Justo en la fase 3 de la pandemia del coronavirus, cuando mayor riesgo de contagio existe, buena parte de la población potosina (y del país, en su conjunto) hace caso omiso al llamado de quedarse en casa. Las razones de cada quien pueden ser diversas y responder a necesidades muy específicas, incluidas, por supuesto, las de buscar la subsistencia diaria. Sin embargo, también se aprecia, como sustrato elemental de ese comportamiento de no pocos, la consideración de que el virus no es tan letal y basta con tomar medidas menores de prevención, e incluso hay quienes se plantean serias dudas sobre la existencia del mismo y hasta han corrido versiones de carácter clasista sobre su impacto social. En estos casos, se trata, sin duda, de un terrible menosprecio por la verdad científica y médica sobre el asunto, así como de la grosera manipulación política que suelen hacer ciertos personeros del poder (desde el reparto clientelar de apoyos diversos hasta las “barbosadas” de un gobernador que llegó a espetar: “únicamente los ricos se pueden contagiar”).
Ciertamente se han dado casos de manipulación política de la información científica y médica, pero eso en modo alguno implica descalificar los avances y conocimientos en materia de salud pública. Desde casos escandalosos y escalofriantes, como el denunciado hace diez años acerca de la infección dolosa de enfermedades de transmisión sexual a población guatemalteca en la década de los cuarenta, por parte del servicio de salud pública estadounidense, con fines presuntamente experimentales (“La Jornada”, 2 de octubre de 2010); hasta el rechazo, por cuestiones “ideológicas”, de Felipe Calderón, en 2007, a la ayuda ofrecida por el gobierno venezolano (“Operación Milagro”) para tratar afecciones cardíacas y oculares a muchos mexicanos (“La Jornada”, 19 de diciembre de 2010). En el primer caso, el gobierno del entonces presidente Obama reconoció que se trató de un crimen de lesa humanidad y se disculpó por ese agravio perpetrado cuando era mandatario Harry Truman. En el segundo caso, Calderón se concretó a hacer una mala copia del programa venezolano.
Los dos casos referidos son botones de una amplia muestra que podría seguir al infinito; pero ni así podría descalificarse el indudable avance científico que en materia de salud se ha logrado y que hoy enfrenta un formidable reto con el asunto del Covid-19. En su “Gaya ciencia” (Ciencia jovial), libro de aforismos sobre varios temas pero con énfasis en la reflexión de alcanzar “una ética de sí”, Federico Nietzsche muestra la lucha del espíritu libre que debe prevalecer en esa búsqueda en la que, entre otras cosas, “la fuerza del conocimiento está en su carácter de condición para la vida”. Escrito en 1882, después de una enfermedad, “tiempo de abril que recuerda tanto la cercanía del invierno como esa victoria sobre el invierno, que tiene que venir (…) el agradecimiento de un convaleciente, pues la curación era lo inesperado (…) ciencia jovial que mienta un espíritu que ha resistido paciente y que, ahora, de repente queda arrebatado por la esperanza en la salud, por la embriaguez de la salud”. La unión de la risa y la sabiduría, pues, “cuando el aserto ´la especie lo es todo, uno no es nadie´ se haya incorporado a toda la humanidad y ésta última liberación sea accesible a todo el mundo en todo momento” (en “La gaya ciencia”, Ed. Colofón, México, 2001, p. 87).