Se equivoca la jefa de Gobierno capitalina al asumirse ya como la candidata del Presidente para la sucesión presidencial de 2024. La alientan señales evidentes de apoyo por parte de Andrés Manuel, que además de elogios desmedidos llegó al grado de levantarle la mano. Olvida sin embargo Claudia Sheinbaum Pardo que a final de cuentas el tabasqueño no se aparta de la ortodoxia del viejo PRI, según la cual la designación del sucesor ocurre hasta que ocurre, nunca antes. Y que exponer a su verdadero favorito al golpeteo interno y externo es un error inconcebible, según el librito.
La gran diferencia es que ahora la unción del escogido no garantiza que en efecto sea él, o ella, quien asuma la Presidencia de la República en el próximo sexenio. Todos sabemos que la nominación del escogido será por dedazo, así se envuelva en la farsa de una encuesta; pero ese posible sucesor tendrá que pasar irremediablemente la prueba de la elección constitucional.
Es claro que los resultados de la pasada elección intermedia, festinada artificialmente como un gran triunfo del Presidente, extinguieron los anhelos y proyectos del habitante de Palacio Nacional sobre una prolongación de su mandato más allá de 2024. No renuncia sin embargo a la posibilidad de ejercer una suerte de maximato a través de alguien que no solo le sea fiel e incondicional, sino además absolutamente manejable.
El dilema de López Obrador es que quien cumple a cabalidad todos esos atributos es efectivamente la jefa de Gobierno de Ciudad de México; pero quien tiene mayores posibilidades de ganar la Presidencia en elecciones democráticas y limpias, como son ahora, se llama Marcelo Ebrard Casaubón; pero el canciller no le garantiza al jefe máximo la absoluta abyección que necesita, por más que haya sido quien lo rescató del exilio y lo liberó de culpas pasadas.
Sheinbaum Pardo ha sido una soldada absolutamente fiel de su jefe, desde que ocupó la secretaría del Medio Ambiente cuando Andrés Manuel estuvo en la jefatura de Gobierno del entonces Distrito Federal (2000-2006). Fue ella la encargada, por extraño que parezca, del proyecto más importante del gobierno del entonces perredista: los segundos pisos del Anillo Periférico de la capital. Y, escudera incondicional, ella solapó los misterios del financiamiento de esa obra, cuyos orígenes se desconocen hasta la fecha.
Como jefa de Gobierno de CDMX ha secundado puntualmente los postulados y las medidas del gobierno Federal, en cuestiones torales de la actual administración como la política de austeridad, el combate a la corrupción y la libertad de manifestación, llevada ésta al extremo de la impunidad para delincuentes con el argumento de no reprimir marchas, plantones y hasta hechos vandálicos.
Tuvo sin embargo ciertos visos de independencia en el manejo de la pandemia del Covid-19, especialmente por sus públicas diferencias con la Secretaría de Salud federal y particularmente con el subsecretario Hugo López-Gatell, al grado de desacatar sus decisiones en materia por ejemplo del cambio de color en el semáforo epidemiológico. También asumió decisiones distintas en el tema de la vacunación contra el coronavirus.
El supuesto destape a su favor por parte del Presidente, no obstante, le ha entusiasmado a tal grado que lejos de acentuar una imagen propia a su tarea gubernamental abandona esas tenues muestras de autonomía para optar por la mimetización de las decisiones, actitudes y hasta estilo de su destapador. Esto ha sido evidente en días recientes, como cuando secundó las críticas y acusaciones del tabasqueño contra la UNAM, la institución en la que ella se formó y a la que debe su carrera incluso política.
A la vez, emprende una prematura y riesgosa campaña para hacerse presente –y conocida– en el resto de la República, requisito insalvable para cualquier posibilidad electoral en 2024. Efectivamente la mandataria capitalina está por debajo más de 13 puntos porcentuales de Ebrard Casaubón en las encuestas sobre conocimiento de ambos personajes. Ella creció recientemente en ese rubro, pero a raíz de la tragedia de la Línea 12 del Metro, de modo tal que aumentaron también sus negativos. En cuanto a preferencias electorales, ella está apenas tres puntos arriba del canciller en los sondeos más recientes: 26 a 23 por ciento.
El resultado electoral de junio pasado es un pésimo antecedente para ella. A pesar de la popularidad presidencial, Morena perdió la mitad de su electorado y la oposición se quedó con nueve de las 16 alcaldías de la capital. Una encuesta de la empresa Masive Caller publicada apenas este jueves indica que si hoy fueran las elecciones locales para renovar el gobierno de CDMX, Morena y sus aliados (PT y Verde) apenas sacan un 5.4 por ciento de ventaja sobre los partidos de la Coalición (PRI, PAN y PRD). Si a ésta se sumara Movimiento Ciudadano (MC), la elección estaría perdida para el lopezobradorismo.
Ese afán hace que pretenda posicionarse nacionalmente a través de visitas a los diferentes estados, en los que además de participar en actividades junto al mandatario estatal, aprovecha para hacerse presente en los medios locales mediante declaraciones o entrevistas.
La vimos en unos cuantos días concurrir en Guanajuato al anuncio de que la CDMX será la invitada de honor a la 50 edición del Festival Internacional Cervantino, el año próximo. Y luego asistir a las tomas de posesión de diversos mandatarios morenistas. Estuvo en Tlaxcala, Campeche, Guerrero, Baja California y Colima.
Y lo mismo declaró que México está preparado “desde siempre” para tener una Presidenta de la República que por ahora no es momento de pensar en candidaturas ni en el 2024, lo que ya tendrá su momento. Aseguró que esas actividades las costeó de su propio bolsillo y negó por supuesto que sean actos anticipados de campaña. ¡Claro que no!
Craso error pretender que se le trasfieran mágicamente a su persona los positivos de Andrés. El caso del Presidente es absolutamente peculiar. Por su personalidad, su carisma o sus promesas, mantiene envidiables –y hasta increíbles– niveles de aprobación a su gobierno, a pesar de las pifias y los fracasos cada vez más evidentes. Es un caso imposible de replicar.
Claudia tiene que entender que ella no es ni puede ser reiteración de su patrón. Fincar en esa pretensión sus posibilidades políticas futuras es una equivocación. Bien haría en proyectar su propia imagen y su propia oferta de gobierno, con base en sus logros al frente de la jefatura de Gobierno de CDMX. Claro, el problema es que no tiene una sola obra urbana de importancia en su primera mitad de gobierno. Válgame.