Homenajes necesarios

El 25 de febrero, hace un mes, murieron con unas horas de diferencia Eduardo López Cruz y Brígido Roque Rodríguez. Calek y Roque, cada uno a su manera, trataron de hacer bien su trabajo y hacer el bien con el mismo. 

Como Marco Antonio Hernández, Marquito, dejan una gran obra, pero los distinguió su modestia, su desapego. Y buena parte de eso es porque trabajaron desde y con la raza, los de a pie. Hacerles un homenaje es un buen punto de partida. Protagonistas de la política, el arte y la academia necesitan buscar puntos en común, un diálogo serio, y contribuir en algo a que no se pierda la memoria de todo y de todos, como quisieran algunos.  

Compartieron espacio en las redacciones y el cartón político los unió hace ya algunas décadas. Mi papá dejó el ejercicio de la medicina en 1980, y debutó en La Opinión de don Nacho Rosillo. De ahí pasó a Momento, donde afianzó su estilo; allí conoció y se hizo camarada de Filiberto Juárez Córdoba y de Marquito. En la década de 1990 compartieron set en el Canal 9 de Gobierno del Estado con Calek, quien en ese tiempo también hacía monos, cursaba la carrera de Ciencias de la Comunicación y era reportero. Era una buena época, con profesores variopintos y de buen nivel de debate. Igual merece su propio libro el inicio de esa escuela y la actualidad de su alumnado y personal docente. Había revistas escolares como El bastón de los levantados, de Carlos Ávalos, y El pasquín, de Guachi y Erre. Fue precisamente el título de su revista la que le dio el mote a Eduardo: Calek.    

Los tres se fueron o tuvieron que dejar espacios, pero tuvieron satisfacciones. Marquito recibió el premio al mérito periodístico en 2021, y Calek y mi papá recibieron también premios de periodismo hace algunos años. De una vez hay que decir que ojalá se revisen las categorías de este premio y del 20 de Noviembre. Eso de juntar cartón con portada no es lógico, como no lo es juntar cuento con novela. 

Hace unos días, en el fin de semana largo gracias a don Benito Juárez, se cumplieron dos años de nuestra vida con el virus. Muchas muertes y muchas secuelas (físicas, emocionales) nos ha dejado el nuevo coronavirus. Hasta este sábado, y a pesar de un par de días de cero muertes, el registro oficial es de casi 180 mil casos de contagio y 7 mil 541 defunciones.

La normalidad no puede ser la misma después de tantos adioses, y lo que se construya debe ser para mejorar, si no ni caso tiene. Entre esto nuevo es urgente construir la crónica más que la historia, o dar pie a otras historias; se necesita mover el centro del periodismo de la declaración triunfalista a los hechos, al testimonio de la colectividad, el barrio. Desde Tamazunchale o desde el barrio, en Villa Juárez, en otros municipios o en las comunidades.

Buscarle el humor a la vida es cosa seria. No es fácil dejarse llevar por la risa y la sonrisa y mucho menos transmitirla. Marquito, Calek y Roque lo intentaron. La sátira nunca les ha gustado a los gobernantes, pero a veces es el único desquite. Contra ellos y contra uno mismo, no hay que tomarnos tan en serio. Como dijo Habib Bourguiba: “dichosos los que se ríen de sí mismos, porque nunca les faltará motivo de diversión”.

Libertad de expresión sí ha habido en muchas épocas, y siempre ha habido intentos de censura de políticos y sus asistentes o voceros, desde que había solo dos periódicos en SLP hasta hoy que hay infinidad de portales informativos. Ya son muchas muertes de periodistas en México, pero a veces basta con cambiarlos de fuente o darles un contrato en una dependencia. Desde la llamada “amistosa” a la redacción u “olvidar” el envío de una información hasta el hacerse “amigo” o “amiga” de los reporteros. También están la autocensura, los bajos salarios y la necesidad económica, claro. La inmediatez de las redes ha hecho que muchas dependencias sustituyan los boletines de prensa con postales (flyers) o que crean que con publicar algo en Facebook ya están haciendo su trabajo de comunicación. 

Nos debemos la historia y la crónica que empezaron a hacer Marquito, Calek y Roque. Sin sacralizar nada, dándole voz a “los de abajo” y con humor. Las historias de las cantinas o de los mercados, de las colonias periféricas y sus aconteceres, los años de formación del periodismo potosino, el nivel de nuestra crítica, nuestros posicionamientos y “objetividad”, la ética, el periodismo cultural, la divulgación científica y las versiones extraoficiales de cada fuente son temas que debemos poner sobre la mesa.

Aunque protagonistas, no fueron protagónicos. Fueron testigos y dieron su versión. Con entrevistas, investigación y trazos buscaron la otra cara de la moneda, de acuerdo con su personalidad. Marco estuvo en radio y televisión, fue de los primeros periodistas de carrera (en la Carlos Septién). Mi padre rehuía todo tipo de reflectores, era huraño hasta en casa. Calek en cambio era mediático, escénico, y sus últimos años los dedicó a sus programas de historia y crónica en Televisora Potosina, empresa en huelga desde hace mucho, y cuyos materiales grabados están en risgo de desaparecer. Sus libros, esperamos, está en vías de reeditarse. A ellos sumaría, entre otros nombres: Luis Manuel Calzada, Jorge Nieto, Alfonso Badillo, Eulalio Cervantes y Miguel Alvarado, por citar solo los más recientes, durante estos dos años de pandemia.  

Hay tanto por escribir sobre estos días y sobre tantos personajes. Esperemos nos alcance el tiempo y podamos hacerlo, no como solistas sino a coro.

Texto escrito para el homenaje “El periodismo potosino a finales del siglo XX e inicios del XXI. Marco Antonio Hernández Morales, partícipe de la evolución”, realizado por un grupo de amigos comandados por Filiberto Juárez Córdoba, quien fungió como moderador, con el apoyo de la Universidad Autónoma de San Luis Potosí. Dicho homenaje se realizó este viernes 25 en el Centro Cultural Caja Real de la UASLP. Participaron José Ángel Martínez Limón, Hilda Briones Rosales, Pedro Manuel de la Fuente, Efraín Álvarez Méndez y Ana Neumann. Los temas fueron 1) Periodismo potosino y su evolución reciente;  2) obra y legado de Marco Antonio Hernández Morales y otros compañeros, como Eduardo López Cruz “Calek” y Brígido Roque Rodríguez “Roque”.

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