No recuerdo en la historia de San Luis, el caso del algún gobernador potosino, o alcalde de alguno de los municipios, incluida la capital, que no se hubieran involucrado de manera directa en acciones encaminadas a resolver algún siniestro, o apoyar a la población afectada por alguno.
Tampoco se habla de muchos, pero pensemos en las inundaciones que han sido uno de los padecimientos casi constantes de la ciudad; los potosinos las hemos padecido durante los siglos XVII, XVIII, XI, XX y XXI.
Alguna de las más recordadas fue aquella del siglo XVII, cuando el benéfico alcalde mayor Bernardo Íñiguez, determinó mandar construir una zanja que protegiera la ciudad de las aguas broncas que bajaban de la Sierra del San Miguelito.
A fines del XIX, otra inundación afectó la zona poniente, que no llegaba más allá del mercado Juárez –cancha Morelos–; gobernador y jefe político inmediatamente conjuntaron esfuerzo para dar una salida eficiente al asunto.
Todavía muchos de la generación nacida en la década de los 40, habrán escuchado a sus padres o abuelos hablar de la inundación de 1933, cuando el ciclón entró por Tampico y mucho llovió en San Luis, rebasando el agua la cortina de la presa San José y reventando la contrapresa (antigua presa La Constancia).
En enero de 2018, el licenciado Ricardo García López, acucioso historiador que mucho sabe de estas cosas, publicó un detallado relato de los hechos, en el que señala incluso la reacción inmediata de las autoridades: No habían pasado cuarenta minutos de que había iniciado aquella vorágine cuando el general don Francisco Carrera Torres con 200 soldados de caballería, divididos en patrullas, se esforzaban en auxiliar a todos los habitantes de las zonas bajas; gracias a esta intervención se logró evitar más muertes. […] Todo el cuerpo de policía se unió a las fuerzas federales para ayudar e este trabajo emergente. En estas operaciones perdieron la vida dos uniformados que trataban de rescatar a varias personas a quienes arrastraba la fuerza de la corriente.
Mucho más se podría referir de esta tragedia, existen todavía muchos testimonios de quienes la vivieron; otros han sido rescatados y escritos por apasionados del tema. Conservo recuerdos de primera mano de quien la vivió junto con sus tres hermanos, y buscando entretener al nieto curioso –al que cuidaba como a un hijo– los refería con cierta frecuencia. Cosas que se nos quedan de aquel 15 de septiembre de 1933.
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Nuestro gobernador, exhibió su incapacidad y falta de preparación en materia de protección civil; el fuego que avanzaba voraz sobre la sierra de San Miguelito, superó con creces y nos mostró que mucho queda por aprender y hacer al respecto.
Carreras, nos recordó a un Miguel de la Madrid en septiembre de 1985: frágil, apabullado, incapaz, pusilánime. Oculto primero, luego –delegando funciones en su desleal Mazzarino palaciego– mostrándose sólo lo indispensable.
Hacía tres semanas decía la oficialidad que el fuego estaba controlado en un 98%; pero luego resultó que se descontroló por ser atípico –formula que se utiliza en el argot político mexicano para ocultar la imbecilidad y todo aquello que no se puede resolver– y se volvió a reavivar; a inicios de esta semana que termina, salieron de nueva cuenta con su 92 % controlado. Todo parecería indicar que más bien, sólo restaba un 8% consumible por el fuego; consumido esto, se acabó el problema.
Bastantes rumores circularon en torno a los incendios; todos eran dichos de quienes no estuvieron ahí; la realidad fue la total falta de organización, coordinación, y en la mayoría de las ocasiones las autoridades dejaron solos a los brigadistas de las poblaciones cercanas a los sitios. A ellos, finalmente, a los bomberos, a los pilotos, y a los trabajadores de Conafor, es a quienes debemos el control del fuego.
La gran pregunta es, después del incendio ¿qué va a pasar con la sierra de San Miguelito?, territorio que se encuentra a merced de la voracidad de los lotificadores. El gobernador ha dicho que se protegerá, pero entre lo que dice, y la tibieza de sus ingredientes, no creo que hubiera mucha garantía. Agreguemos la figura decorativa de la buena para nada de su secretaria de Medio Ambiente.
Pareciera que el destino final de la sierra, se encuentra en manos del interés y la presión que genere la propia sociedad civil; tampoco esperemos mucho del alcalde, quien también tiene sus propios intereses, y otros que enfrentar. De los legisladores ni hablemos, y de entre éstos, recordemos que los del Verde brillan por su ausencia. Más ahora que se encuentran en manos de alguien que a contentillo y sólo para su beneficio, logró que sus lacayos modificaran el uso de suelo de una reserva ecológica.
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A propósito de modificaciones, finalmente se logró que llegara a ser ley una de las grandes expectativas de muchos potosinos: los matrimonios igualitarios o unión de personas del mismo sexo. El día jueves en una muy cerrada votación, se logró que la iniciativa fuera aprobada gracias a 14 votos a favor: Arreola, Benavente, Carrizales, Carmona, González, Govea, Guajardo, Hernández Correa, Lárraga, Mendoza Camacho, Quintanar, Ramos, Valdés, Vera, y Zúñiga; 12 en contra: Hervert, Mendoza Díaz, Montes, Villarreal, Zapata, panistas todos, más Barajas, Hernández Contreras, Juárez, Ramírez, Sánchez, Silva, y la abstención de Cándido –huevos tibios– Ochoa (no se tratara de pelear su control en tiempos de Toranzo en la Procuraduría).
Lástima que esta votación haya evidenciado nuevamente el doblemoralismo, y la cerrazón de los diputados panistas en materia de derechos humanos. Desde 2015 –nos recordaba antier Marcela Guerrero– la SCJN estableció que es inconstitucional que haya leyes estatales que consideren que a finalidad del matrimonio “es la procreación y/o que lo defina como el que se celebra entre un hombre y una mujer”.
Y así vamos superando el calificativo de ciudad convento.
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No de convento, pero sí de manicomio, están las cosas en palacio. Resulta que nuestro flamante gobernador entregó la batuta a un grupo de tecnocratitas coloncheros, que van a cambiar a San Luis Potosí con su inteligencia, y elegir al sucesor a la gubernatura.
Destacan entre ellos: el secretario particular del gobernador, Edmundo Torrescano (responsable de todo lo que se hace y deshace en el PRI), Gustavo Puente, Meme Lozano, Edgar Durón, Jorge vera, Juan Manel Arias –quien como magistrado amenaza en renunciar–, el absuelto Carlos Ponce, y Enrique Marsh. Aunque recientemente se ha integrado al club, el ex comisario de la Policía Federal, Enrique Galindo, quien tiene su corazoncito.
Así, al tiempo que formularon la brillante idea de impulsar la posible candidatura de Daniel Pedroza Gaitán, seguro serán los que resuelvan la resolución del Tribunal Electoral del Poder Judicial de la federación, mediante la cual ordenó que se devuelva el asunto de la impugnación de la convocatoria y elección del presidente estatal del PRI, Elías Pecina. Así, San Luis Potosí es el único estado del país en el que la elección está judicializada.
No pueden apagar un incendio; no pueden resolver la inseguridad; no pueden dar seguimiento y salida a las demandas presentadas por el Ayuntamiento, y piensan que tienen la capacidad para descubrir al sucesor de la gubernatura.
Y ya que tocamos el tema de capacidades, se dice que la diputada Beatriz Benavente en sigilosa reunión con cierto personaje vinculado con el panismo potosino –del que no me quisieron dar nombre–, abordó la posibilidad de tumbar la referida posible candidatura, antes de que siquiera se mencione.
Dicen los que saben, y los que no, repiten, que hoy es sábado social, disfrútenlo, pero no se excedan. Saludos desde una fresca y lluviosa Puebla.