Dicen que muchas veces el éxito es más peligroso que el fracaso. Dentro del negocio musical ésta regla no escrita suele convertirse en una constante que nos ha enfrascado en una crisis de figuras musicales bastante grave. En décadas anteriores existían ciertos estereotipos y ciertos arquetipos de personajes dentro de la escena musical muy bien definidos. Por ejemplo el arquetipo del chico problemático, el de la princesa del pop, el del rockero incomprendido y el del showman implacable. Todos estos roles fueron perfectamente asumidos y ejecutados en décadas anteriores por personalidades cuyos nombres siguen sonando fuerte al día de hoy.
Fue así que durante los 80´s el puesto de la reina del pop quedó en manos de Madonna y Michael Jackson se consolidó como el showman infalible. Otros roles como el del rockero incomprendido fue asumido por Kurt Cobain y el del chico malo quedó bajo la persona de Marilyn Manson. Hay otros arquetipos clásicos como el del grupo de chicos guapos, estafeta que pasó de bandas como The Beatles a manos de Oasis y tiempo más tarde a agrupaciones como Jonas Brothers.
Resulta que todos estos artistas lograron construir carreras musicales sólidas y longevas. Llevaron el nombre de la música y la cultura pop a lo más alto. El éxito llegó a sus vidas y, a pesar de algunos tropezones, lograron afrontar la ola de la fama de una manera inteligente. Pero el mundo gira, el tiempo pasa y los años no perdonan. A todas estas superestrellas los alcanzó el retiro, la vejez o simplemente los egos desbordados terminaron con sus carreras.
Comenzó a darse un cambio generacional natural dentro de la industria de la música. Fue entonces que Madonna entregó la estafeta a Britney Spears, Marilyn Manson a Kim Drácula. Otros personajes como Justin Bieber, Usher y Justin Timberlake se perfilaron para contender por el hueco que dejó Michael Jackson tras su muerte en 2009.
Lo que parecía ser una transición natural comenzó a desmoronarse. Todos estos nuevos rostros que habían sido llamados a encumbrarse como los herederos al trono poco a poco se derrumbaron. El éxito los sacudió de tal manera que incluso su salud mental se vió comprometida. Batallas legales, escándalos por abuso de sustancias, intentos de suicidio entre muchos otros temas fueron mermando la calidad musical de estos artistas.
Este fenómeno, sumado a la enorme cantidad de música que surge día a día en plataformas digitales, nos ha sumergido en una crisis de ídolos musicales a nivel mundial. Ejemplos como el de Britney Spears, quien prácticamente se ha retirado del negocio musical, han obligado a artistas como Madonna a regresar del retiro para asumir nuevamente el trono de la reina del pop.
Las crisis emocionales de Justin Bieber y el estilo de vida de Justin Timberlake los ha mandado nuevamente a la banca, siendo una vez más Michael Jackson el artista masculino pop que más discos vende anualmente, incluso a década y media de su fallecimiento.
Las refacciones están fallando, los llamados a tomar las riendas de la industria musical resultaron no estar hechos de la madera necesaria. Tendrán que pasar algunos años más para ver si una tercera generación de artistas logran abrirse camino y cuentan con la estructura tanto mental como física y artística para poder aspirar a consolidarse como los nuevos grandes dioses de la cultura pop. Por ahora no queda nada más que sentarnos y esperar.