El 20 de enero de 1942 en una elegante residencia ubicada a orillas del lago Wansee, cerca de Berlín, Alemania, se llevó a cabo una conferencia con exclusivos miembros de la élite nazi para gestar lo que después el mundo conocimos como “La solución final”. El plan, como bien sabemos, acabó con la vida de más de once millones de personas, mayoritariamente judías, pero entre las cuales también estaban otros grupos étnicos minoritarios, como gitanos o personas con discapacidad.
En Wansee se definieron rutas de transporte a campos de concentración, medios de exterminio y manejo de discurso hacia el exterior. Ahí estuvieron reunidas trece personas, encabezadas por Reinhard Heydrich, un altísimo jerarca militar y amigo del mismísimo Adolf Hitler, quien cariñosamente le llamaba “El hombre del corazón de Hierro”. El apodo no fue el único. También lo llamaron El Carnicero de Praga, La Bestia Rubia o El Verdugo. La agenda de la reunión sería marcada por El Verdugo y conservada en secreto hasta el último momento. Solamente el anfitrión, Adolf Eichmann, conocía el orden del día. Al iniciar, Heydrich informó que la exterminación judía iniciaba su etapa definitiva, comenzando por los judíos que aún se encontraban en territorio alemán, luego en Europa Oriental y los países ya ocupados por el ejército alemán hasta expandirse a todo el mundo. Hay que recordar que, en aquella época, el bando del Eje mostraba una ventaja importante, por lo que había una posibilidad real de que ganaran la guerra.
Erich Neumann, Secretario del Plan Cuadrienal se opuso al plan, no por otra cosa, sino porque él creía que los judíos serían más útiles como mano de obra, así que proponía en su lugar, eliminar a todos los que no fueran físicamente aptos para el trabajo y al resto, dejarlos para que fueran útiles en la construcción de caminos o cualquier cosa que hiciera falta. Al final, la idea fue desechada y se volvió al plan original.
La crudeza de esas acciones, que fueron bien documentadas y de las cuales se puede dar cuenta de ella gracias a los archivos, reflejan, además de la indescriptible crueldad, la meticulosa precisión, la detallada planeación y la claridad de objetivos que uno de los momentos más vergonzosos de la humanidad ha tenido. Nada se dejó al azar, porque la intolerancia, el racismo y la discriminación también tienen usan las estrategias de la razón, de objetivos a corto y mediano plazo. La maldad pura, también se planea y no deja nada a la incertidumbre.
Debemos recordar que las olas de intolerancia no son hechos casuales, sino meticulosamente planeados. No hay que menospreciarlas y hay que verlas desde el principio.