En el ámbito de la política, es común ver cómo algunos líderes comienzan queriendo ser paladines de la humildad y, una vez alcanzan el poder, adoptan una postura distante y altanera. Así el señor López en México.
Este mesías mañanero llegó a la presidencia de México con la promesa de ser un mandatario cercano al pueblo, que representaría los intereses de los más necesitados y que pondría fin a la corrupción que campeaba a lo largo y ancho del país, en todos los niveles de gobierno. Supo vender sus espejos.
En su obra Julio César, Shakespeare escribió: “Es cosa sabida que la humildad es una escala de la ambición incipiente, a la que vuelve el rostro el trepador; pero una vez en el peldaño más alto, da entonces la espalda a la escala, tiende la vista a las nubes y desdeña los humildes escalones que le encumbraron.”
El texto describe con mucha claridad la amnesia que provoca el Poder. Los pasos o las palabras, porque en el caso de López nunca se sabrá si era sincero o no.
Si algo queda claro cada mañana desde palacio nacional es la demostración de la clara tendencia del autócrata ha demostrado una tendencia a desestimar las críticas y voces disidentes, rechazando el diálogo y la pluralidad de ideas. Y lo hace de la peor manera: el insulto, la diatriba, la calumnia y la difamación son las herramientas retóricas con las que
Además, ha quedado en claro su desdén hacia el pueblo que lo eligió, tratándolos solo como un número necesario para llegar a donde se encuentra actualmente. Abiertamente refirió en enero de este año que su estrategia es sacar provecho de los pobres. López dijo: “Ayudando a los pobres va uno a la segura, porque ya sabe que cuando se necesite defender, en este caso, la transformación, se cuenta con el apoyo de ellos”, agregando después que ese apoyo no lo tiene entre “… sectores de clase media, ni con los de arriba, ni con los medios, ni con los intelectuales”.
Diariamente vemos como son ignorados los reclamos de quienes no le representan valor electoral y ha minimizado la labor de los medios de comunicación independientes, es decir, aquellos que no se han sometido vergonzosamente a ser simples aplaudidores de sus ocurrencias y dislates. Incesantemente los acusa de estar en contra de su gobierno y de ser sus adversarios y cómplices en los ataques de los conservadores.
En aras de usar a los necesitados, López ha arrasado con fondos públicos dedicados a la salud y a la ciencia para convertirlos en regalos mensuales para la carne de cañón electoral.
Esto ha sido evidente en la gestión de la salud pública: retiro de las medicinas a los niños con cáncer, la eliminación del seguro popular y su sustitución por una intrincada monstruosidad que ahora nuevamente se transforma para ahondar más las carencias y las deficiencias en lo que la atención y remedio de enfermedades se trata.
¿Y qué decir la supresión de varias Normas Oficiales Mexicanas en materia sanitaria? Si a eso sumamos los muertos de López Gatell por la pandemia (el número real, no sus “otros datos”) pareciera que le apuestan a que la disminución poblacional juegue también en sus aspiraciones dictatoriales.
En enero pasado, López dijo: “No va a haber límite de presupuesto, es lo que se necesite para tener un sistema de salud de primera. Nuestros adversarios dicen que no va a ser como yo planteo, se burlan, dicen que dije que va a ser un sistema de salud como el de Dinamarca. No, ahora lo estoy pensando mejor y no va a ser como el de Dinamarca, va a ser mejor que el de Dinamarca”
Por la forma que tiene López de actuar, queda claro que, como se dijo en Hamlet, otra de las obras magistrales de Shakespeare: “Algo huele a podrido en Dinamarca”, esta Dinamarca tropical ideada por el gurú transformista, que en 2012 escribió en su cuenta de Twitter: “Valerse de la pobreza y comprar votos es un pecado social, una inmoralidad. Pero a los defensores de la corrupción les parece algo normal.”
@jchessal