pero con la obcecación de la esperanza (fallida, al final de cuentas).
El fomento al nacionalismo a ultranza lleva a los fascistas a ver en la portada de una publicación extranjera todo un complot internacional, el cual también existe en todos aquellos que resultan traidores a la patria por pensar distinto.
El elitismo popular, donde se convence al pueblo que es sabio e infalible, creando la falsa imagen que una forma de participar en tal concepto es afiliarse al partido del gobernante o, por lo menos, dar su voto por él, tratando de generar un sentido de pertenencia que mitigue la zozobra social.
El uso de un lenguaje propio, de pobreza argumentativa pero cargado de ideología; un lenguaje que se usa para etiquetar “fifís” y con ello estigmatizar a los supuestos enemigos del fascista, que se considera como el único depositario de “autoridad moral”, por considerar que es “honesto”, creando de esta manera un ánimo de diferenciación social en su propio beneficio.
No podía faltar el totalitarismo, es decir, la superposición del Estado por encima de las libertades individuales, desdibujando a cada uno de los habitantes del Estado y convirtiéndolo en una fantasmal figura de corte teatral, ya que únicamente el concepto abstracto de “pueblo”, usado e interpretado solo por el líder tiene sentido para legitimar el uso de todas las instituciones a su servicios. Así, un Poder Judicial y un Congreso controlados por el gobernante se convierten en el mejor instrumento para acallar esos anhelos particulares frente a las necesidades de un todo indefinido donde solo quienes ejercen el poder gozan de sus derechos a plenitud.
Mucho más se podría decir, pero el espacio limitado me lleva a ya solo recordarle al lector que el próximo domingo seis de junio tenemos la oportunidad de generar un contrapeso en la elección de Diputados federales y frenar nuestro vertiginoso viaje al fascismo. Digamos “NO” a la hipoteca de nuestras libertades.
@jchessal