Hay momentos en la historia cultural que despiertan una melancolía acumulada. Hay finales que no sólo marcan el cierre de un canal, sino que simbolizan la derrota de un tiempo, de una forma de ver el mundo. En diciembre de 2025, cuando MTV apague sus señales dedicadas a la música (MTV Music, MTV 80s, MTV 90s, Club MTV, MTV Live HD), estaremos presenciando algo más que un recorte corporativo: el cilindro musical de nuestra juventud se extingue.
El cierre de empresas de este calibre no es un fenómeno nuevo. En los albores del streaming vimos cómo caían gigantes que no supieron reinventarse. Pensemos en Blockbuster: dominaba el mercado del alquiler de películas físicas, tenía miles de tiendas, y sin embargo menospreció el poder del modelo digital hasta que ya no pudo sostenerse. Cuando Netflix viró al streaming, Blockbuster coqueteó con incorporarse, pero fue demasiado tarde, sus deudas y su estructura rígida lo condenaron.
No es el único caso: cadenas locales de video o tiendas de discos que no abrazaron el streaming o el formato digital desaparecieron silenciosamente. Editoriales que no migraron a lo digital, estaciones de radio incapaces de competir con Spotify o Apple Music, periódicos impresos que no adecuaron su modelo al mundo en línea. En cada caso, la frase "renovarse o morir" se alza como verdad brutal.
MTV, en su esplendor, fue pionera: aquel icono rupturista que puso videoclips por primera vez las 24 horas del día. Fue la vitrina de artistas emergentes, la plataforma que dio forma a una cultura juvenil global. Pero, justamente por eso, su caída duele como si se apagara una amiga que siempre supimos que envejecería, pero que no esperábamos ver marchitarse tan rápido.
El cierre musical de MTV no sucede por azar: es el resultado de años de inercia, de apuestas fallidas, de no leer el viento. Cuando el mundo migró al "on demand", MTV se aferró al modelo lineal. Cuando las redes sociales empezaron a dominar el descubrimiento musical, el canal resistió. Cuando las plataformas digitales consolidaron audiencias fragmentadas y exigentes, MTV vacilaba.
Hay que decirlo sin tapujos: Mtv ya tiene un buen tiempo de estar muerto y para 2026 dejará de emitir contenidos musicales. El canal original seguirá al aire, pero convertido en un espacio dedicado al entretenimiento, con reality shows, pero sin videos musicales. Esa transformación no es una evolución, es un exorcismo: se extrae el ADN musical de MTV, se revela lo que ya sabíamos: su esencia se ha erosionado.
Y es que MTV no sólo falló en adaptarse: mató parte de su propio legado. En 2024, Paramount eliminó los archivos de MTV News, borrando décadas de periodismo musical sin previo aviso. Fue un acto simbólico: no basta con dejar de producir; hay quienes quieren que ni siquiera recordemos.
Vivimos en una era de transformación vertiginosa. Lo que era relevante ayer puede caer en el olvido mañana. En ese contexto, "renovarse o morir" no es mero dicho popular: es ley dura. Pero esa renovación exige visión, agilidad, decisión. MTV no la tuvo.
Muchos responsables creyeron que bastaba con "sumar presencia digital" sin abandonar del todo el modelo viejo. Otros subestimaron las redes musicales, los algoritmos, el poder de YouTube, Spotify, TikTok. Muchos opinan que MTV perdió su oportunidad: debió convertirse antes en plataforma de descubrimiento musical digital, en sello, en comunidad interactiva. En lugar de eso, quedó como una reliquia vestida de modernidad.
No es que MTV "muriera" hoy; su muerte fue un proceso largo de dilución. Se colonizó por productoras, realities, franquicias que poco (o nada) tienen que ver con la música. Ahora el canal principal sobrevive, pero ya sin su música. El cuerpo sigue, pero el alma fue extirpada.
Cuando MTV transmitía un video que nadie más ponía, éramos testigos del descubrimiento. Vimos nacer a bandas, estilos, estéticas. MTV fue caja de resonancia, curador, impulso: desde Liquid Television hasta The Real World, desde transmisiones en vivo hasta videoclips icónicos. En ese sentido, su ocaso es el fin de un pacto generacional: la promesa de tener un escaparate para la música que importaba.
La nostalgia no es un refugio de sensiblería: es un testigo. Cuando apaguemos los canales musicales de MTV, apagaremos también una ventana por la que pasaban los sueños de jóvenes creadores. Será un fragmento menos del archivo colectivo. Será, en cierto modo, el día en que una cultura musical perdió un guardián.
MTV no fue víctima del cambio; fue rehén de su propia incapacidad. Hoy la extinguimos como emisora musical, pero recordémosla como lo que realmente fue: una plataforma de revolución cultural, que inspiró generaciones.
El cierre de sus señales musicales es un símbolo crudo de que, en esta era, no basta con tener historia: hay que tener futuro. Y MTV perdió el rumbo. Cuando apaguen esas señales, sabremos que no estamos solo ante una pérdida nostálgica, sino ante una advertencia colectiva: quien no evoluciona, queda enterrado en el tiempo.
Y así, entre fragmentos de video, playlists vacías y canales mudos, nos quedará claro que perdimos no sólo un canal, sino un faro. Que se apague la música de MTV es como morir un poco de lo que fuimos, y nos obliga a preguntarnos: ¿Quién será el próximo gigante en morir por no saber reinventarse?